martes, 24 de abril de 2018

Martes de escribir algo

Revisando los diferentes borradores de entradas a este Blog pude darme cuenta de que son muchas las cosas que se me han ocurrido, que han ido ocupando mi cerebro de una forma directa o difusa o de las que aun tengo esa curiosidad que genera, en efecto, no menos que una nueva entrada. Cansado, con los músculos adoloridos por el aparente exceso de oficinismo, con la mirada gastada por este par de pantallas que poco reflejan lo que en realidad sería deseable para mi vida; pues bien, aquí sigo. Tratando de darle algún sentido a mis escritos, pues con mi vida todo es más difícil, o quizá sea una discusión que no preciso abordar en este momento.

Estoy mareado, me falta alimento, o eso parecería anunciar mi cuerpo y sin embargo aquí estoy sentado con toda esa masa fatídica que me sobra, antes que cualquier otra cosa, que perturba mi vida de cierta manera en la medida en que no logro tener la disposición para empezar a buscar la forma de eliminarla y, con ello, distraerme un poco de esta cotidianidad que me está agotando mucho más de la cuenta.

Unas cosas se arreglan, otras siguen igual y muchas se dañan. Tal vez porque tanta dicha no puede ser cierta o quizá se trate tan solo de que esa es la huella del caos cósmico. No hay nada mal, solo desordenado y en estos casos es que es preciso ahondar en formas y métodos  para irrumpir en esta corriente de situaciones. De forma tal que pueda uno dejarse llevar, pero que tampoco el oleaje o la marea lo ahoguen.

No sé si este texto tenga todo el sentido posible. Quizá sí, tal vez no. Pero no importa.


Quería escribir algo.

miércoles, 18 de abril de 2018

Negación que antecede a la consciencia

Por qué negarse a la consciencia. Por qué vivir una vida cargada hacia la sola satisfacción de las más básicas de las necesidades. Una existencia que se ocupe de seguir cada una de las reglas que nos encontremos. Un vivir que se centre en el verbo estar antes que en el ser, porque aquella es una existencia cómoda, un ejercicio de lo que llaman la zona de confort. No aquel eslogan de las agencias de viajes que buscan que los millennials no posean nada y que vivan de trabajo en trabajo, así como de viaje en viaje; porque incluso aquella es la comodidad del sistema, al abrigo de las verdades que se entienden como absolutas en la medida en que son compartidas y repetidas por mucho más que una generación. 

Mejor un camino llano, que enfrentarse a cualquier clase de abultamiento, de bache. Es mejor aquello que nos resulta simple a pesar de que mine nuestras ganas de vivir, a pesar de que no sirva más que para darnos un nuevo día. Aunque igual no se darán cuenta porque estarán ocupados haciendo caso, y su inconsciente, por el contrario, los empujará a las más oscuras lagunas de la mente, a la zozobra del espíritu. Sobrevivir antes que vivir; robar un aire que podría ser respirado por quienes sí tienen en cuenta algo de entorno, quienes consideran a través de su razón. Quienes usan su consciencia, quienes se detienen, por un instante al menos, a pensar.

jueves, 12 de abril de 2018

Y vaya uno a ver

Y claro, es solo dejarse coger por el tiempo y este se lo llevará sin ninguna consideración. De eso se trata, de hacer, de romper, de sacar, de volver, de estar e incluso de ser. Pero es complejo. Escapar a todo lo que se viene encima, pasar por debajo de lo que está ahí buscando convertirse en un tropiezo. Dejar.

jueves, 5 de abril de 2018

Espectáculo

Le gustaba mirar por aquel agujero en la pared. Era simple, levantar un poco el viejo papel de colgadura y asomarse con cuidado. Si tenía suerte la vería. No tenía un momento específico para aparecer, podía suceder en cualquier instante, pero si pasaba sería una bendición. Ahí estaba de nuevo, salivó profusamente al verla. Ella hizo gala de toda su gracia y elevó por lo alto las dos magníficas herramientas para proceder con aquel espectáculo que a quien observaba tanto le gustaba. Un primer corte, luego otro. Jadeó un poco, paso saliva, jadeó un poco más.
La puertilla de debajo se abrió, se apresuró y comenzó a devorar la carne, al tiempo que toda la saliva que llevaba un rato bajando en un hilo continuo de sus fauces se derramaba sobre el filete.

FIN

lunes, 2 de abril de 2018

Sequía

Otra vez. Pasa cada cierto tiempo. El peso de los días, de la rutina, de la misma cotidianidad, hace que las palabras se extingan, que de cierta manera el pozo de donde salen las frases se enturbie y que toda esa maraña de pensamientos que pueblan a menudo mi ser, no puedan ver la luz por cuenta de las diferentes situaciones relacionadas, insisto, con el diario vivir. Diario, día a día. Es como si a mí se me fueran juntando las diferentes horas sin una u otra cosa, las frustraciones por los quereres, los resultados de las necesidades insatisfechas. Me explico.

A mí me parece que todo suma. Que la expresión del paso del tiempo no es tan solo la manifestación herida del ser. El devenir, un testimonio de que eso ha pasado, de que en efecto fue, porque lo que estuvo quizá aún permanezca, porque aquel otro verbo tiene que ver con la correspondencia y con el espacio antes que con la existencia y el tiempo.

El otro es una presencia constante y permanente a la cual es muy difícil de escapar. El otro también tiene que dejar alguna manifestación de su presencia, de su devenir, de su propio ser. Y esto, por lo general, se traduce en ruido. Todo está cargado de ruido, todo se expresa a través de ruido, porque las personas desde que son infantes son sobre estimulados con diferentes sonidos más fuertes de lo que deberían. Luego, para el momento de la expresión, de los albores del desarrollo de la personalidad, nos enseñan los diferentes escapes a la sociedad, a nosotros mismos, por eso nos sumergimos en la música (sin importar el género) a altos volúmenes, para no escuchar a los otros seres en formación, sus problemas, los regaños paternos, y todo el ruido que quizá en ese momento si percibimos.

El otro se desplaza a través de medios cargados de ruido. El otro empuña herramientas llenas de ruido que son usadas para crear caminos para sus máquinas que también hacen ruido. Aquel otro también vive en sitios en los cuales pocas veces se ve alejado del ruido y tal vez solo deje de hacer ruido al dormir, si es que no ronca.

Hay sitios en los que el ruido no lo es tanto, en que a ratos pueden escucharse melodías perfectas causadas por el caos cósmico que en cambio las urbes se niegan a abordar. Porque la modernidad siempre ha querido escapar al caos, aun cuando este es el mejor medio de establecimiento de algo sostenible. Lo natural, el azar, el desorden.

Las ideas siguen ahí, el problema es su expresión.

jueves, 29 de marzo de 2018

Dias santos

En algunos momentos de mi vida me he cuestionado sobre la santidad, de la misma manera en que alguna vez me cuestioné sobre los valores que dan pie a "fiestas" como las que generan los feriados o días festivos. En un tiempo estas fechas me valían poco menos que nada, tal vez esto era producto del desempleo, estado en el que todo gravitaba en torno a la necesidad. Aquel impulso por llevar a cabo alguna actividad productiva adicional (más rentable) y por establecer al fin una verdadera independencia, la cual tan solo es posible con un ingreso estable y constante. O al menos eso era lo que creía en ese momento.

Pero esto ya no es importante. Hace ya varios años que mi vida se encuentra sometida a una rutina de trabajo, de ocupación e, incluso, de estudio, que me ha permitido apreciar de manera diferente los días determinados para el disfrute de sí mismo o, en todo caso, para el descanso.

Descansar. Vaya que a veces lo necesito. En algunas entradas he mencionado lo que implica este ritmo de vida, la monotonía, la ocupación o las necedades y complejidades de la cotidianidad en un mundo sumergido entre ruido, al cual tengo que huirle todo el tiempo valiéndome de la herramienta de los audífonos y de la buena música. Esa que muchas veces, y quizá sin exagerar, me ha salvado la vida.

Nuestros fiestas son todas derivadas de la tradición religiosa, producto de conmemoraciones de vidas de santos, aquellas personas que según estas mismas tradiciones se destacan por sus relaciones especiales con las divinidades o por una elevación particular de carácter moral o ético. Este vocablo también puede evocar la idea de pureza o de gracia y en todo caso corresponder a características especiales que denotan una cercanía, precisamente, a esa divinidad que sirve como foco de la idea teísta.

Pues bien, no todos los feriados corresponden con fiestas de santos y por tanto no todos estos días son "santos" como tal. La mayor correspondencia en este sentido se da durante la llamada "semana mayor" o "semana santa", en que se recuerda la pasión y muerte de Jesucristo. Pues bien, la tradición de mi crianza es católica y por tanto debí haber servido en algún momento como un número más para engrosar la amplia cuenta de predicantes de esta religión. ¿Para qué sirve este dato? Quizá para nada.

Lo único que pretendía era reflexionar sobre la santidad de un par de días en que en realidad uno no hace otra cosa más que descansar, que hacer uso de su tiempo libre, compartir con la familia y los seres amados y, eventualmente y si es del caso, asistir a los servicios religiosos en conmemoración de estas fiestas.

Un día no está dotado de repente de una cierta carga espiritual tan solo por la creencia de algunos pocos o muchos (los creyentes somos mayoría, sin importar la forma en la que creamos o en qué). Algo como tan aleatorio como la disposición de un Jueves cualquiera y el viernes que le sigue no tienen nada de especiales. Todo es arbitrario, tan salido de cuenta y de control como el mismo caos cósmico que creo a este mundo y a las personas que midieron los ciclos para darles correspondencia con los días y años. Vueltas y más vueltas del mismo espiral en que nada más importa que lo que se hace con cada momento.

Mientras, yo armaré un rompecabezas con la amada.

viernes, 16 de marzo de 2018

Autoridad, un tema difícil, quizá preludio de alguna reflexión

Me he preguntado bastante últimamente sobre lo que quiere decir, lo que implica, el concepto de "Autoridad". Quizá sea algo más de eso que damos por sentado, que no nos importa más de lo que es necesario porque ¿para qué?

Me hace pensar en el establecimiento, en que este es reforzado, precisamente, a través de la autoridad. Represión, dirán algunos, o la presencia necesaria de un orden que de sentido al caos que es la vida misma, pero en el que la respuesta, la consecuencia no tiene la esperada correspondencia que tiene en el mundo verdadero toda acción, puesto que aquel comportamiento no es del todo natural y por tanto no se encuentra permeado por algunos de los postulados más básicos del universo.

La autoridad nos muestra falacias por dominación y permite establecer mejores y más eficaces hegemonías culturales y sociales.

Lo que domina, el establecimiento, la ideología, el dogma, hasta el dinero; todas esas cosas nos gobiernan, incluso la tecnología de la que me sirvo para escribir estas líneas, es toda una autoridad.

Tomado de: https://pixabay.com/es/c%C3%A1mara-monitoreo-s%C3%A1tira-seguridad-1793803/
Ya hablaré sobre la forma de resistir. O de intentar hacerlo.

jueves, 15 de marzo de 2018

Otro poco sobre el cansancio

Este espacio siempre ha sido importante para mi bienestar, para la correcta determinación de mis días. Para que las cosas no golpeen tan duro y pueda, si se quiere, resistir. Sí, es que al sistema se le opone, se le reacciona, se le resiste.

Sin embargo, hoy estoy tan cansado, que ni una pequeña reflexión me sale.

Algo diminuto sobre la corriente del tiempo, sobre el devenir del espacio. Quizá abordar la tremenda complexión del ser y el estar.

La existencia. El uno, el otro, lo que pasa y lo que pasó en su determinado momento. Porque el tiempo es eso que da sentido al espacio, lo que genera la memoria y lo que permite que tengamos una idea de linealidad. Que comprendamos de manera sencilla al universo, aun cuando es una cosa que está muy por encima de nuestra capacidad de entender.

De eso se trata.

Pero para hacer algo bueno con ello primero hay que superar el cansancio.

Confrontación

El líquido rojo que corría por el filo de su arma se había condensado en una extraña forma coralina. La sangre también cubría su armadura y solo el visor de su yelmo se salvaba del pegote. Jadeó complacido. Observó el campo de batalla. Contempló la devastación. Miles de cadáveres desordenados como prueba del cruento desenlace. Solo quedaban él y su enemigo. Un último esfuerzo. Avanzó en búsqueda de una apertura pero tropezó con uno de los cuerpos del suelo. Su enemigo fue más rápido, certero. Un movimiento de martillo, un sonido seco y luego la oscuridad. Cuando el cráneo se rompió, volvió a hacerlo, saltó a otro cuerpo y tomó posesión del mismo. Sorprendió al maldito que lo había atacado antes con una puñalada fulminante en el cuello. La oscuridad había reclamado una nueva alma.

Iván Sánchez

600 entradas

Increíble que ya haya podido completar seiscientas entradas.

Esto tenía que ser un ejercicio de retrospectiva o de examinar qué tanto ha pasado.

Pero no. Va a ser distinto.
Tomado de: https://pixabay.com/es/m%C3%A1quina-de-escribir-antiguos-vintage-2653187/
Cuando llevaba algo así como 500 entradas escribí esto:

Con la entrada anterior complete ya 485 entradas publicadas. Serían muchas más si aquí persistieran los cuentos y los poemas que alguna vez estuvieron manifiestos en este espacio, pero que tuvieron que ser retirados en virtud a que los empezaron a copiar, a plagiar, a reproducir sin la decencia de siquiera mencionar la fuente, mi nombre o seudónimo. 

Pues bien, en la actualidad he podido completar más de una reflexión, he seguido con el ejercicio especulativo constante. La actividad de escritura me relaja y me hace pensar en diferentes cosas que resultan útiles dentro del desarrollo de mi vida cotidiana. Para exorcizar los demonios, para permitirme escenarios de verdadero cuestionamiento, del ejercicio de la consciencia y la razón; espacio que me ha servido para expresarme y opinar, con independencia de que ya nadie lea esto.

No me detendré por ninguna otra razón que sea que ya no sirve este sitio, que ya no tenga el efecto positivo que tiene hoy en día, puede ser que llegue a las 1000 entradas o a diez veces esa cantidad. La verdad es que no me importa de a mucho, porque al escribir resisto, al pensar y ser consciente refuerzo mi propio lugar en la existencia, de forma que seguiré, hasta que aún tenga aliento para escribir.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Otra de aquellas reflexiones sobre resultados electorales

No he sido ajeno nunca  a la política. Considero que es una dimensión importante del individuo y que el Gobierno, la democracia y las diferentes formas para abordar el complejo devenir de los pueblos, de las naciones, de los Estados; son temas que deben ocupar a todas las personas, puesto que la política pública es clave para la determinación de las condiciones básicas para subsistir o progresar dentro de un determinado país.

No debería estar explicando la importancia de la dimensión política de los seres humanos, pero en un país con una tasa de abstencionismo tan ridículo y en el que pareciera que las mayorías se manifiestan a través de prácticas clientelistas y corruptas, es necesario que el pequeño porcentaje de personas que votan bajo una premisa de opinión o con una consciencia del ejercicio electoral, conozcan la importancia de esto que están haciendo.
Tomado de: https://pixabay.com/es/demostraci%C3%B3n-a-ver-demostrar-2137450/
Para mí todo empezó por allá en el año 2010 con una reflexión titulada País de..., por supuesto ustedes pueden completar el título con aquella frase que se acuñó luego del asesinato de Jaime Garzón o con la frase despectiva más adecuada que encuentren. En esa reflexión me ocupé principalmente sobre democracia y, de alguna u otra forma, referí al deber ser de la democracia. Claro, era ese el momento histórico adecuado para elegir a alguien diferente, pero desde esa fecha el electorado, aquel colectivo de masa que no responde, al parecer, a ninguna lógica crítica; eligió a quien se les dijo; una decisión (cuando lo fue) motivada por un sentimiento de falsa seguridad sobre la base de la explotación de los diferentes miedos a los que históricamente se habían enfrentado las personas. Violencia, mucha. Este país durante el siglo pasado estuvo expuesto a un sin fin de manifestaciones de una guerra luchada entre nosotros mismos y cuyo objetivo no era otra que el control de los medios de producción tradicionales y alternativos (ilegales). Mafias y diferentes organizaciones criminales se encargaron de hacerle la vida imposible al campesino y se vieron, de un lado y de otro, cruentos crímenes que hicieron pensar que una política de Estado fuerte era la mejor solución.

Pero la violencia no cesó durante aquellos años anteriores al año en que escribí esa primera entrada. Por el contrario, existió un recrudecimiento del conflicto y otros pasaron a ser los principales victimarios (incluido el Estado) en tanto que se conocieron actos de extrema crueldad, con una canallez sin precedente en el que las victorias del Estado, contadas como estadísticas en contra de "los bandidos" como pudo haberles llamado el señor del sonsonete sobre firmeza y grandeza; esas victorias parecieron inflarse con víctimas aleatorias de aquel cúmulo de miserables y marginados que siempre son los destinatarios de las peores decisiones de Gobierno.

Pero tal vez esto sea una exageración, quizá lo que haya estado de por medio haya sido algo menos que una lucha ideológica por establecer la corriente de pensamiento imperante en el país. En ese tiempo no se notó tanto, según lo que me permite evocar la memoria, pero lo cierto es que había que darle continuidad a la política estatal de seguridad y al parecer esto solo podía ser asegurado a través de este señor que estaba siendo indicado por aquel otro que había "mejorado" por "completo" la seguridad en el país, arrinconando a los actores del conflicto y  garantizando, entre otras cosas, la movilidad básica dentro de este terruño.

En todo caso en ese momento se perdió la posibilidad de elegir a alguien diferente, y de ese alguien quizá me ocupe en otras líneas más adelante.

Luego, en 2014, tras las elecciones también para presidente del país escribí de nuevo. Esta vez una entrada titulada:  País de... (4 años después). En esta sí fui un poco más profundo en el análisis, porque de nuevo el país, aquel escenario de cruenta desigualdad y en el que no mucho cambió en los últimos 4 años; esta vez eligió de nuevo entre dos males casi iguales. Uno que representaba la continuidad de un gobierno amparado en las prácticas más politiqueras posibles vistas desde el mismo Frente Nacional en donde poco había de seguridad y en la que las circunstancias de desigualdad se fueron acrecentando para dotar a aquellos "marginados", como son abordados en el texto, de menos voz y cada vez menos formas de salir de su propia miseria y marginalidad.

Pero los fantasmas del comunismo y del castrochavismo que se empezaron a agitar como banderas para la unidad ante el miedo, fueron tan poderosos que la decisión estuvo dada para que se evitara la llegada al poder de alguien aún más nefasto que quien en ese momento lo detentaba. Todo el ejercicio electoral se erigió sobre bases mentirosas, sobre promesas vacías y dicotomías peligrosas como aquella entre la paz y la guerra. De esto da fe mi entrada y quiero por eso dejar algunas líneas acá como recordatorio:

Lo cierto es que en esta fecha, las personas parecen estar conducidas hacia un arrebato por el manteniento y garantía de la libertad, de aquella para moverse supuestamente en el país, aun cuando no tengan los recursos para ello, es la sola idea, puesto que es lo único que basta; una libertad idílica sostenida en la premisa de un gobernante con 'mano firme', que pueda -supuestamente- poner freno a un movimiento peligroso que aún hoy suele causar más pavor que cualquier monstruo de closet, nada menos que el comunismo. Lo curioso es que un pueblo que adolece de una marcada ignorancia, producto no menos que de la falta de oportunidad que ha supuesto la mala administración desde hace más de 12 años, de la política pública, donde en una lógica guerrerista precisamente, se destinan montones del dinero de los impuestos para sostener una guerra que solo existe cuando se requiere un motivo de naturaleza electoral, un conflicto que parece tan lejano, tan distante, pero a la vez tan natural, y que muchos saben que existe, pero no viven realmente en tanto no estan expuestos a los efectos de la violencia y el crimen que se encuentra tras los campos de batalla, que nos son otros que los campos en que viven aquellos a los que groseramente he llamado marginados.

¿Por qué libertad? Esa es la idea que se encuentra intimamente ligada a la de seguridad, aún falsa, aún falaz. A este proyecto de nación se le viene embaucando desde siempre con la promesa de libertad, y aquellos que dominan, se han encargado de hacer cierto aquella máxima frente a la cual 'la esperanza es lo último que se pierde'. Y esto no es nada diferente de la realidad de quien no tiene nada o tiene muy poco, y que ni consciencia le han dejado desarrollar, quien solo vive esperanzado y con un conocimiento de sí mismo que se limita a la comida del día, para quien la ilusión se materializa en novelas, en realities y en futbol, lo que no hace nada difícil que alguien con la suficiente habilidad mesianica, con la capacidad manipuladora de un estafador a gran escala; consiga aunar a sus fieles, tal como aquellas iglesias de corte radical a la espera de ser llevados al más allá por una inteligencia superior, lo que equivale posible suicidio colectivo, y que en todo caso no lleva a nada bueno. El arte de esta dominación basada en la esperanza está en someter a través de engaños tan elaborados que aún cuando parecen absurdos, son los que más tienen efecto en las mentes de los marginados, quienes aún cuando pueden saber de antemano lo imposible de las promesas encarnadas en su mesias, prefieren un sufrimiento estoico en esta etapa, con miras a una recompensa ideal, utópica. Es un engaño perfecto.

En los últimos años se han dado a la tarea de convertir a la libertad en una moneda de cambio, con sus varias especies y motivos, de cara a la posibilidad de hacer fortuna con ella, y añadirla con otros intangibles explotados por unos pocos, por la escaza minoría, la misma que se beneficia de la guerra y de la explotacion indiscriminada del territorio y los recursos nacionales, para quienes el Estado es una mina, una torta o una masa frutal que debe ser convertido en sustancia gelatinosa para untar (guiño).

Moverse tranquilamente por el territorio nacional o darle duro a la guerrilla no deberían ser afirmaciones suficientes como postulados estructurales de campaña, puesto que la seguridad del Estado es una política institucional y no la bandera de uno u otro candidato.

En octubre de 2016 escribí Sobre los perdedores, esta vez sin centrarme en las consecuencias de este ejercicio electoral y más sobre el marcado pensamiento canalla y cafre que encontré en las manifestaciones de supuesta democracia. En donde los consensos parecían estar enmarcados en este odio visceral que no ha servido más que para que se acrecienten las diferencias, para que se polarice más el país y, sin embargo, todo parece igual y servirse de lo mismo.

Tomado de: https://pixabay.com/es/seleccione-elecci%C3%B3n-elecciones-rojo-1671535/
Antes no me había ocupado de un examen de las consecuencias directas o indirectas de los ejercicios democráticos para elegir la composición del Congreso de la República, tal vez por lo que éste mismo implica. Este es un país con una supuesta división y equilibrio de poderes en el que, sin embargo, un presidente puede hacer muchas más cosas de lo que uno pensaría. Aun cuando le hagan oposición en el órgano legislativo, como ha pasado con el actual. Esto quiere decir que las mayorías en el congreso pueden llegar a servir únicamente para fines clientelistas al igual que para el mantenimiento aparente del poder por fuerzas como las del señor este que no quiere despegarse de aquel y quien ha logrado nada menos que una buena cantidad de representación a través de una campaña agresiva en todas aquellas zonas en donde la democracia es un chiste e incluso en aquel escenario donde se supone que reina el pensamiento crítico: internet.

De aquella fuerza política fue la mayor cantidad de publicidad con la que me encontré en Facebook y Youtube. Casi sin presencia de otras caras o candidatos, quienes decidieron que así fuera por austeridad o falta de dinero, o incluso con alguna suerte de compromiso con el ambiente.

Este ejercicio muestra que todo se queda en los mismos con las mismas. Que las tradicionales formas de conseguir, manipular y amarrar las intenciones de voto se siguen perpetuando a través de los tiempos y que, en todo caso, lo que queda para el voto de opinión es una marcada desinformación y un aprovechamiento de aquel temor básico que tiene la gente por perder lo poco que tiene, a pesar de que son estas mismas fuerzas las que les han impedido tener un poco más.

El sistema es perverso y sigue haciéndose cada vez peor. La gente (del común) ahora sí tiene acceso a redes sociales. Casi toda la población tiene acceso a internet y está pegada constantemente del chat y de toda otra suerte de medios para perder el tiempo. Todas estas personas son un cociente de masa que es altamente manipulable. A la cual el miedo por el comunismo y por convertirnos en otro país, a pesar de las complejidades para que eso llegara a ser cierto, les ha servido para salir a votar por aquel que les digan, por aquellos que no van a permitir que esos miedos se concreten.

Y habrá que esperar a ver qué pasa durante las presidenciales en mayo, pero desde ya auguro que no será nada bueno.

martes, 13 de marzo de 2018

Escepticismo como preludio a una reflexión

Pues va. Siempre es bastante grato contar con la ayuda del diccionario para empezar a hablar de un determinado concepto. Grato, ¿verdad? Pues a veces no tanto, y es que de eso precisamente quiero hablar hoy, porque me tiene un poco harto que el mundo esté tan perfectamente diseñado (en cuanto a estructuras sociales) que todo se dé por cierto, se dé por sentado o sea incuestionable.

"Escepticismo" (Del lat. mod. scepticismus, der. del lat. mediev. scepticus 'escéptico'.). Según la RAE esto es: 1 "Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo". o, 2. m. Fil. "Doctrina que consiste en afirmar que la verdad no existe, o que, si existe, el ser humano es incapaz de conocerla".

A pesar de que me encanta la segunda concepción debo desecharla, en principio, en la medida en que si la verdad no existe, y si existe el ser humano es incapaz de conocerla, pues aun la verdad relativa a este mismo "axioma" da pie a una falacia circular (o por petición de principio); y no creo que la verdad no exista, si no, no podríamos tener algunas certezas básicas para poder existir. Es sobre la base de lo que se da por entendido que vivimos vidas medianamente funcionales sin estar a toda hora debatiéndonos en una decisión compleja sobre uno u otro tema.

Me explico. Algunas cosas deben ser tomadas como ciertas, necesitamos axiomas dentro del pensamiento científico y estructurado, necesitamos principios fundacionales, reglas de la razón que den piso a nuestras elucubraciones o que a un nivel más responsable que el de mis pensamientos, sirvan como punto de partida para el avance de la ciencia y de la técnica. Muchos de estos pensamientos de base, de estas verdades son, entonces, completamente necesarias como parte, he dicho, de una vida más o menos sencilla. Simple no es lo mismo que sencillo y hago esta aclaración porque facilitar las cosas no es caer en un extremo de falta de profundidad, o en un escenario en que se niegue la razón.

No. Muchas veces he sostenido en diferentes círculos (y cuadrados) que en mi entender una de las cosas que mueve al mundo es la pereza (quizá no haya dado tan tremenda explicación en este sitio). Y para ir más allá del posible chiste y decir a qué me refiero basta indicar que hemos hecho (como seres humanos) muchas cosas para ahorrarnos el esfuerzo, para tener vidas más cómodas. Para que, en teoría, cada vez nuestro esfuerzo se viera abocado hacia lo intelectual precisamente y menos a las labores manuales.

Pero eso mismo ya nos hizo demasiado dependientes del establecimiento, de la estructura y de aquel consenso del cual no participamos.

Por esta razón soy un completo convencido de que el ser humano necesita ser más escéptico y dedicar más tiempo a cuestionar el establecimiento, la estructura y cada uno de estos consensos en los que no participa. El individuo debe cuestionar su sociedad, el ciudadano su nación y su establecimiento político, y la persona debe cuestionar sus derechos y obligaciones. Debemos participar de las discusiones, debemos establecer nuestro criterio a través de la búsqueda consciente de argumentos, de la investigación de los aspectos de la vida que nos atañen y no esperar a que la solución llegue de otros o peor, que nos sea impuesta.

lunes, 12 de marzo de 2018

Necesidades o necedades

Cuando se trata de determinar lo que uno necesita, solemos hacer más trampa de la "necesaria", esto con el fin de obtener alguna clase de justificación para confundir los verbos modales. Sobre eso ya me he ocupado antes, de manera tangencial o no. De lo que se trata es de indicar que nuestra frágil voluntad es la que en realidad compone nuestro catálogo de necesidades. De esta forma nuestra compulsión por tener se convertirá, inexorablemente en una necesidad, mientras que le hacemos el quite a las cosas básicas que hacen más amable el "ser", que complementan la existencia y la hacen más satisfactoria.
Tomado de: https://pixabay.com/es/escarcha-macro-fr%C3%ADo-invierno-1903886/
Por defecto no tenemos ninguna idea de la razón por la cual habitamos este mundo. No sabemos para qué (o por qué) estamos ni tampoco por qué somos. Estos son propósitos, dudas existenciales, las cuales son más fáciles de llevar a través de medios o formas de anestesia (religión, drogas, sexo, etc.). Cada cual encuentra la manera de no pensar en ello, incluso haciéndose menos consciente, más torpe, más cafre.

Pero las necesidades si las tenemos, nos recuerdan varias de las condiciones inherentes al ser humano. Necesitamos varias cosas para subsistir, cada una tras de otra en una sucesión de aspectos más o menos vitales. Otras que requerimos como seres sociales que somos, y otras tantas como individuos formados para una larga sucesión de tareas complejas y enfoques especiales conforme con nuestro lugar en el mundo. Quizá aquel lugar que hayamos escogido, tal vez un escenario más propicio para el desarrollo de nuestros pensamientos y sentimientos. Todo esto es valioso y hace al ser humano. Pero ciertamente hay otras cosas necias, innecesarias y que solo sirven para dar rienda a nuestra capacidad para aprehender deseos ajenos, o tan simple como nuestra incapacidad para detenernos un momento a pensar.

Y decir que no. Maldita sea.


sábado, 10 de marzo de 2018

Ejercicios de decisión

Hoy es otro de esos días en los que en mi país se lleva a cabo un ejercicio electoral. En algún momento tuve un ejercicio de dicha al ser consciente de que existen varios contextos para la elección, para la escogencia y para la selección, y que cada una de estas palabras, entonces, implica un ejercicio de la vida diaria, de la misma política, de la cotidianidad. Que conlleva el desarrollo de principios de orden general, de aspectos necesarios para la constitución de verdaderos consensos como unidad de orden social necesaria.

Sin embargo todo es un poco una mentira. No digo que sea totalmente mentira, aunque casi. Se puede abordar la vida a través de un enfoque fatalista, o tal vez se puede abordar de manera crítica este tipo de sucesos. ¿Pero a qué me refiero?

Simple, es un nuevo ejercicio de elección, uno en el que se podrá examinar si los polos, si los extremos son los que más empatía causan en los electores, o si, simplemente todo seguirá como siempre porque la fuerza de la costumbre, el peso de la necesidad y la agobiante apatía puede más.

No lo sé, pero tampoco le auguro a esto algo enteramente bueno.

En todo caso: ¡mañana hay que votar!.

jueves, 8 de marzo de 2018

Jueves de ausencia de formas adecuadas

Esto de escribir todos los días es un ejercicio bastante complicado. No es como tal que no tenga algo para decir, es, simplemente, que todo puede llegar a ser repetitivo y, por otro lado, tengo muchas cosas en mente que requieren un ensayo mucho más largo que el de una entrada simple como esta que escribo en este momento.

En este día me sucede. Estoy afectado por el correr de las formalidades, de aquellas impuestas por aquel otro cuya sola presencia fastidia. Y es que he reflexionado y especulado sobre la tolerancia del otro y no he querido entrar a discutir sobre el "respeto", que según como lo veo es más un valor de igualdad más que una virtud necesaria para no dañar la convivencia social, para no tomar un camino violento o inadecuado frente a los demás.

Las formas. Acudimos a ellas siempre que necesitamos una excusa para un proceder que exceda el sentido común (o que lo reemplace). Porque el procedimiento, la ritualidad, crea en nosotros la ilusión de lo correcto, de aquello que es total y comúnmente aceptado.
 
Somos víctimas de los convencionalismos, de todo aquello que se supone "está bien". Pensar por nuestra propia cuenta, tener alguna suerte mínima de actitud crítica frente a la vida, a lo único que lleva es a un problema incesante. Se choca. Ser una persona chocante es, precisamente, que lo que uno pueda llegar a expresar siempre sirva como preludio de un problema. Nadie está dispuesto a ser confrontado, nadie quiere que le digan que está actuando mal, que no lo sabe todo, que no es la persona que cree ser o que sus palabras o acciones no son de completo y buen recibo para alguien.

Las formas, las formalidades, el ritual, son pequeños contratos de sometimiento. Algunas son más que necesarias para una convivencia "civilizada". Pero las demás para lo único que sirven es para demostrar que vinimos al mundo a estar, a pasar por ahí sin dejar la menor huella, salvo que esta huella se alinee junto a las de todos esos otros especiales y que están aquí para demostrar su valía, para dejar una muestra de su paso por este universo en el cual somos poco menos de estadísticas convenientes para mostrar la futilidad de nuestra propia existencia.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Caer

No puedo más con esta idea que se sostiene a lo largo de todo el maldito internet y que reza que el género es una construcción social, nada que ver con la biología. Sí, claro, como la gravedad. Sigan pensando eso por favor, pero compruébenlo, nieguen la naturaleza, y con ello, salten de una gran altura, quizá floten, quizá sigan caminando en el aire.

Pero no.




Caerán.

martes, 6 de marzo de 2018

Martes de excesos

Creo que mi ser empieza a darse por vencido, que deja de ser para empezar a estar. Que empieza a considerar detenerse o dejarse llevar por la inercia espiralada de la existencia. Hoy mis palpitaciones anuncian de nuevo el advenimiento de la enfermedad, la conveniente aparición de la molestia, del malestar, de la indisposición.

Como de costumbre todo se junta y los días pasan sin consciencia, sin sentido y sin que pueda detenerme lo suficiente para aprender algo de ellos. Un aspecto insignificante seguido de otro y la consciencia de que solo el amor puede darle sentido al tiempo. No debería ser así y sin embargo es muy poco lo que puede hacerse al respecto, porque la consciencia es un camino poco absoluto. Porque pensar es no tener certezas, no es el control si no que es la falta de éste y la esperanza de ir hallando poco a poco respuestas.

Claro, si es que se sobrevive a la rutina.

lunes, 5 de marzo de 2018

Lunes sin color

El lunes azul (Blue Monday) es tan ridículo como el viernes negro (Black Friday). Los días no tienen un color como tampoco una categoría. Sin embargo, para este mundo (moderno) que solo puede ser explicado a través de infografías y de conceptos rápidos y contundentes, quizá lo mejor sea dar a cada cosa, a todo, algún carácter simbólico que lo haga inconfundible. Pues sí, aquel lunes de enero puede llegar a ser el más tiste del año y en sí cada uno de los lunes del año pero creo que para el común de las personas (los convencionales) todos los lunes son amargos, tristes, difíciles.

A veces entiendo el malestar de las personas por cuenta del inicio de la semana laboral. Quizá tengo algo que ver con mi propia condición, con lo que tengo para hacer, con aquello a lo que me enfrento dentro de una rutina que no es la ideal o a la que quizá ya no encuentro el chiste.
Tomado de: https://pixabay.com/es/dolor-de-cabeza-el-dolor-la-cabeza-1910649/
Solo al intentar escribir este texto tuve al menos un par de interrupciones, sin contar con el continuo resonar de los teclados, los eventuales clics de los "mouse" y todo lo demás que solo contribuye a la cacofonía de ruidos que no lo dejan a uno concentrarse del todo. Que son la pesadilla de la oficina moderna. Sin contar con quien no ha aprendido lo mínimo del respeto y tiene, además, su celular con todas las notificaciones a todo volumen (la semana pasada alguien acá tenía esto tan duro que hacía eco en todo el piso).

Este ritmo de vida, este frenético resistir, aguantar, soportar; ha puesto incluso en peligro mi vida. Mi cuerpo no está hecho para lidiar con este tipo de cosas. No soy un ser convencional, tampoco parece que perteneciera a este tiempo y a veces simplemente me pregunto si mi forma de ser no es anacrónica, si no se ha perdido en la corriente del tiempo y pertenece al mismo recuerdo al cual lo hará esta entrada una vez sea publicada.

Así las cosas, este lunes no tiene ningún color. Es un día más de la semana y aun cuando pueda coincidir de manera detestable con lo que siento, con los achaques de la salud y la convencionalidad, no tiene nada que ver en sí y por sí. Es hora de dejar las estupideces de un lado y dejar de absorber los mensajes de las etiquetas que nos han impuesto. Claro, catalogar, etiquetar, nombrar, son cosas importantes dentro de la economía de la reflexión, para no detenernos ante cada instante de consideración objetiva, para no pensar de más. Pero tampoco debe ser una excusa para dejar de pensar.

domingo, 4 de marzo de 2018

Una entrada de añadidura o cómo es de bueno hablar carreta

Así es, me encanta hablar, sin embargo no lo hago tanto como debiera. A veces siento que no seré bien considerado, que no seré comprendido y es que claro, puedo expresar toda una gama de pensamientos y sentimientos, pero lo cierto es que hay mucho que no es suficiente para que, lo que en verdad pienso, para que todo aquello que pasa por mi cabeza, todo el tiempo, para que las cosas que vienen a mí durante cada segundo, para que las reflexiones derivadas de mi paso por el mundo, para que las expectativas se cumplan, para que los deseos trasciendan los planos de la realidad; todo puede llegar a ser cierto aun cuando lo mismo palpable y cierto tenga niveles.

Así es y lo ha sido desde hace un buen rato. Mi condición de pensamiento me impide, como quizá se lo impida a muchas otras personas, el expresar todo lo que pasa por mi cabeza. No es correcto o tal vez se trate de que los pensamientos deban ser íntimos. Muchas de las cosas lo deberían ser y tal vez por la inquietante condición moderna (millennial) que hace que se tenga que compartir (estados, actualizaciones, trinos, etc.) algunas personas si pueden llegar a considerar que sus pensamientos son lo suficientemente valiosos o útiles para irlos por ahí desplegando.

Tomado de: https://pixabay.com/es/fuegos-artificiales-fuego-2585843/
Pero los pensamientos refieren a todo lo que hace la razón con cuanto percibimos. Nuestro cerebro es tan complejo que en ningún caso puede analizarse bajo una óptica de circuito integrado o bajo una lógica de algoritmo, puesto que no somos computadores, ni siquiera máquinas. Nuestra mente es un cuerpo complejo en que la consciencia fluye junto con los pensamientos y recuerdos y en donde todo pasa al mismo tiempo. La imaginación, la razón y el sentimiento están ahí presente mientras que lo único que da sentido a cualquier línea de expresión, no es otra cosa que el mismo tiempo, pues de otra forma nuestra propia razón podría perderse entre la percepción personal y la correspondencia espacial.

Darse cuenta, es difícil. Aunque con cierto esfuerzo ya no se precisa de alguna suerte de ayuda química o de algún transgresor que ponga a nuestros sentidos y a nuestra mente a trabajar de mejor manera, no. Somos capaces de abrir nuestras mentes a las sensaciones del mundo exterior, a pesar del ruido de la calle, del olor nauseabundo de los postes y las esquinas, e incluso a pesar de todo el smog que se queda pegado a nuestras pieles y que luego impide que nos desenvolvamos adecuadamente en términos de las sensaciones de nuestra piel, aquel gigantesco órgano que nos sirve como sensor de temperatura, así como de tantas otras cosas.

Como puede observar cualquiera que haya resistido la lectura de este texto, está en mi naturaleza el expresarme, de tantas formas como me sea posible y respecto de tan variados temas como esté a mi alcance. Especular es bueno, teorizar, pensar en las razones para las cosas. También es interesante y muy provechoso para todo el ser el que uno pueda aprender cosas, que se ilustre y halle respuestas en las observaciones y especulaciones de otros, las que tal vez sí fueron probadas, las que pudieron haberse consolidado con el fin de quedar dentro de un esquema de consenso que permita tenerlas, al menos en parte, como ciertas.

sábado, 3 de marzo de 2018

Sábado de exposiciones inoficiosas o con oficio limitado

En momentos como este me pregunto sobre la necesidad de la exposición. Sobre el carácter de aquello que debe decirse pero cuyo mensaje en últimas terminará en la caneca de todas aquellas ideas y conceptos que no sirven para algo en concreto, y es que claro, para qué expresarse si a veces es claro que no hay nadie dispuesto a escuchar. Nadie (o quizá muy pocos). En alguna entrada a la que titulé precisamente exposición y motivos hablaba de la confrontación y de la condición fluctuante del ser humano para que éste logre ser como aquello de lo que está compuesto: agua.

Tomado de: https://pixabay.com/es/ola-playa-oceano-mar-espuma-agua-1905610/
Pues bien, en enfrentamiento y la confrontación son ejercicios que se están dejando de lado, que se están evadiendo por la constante pusilanimidad de que son víctimas todos los hijos recientes de la modernidad. Las personas dejan de hacer y dejan de vivir, no solamente por cuenta de su comodidad y de aquella condición de adaptabilidad que se asoció a la resignación antes que a la resiliencia; Si no que también se trata de un temor a que en sí mismos y en quienes los sucedes se repitan las condiciones que antes forjaron la propia personalidad de las personas que les dieron vida, o sentido o un poco de ambos. La crianza al fin y al cabo se trata de ejemplo y de enseñanza.

Pero quizá se actuaría mejor si nos volcáramos sobre la condición de empatía que hace que podamos ser seres completos y sociales, es lo que sustenta, en cierta manera, el instinto de auto conservación. Deberíamos enfrentar a otros, confrontar nuestras emociones, discutir para lograr consensos o aunque sea para dejar en claro nuestros sentimientos y para que no se presenten malos entendidos. Pero por el contrario te consumes entre "emojis" y gestos ridículos y luego eres incapaz de darte a entender o de explicar algo sin entrar en algún conflicto aún más grave. Yo quisiera que hablaras, tú y el o ella, así como cualquier otro al que hace tanto tiempo no ves a la cara por andar revisando qué otra persona le dio "like" a tu última selfie.

viernes, 2 de marzo de 2018

Viernes de falta de ganas

Viernes. Sí, lo es, de nuevo. Ni más faltaba, el tiempo pasa, tiene que hacerlo, no tiene de otra.

Y es fácil entender por qué cada vez es más pesada la semana de trabajo. Quizá sea porque ahora que mi vida se encuentra satisfecha en aquella dimensión del ser que me resulta más satisfactoria sin que sea individual, pues los fines de semana no son solo descansos si no momentos añorados en que salgo casi que corriendo a buscar aquello que anhelo. Todo lo lleva a uno a esto, a buscar con desesperación el salir de la rutina, el dejar de ver todo lo que no es tan satisfactorio En cierta manera escapar, porque hay un límite de tolerancia para la confrontación, porque tampoco es bueno quedarse a sufrir con las consecuencias de una vida sin sentido, o de una existencia fútil que, de una u otra forma, requiere de respiros.

Aún siguen sin significar gran cosa para mí estos días, pero el sentimiento de desidia generalizado también se contagia. Las malas energías se pegan y resulta uno cubierto hasta la cabeza de cosas que ni se esperaba, lleno de todo lo que otras personas emanan aún sin darse cuenta. Y es que este es el común denominador, no darse cuenta, ir por ahí sin ser, tan solo existir.

Quisiera que fuera diferente, pero mi cabeza a veces no da para tanto. La madrugada la falta de una buena rutina de ejercicio o aquellas salidas creativas que para mí son fundamentales. Todo esto hace que la vida se complique, que se llene de aquel ruido al que ni siquiera puedo escapar con los audífonos, uno que parece que emanara desde dentro de mi propia cabeza. Así, tengo que lidiar con los demás, con el clima, con la contaminación y con mi propio desgano porque hoy es viernes.

Pero mañana es sábado y por fin podré tenerte en mis brazos D.D.

jueves, 1 de marzo de 2018

Como funciona el mundo

Esto no tiene formato de pregunta. Es claro que antes que buscar plantear más interrogantes, lo que suelo hacer en este sitio es comportar un sentido claro (tanto como puedo) desde una hipótesis de carácter especulativo que sirva como punto de partida para abordar una cuestión problemática. Y claro, yo no le tengo miedo a los problemas, los veo desde el punto de vista de la curiosidad que me caracteriza, un problema es algo que implica un interrogante, que plantea una situación que requiere de una solución y aquella, la solución, es un resultado, algo que llega después de un proceso racional, algo derivado del uso de la razón, de un proceso que implique la consciencia.

Pero el mundo funciona de otra forma. Los problemas son entendidos como maneras de entorpecer al establecimiento, como trabas a la estructura, circunstancias que afectan el sistema, que no dejan estar, que es aquello que más importa a las personas. A ese cúmulo común de seres que no soportan que su reducido mundo se mueva, por temor a que colapse. Todo problema es síntoma de algo que está mal. El problema, entonces, califica a quién lo plantea como alguien problemático y este otro tipo de personas son sometidas al ostracismo, porque aquel otro (el primero) rehúye de la confrontación de su propia razón, porque aquella persona que resiente cualquier actitud crítica no está preparada para aprender, ni para conocer más cosas diferentes a lo que ya le enseñaron. Porque se le huye al aprendizaje, se prefiere el adoctrinamiento y la instrucción.

De esta forma, entre menor sea el grado de verdadero conocimiento (ni qué decir de la sabiduría), mayor es el grado de certeza de aquel cafre de que está en lo correcto, de que su senda, su opción de vida, su opinión, su actitud, son adecuadas. Es el tránsito de la convicción personal sobre la inmutabilidad de las formas, aún de las virtudes, a una total trampa basada en el dogma de la moralidad, del espejismo que se crea la persona sobre quién es, sobre lo que significa, su sentido. Es por eso que estas mismas personas fácilmente caen en alguno de los espectros que niegan la consciencia y que establecen formas alternas a la percepción de sí mismo y de la realidad. Pero todo es una impostura, una verdadera falacia que se les construye sobre la base mitológica de un establecimiento que se sigue, pero no se comprende. Porque el sistema enseña a obedecer antes que cualquier cosa. La religión, el alcohol, el mismo ejercicio, o cualquier  otro dogma de cuidado personal (del cuerpo o espiritual) son formas para dormir o negar la consciencia, para escapar de la inexorable condición del ser, aquella que aun cuando puede llegar a ser compleja, dura, es multi dimensional.

Para eso se necesitan problemas. Se necesitan reflexiones, especulaciones, hipótesis y tesis de la más variada condición y como no somos seres absolutos, también necesitamos de consensos, porque en los demás hallamos el reflejo de la razón, más allá de lo que nos muestran nuestros propios sentidos. La percepción es una herramienta de la consciencia, la que sirve para explorar el mundo y hallarle algún sentido, para comprender y abordar

Insomnio

Creo que alguna otra vez empecé una reflexión con la definición del insomnio.

Insomnio: Dificultad para conciliar el sueño cuando se debería dormir...

En ese momento fui irónico, indicando que bastaba "definirlo para entenderlo" y que ya se podía solucionar.  Porque la forma de cambiar cualquier cosa es tan solo aceptar. O todo podría reducirse tan solo a decirlo, a una forma perversa de programación neurolingüística en donde nada importa porque todo puede cambiarse a través de la voluntad: ¿te duele? entonces piensa que no, y se pasará; ¿te preocupa? Pues deja de preocuparte. Simple, ¿no?

Claro, y esto de nuevo es una cita de mí mismo: "la magia de las palabras, o el positivismo aquel que de forma pusilánime pretende que las cosas carezcan de significado y que se les reste importancia; obviamente, por la magia de la reducción, de la negación, de la simplificación, todas los problemas se hacen circunstancias anómalas, las crisis se convierten en inflexiones, en curvaciones a las que no se debe prestar el mayor cuidado".

Así, las personas no deben esforzarse en conseguir la fuerza para superar todos los obstáculos. No. Lo que deben hacer es "minimizar estos últimos hasta el punto de que estos supuestamente sean mas franqueables, tanto como si en lugar de saltar un arroyo, se caminara por la ladera hasta su nacimiento para cruzarlo con un simple paso".

Pero sigo pensando en que es una trampa, una mentira que tal vez es necesaria para superar el día a día; autoengaño, un pajazo mental que tal vez ocupa más espacio que toda una cama king size.

Lo que me recuerda...

Sí, jajajajaja, dormir.

Esta entrada quedó muy parecida a la anterior, pero ni modo.

miércoles, 28 de febrero de 2018

Las mentiras del trabajo feliz y la producción por la satisfacción personal

"Escoge un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida" Esta frase, que se le atribuye a Confucio, es una gran mentira que quizá tenga un interesante trasfondo espiritual pero que en realidad no es más que otro de los convenientes mantras de la modernidad. Porque claro, existen dos formas posibles de afrontar los diferentes dilemas de la vida, una de ellas es a través de la aceptación y la otra a través de la negación. La filosofía oriental en la mayoría de los casos (y no soy ningún experto) busca una realización ideal del ser a través del auto conocimiento y de la reflexión. Pero en realidad esto tendría que ser abordado desde una cosmovisión relativa a esa misma filosofía. Es claro que engendramos muchos de nuestros propios problemas, les damos sentido y los hacemos tan ciertos como el mismo contexto no lo permite. La gente no muere por cuenta de sus episodios de depresión únicamente por no ser capaces de abordar la vida desde uno u otro enfoque. No se trata solo de la ausencia de caminos productivos para distribuir la frustración, el desespero, la melancolía, el aburrimiento; No, es mucho más complejo que esto porque cada cual tiene una capacidad cierta o no de dimensionar todo aquello que le sucede. (esta otra entrada lo resume bastante bien, mientras que esta otra es un reflejo de todo lo que este tema me preocupa).

Tomado de: https://pixabay.com/es/reloj-de-arena-dinero-tiempo-1703349/
En efecto, no puede reducirse la existencia a la sola búsqueda de un camino hacia la felicidad, el que seguramente se encontrará plagado de trampas y engaños. Muchos, impuestos por uno mismo. No. El ser busca su lugar en el mundo, pero a la vez también acepta, o se resigna. Aquí es donde siempre he podido establecer dos tipos de negaciones que tienen toda la apariencia de una aceptación, pero que en realidad son formas de negación. La primera es aquella hecha de forma consciente, y de esta no me ocuparé porque es tanto tema para su propia entrada como un punto sobre el que no me quiero detener. La otra es la negación inconsciente, que se trata simplemente de apagar el cerebro, sonreír y hacer de cuenta que no ha pasado nada.

Esta es una forma peligrosa de introducción en la total estupidez, muy propia de las sociedades sin sentido crítico, aquellas consumidas por la injusticia y la inequidad, esas que también son catalogadas de "felices", en las que se come mierda, pero se come con gusto. Como puede verse, es una forma de aceptación si ve como un "seguir adelante" a pesar de los inconvenientes, pero el abordaje puede o no incluir la consideración sobre una solución. ¿Importa? Quizá. Lo importante es que tenemos salud, lo importante es que estamos vivos, que tenemos una cama, un techo.

Este sentimiento es el que lleva a las personas a hacer trizas su dignidad dentro de algún tipo de trabajo que no les satisfaga que, por el contrario, les frustre o se lleve lo mejor de sus días, sus tardes y sus noches. Es que como lo he dicho antes, no se trata solamente de tener algo en qué ocuparse, de pasar los días esperando que llegue la noche y cada jornada con la esperanza de la llegada del anhelado viernes y con este el fin de semana en que se tendrá una corta pausa para luego seguir con la misma rutina ¿hasta que llegue una pausa más larga? ¿Un festivo? ¿Vacaciones?

Tomado de: https://pixabay.com/es/reloj-de-bolsillo-momento-de-la-3156771/
Conozco muy pocas personas que se encuentran a gusto con su trabajo (que no felices) y por lo general son personas con alguna clase de compensación, algunas incluso con una de carácter racional que se acerca más a la negación consciente, al saber dejar y por qué se deja, al saber ser y por qué se es y al saber estar y por qué se está. Pero a algunos nos cuesta más trabajo, porque aquellos pendientes de la razón, porque las deudas del espíritu, se las cobra a uno muy duro la misma consciencia.

Tener un trabajo que uno disfrute es posible, yo lo tuve, pero en su momento no lo consideré tan agradable, y por eso, precisamente, lo abandoné en búsqueda de algo mejor, por salir de lo que los mismos expertos en "life coaching" llaman salir de la zona de confort. Sí, estaba cómodo, era un lugar agradable, en donde yo era apreciado y en el que de alguna manera crecía profesionalmente. Pero no al ritmo que yo quería. Siempre he buscado algo más: aprender, investigar, conocer, saber. Y eso no lo estaba obteniendo en su momento.

Entonces, ¿se trata únicamente de tener un trabajo que a uno le guste? No. El gusto, la comodidad, el confort, la satisfacción, son aspectos subjetivos y completamente reducibles a un solo momento dentro del desarrollo personal.

Aún cuando se trabaje en algo con el mayor de los gustos, igual se trabaja. El trabajo representa un aprovechamiento de la fuerza personal que involucra a otros. Siempre existirá un desgaste y en caso de corresponder en la lógica del trabajo dentro de nuestro modo de producción actual, dentro de nuestro sistema económico y político, siempre se tratará de establecer un flujo de recompensas que se dirija a otro u otros.

Como yo lo veo son dos cosas: 1. Que lo que uno hace resulte del gusto de uno, en donde vendría primero el gusto y luego la buena fortuna, la providencia que logra que la labor sea compatible con lo que a uno le gusta. Digamos que se supere la frontera difusa y subjetiva del gusto. Este sería un escenario ideal y no me parece del todo irreal, pero sí un poco utópico, porque a uno suele gustarle todo aquello que le representa la mayor satisfacción por el menor esfuerzo (un principio racional de la economía nada más). 2. Hacer que lo que uno hace se vuelva del gusto de uno. Este es un ejemplo de aceptación pura y dura. Aquí lo que se hace es cambiar, adaptarse. Lo que tal vez sea más compatible con la filosofía oriental, creería yo. Se trata de ser como el agua, flexible, maleable y terminar por aceptar que la vida de uno es una mierda y que no queda de otra que agachar la cabeza, decir que sí cuando sea necesario y en los demás casos tan solo cerrar la boca.

Lo bueno es que ya casi pagan.

martes, 27 de febrero de 2018

El ritmo de la escritura, una reflexión para cuando no haya ritmo o voluntad

Hasta el momento en que escribo esto llevo algo así como 17 entradas en lo que va corrido del año y todas ellas con algo de contenido (al publicar esta serán 18). Lo cual es una menos de lo que escribí durante todo el año anterior. Excusas, razones, justificaciones, las tengo todas, y quizá pueda llegar simplemente a inventar algunas nuevas de ser el caso, de ser necesario. Soy bueno para ello, porque me encantan las historias, porque vivo con la imaginación activa y activada todo el tiempo. Y eso es algo que me llena de orgullo.
Tomado de: https://pixabay.com/es/tecnolog%C3%ADa-equipo-m%C3%A1quina-aire-3167297/
Así las cosas, quizá esta sea una invitación, una palmada en la espalda dada por mí mismo (para motivarme a seguir así) en la medida en que nadie más parece leer este blog, al menos no cuando no comparto en redes sociales las entradas. De eso se trata, se le tiene que pedir el favor a otros para que de una u otra manera se pueda leer. El tiempo se va en mirar memes, en no pensar. Así es, así está. Sin embargo, yo no me comportaré como lo determina la moda; he resistido a ella y lo que me queda es la facilidad para hacer cualquier tipo de reflexión en cualquier momento del día, incluso todos y cada uno de ellos.

Esta es, al fin y al cabo, mi forma de resistir, de enfrentar a la rutina, de confrontar a la cotidianidad y de expresarme.

viernes, 23 de febrero de 2018

Reflexiones apresuradas

La reflexión se trata de confrontar lo que se siente con lo que se percibe, de hacer una serie de cálculos sobre resultados, sobre procesos, sobre comienzos y finales. Muchas veces con independencia del resultado. Es algo necesario dentro de una vida atestada de cosas que se dan por ciertas, en donde se nos prohibe tener cualquier chispa de verdadero pensamiento independiente, de actitud crítica. En donde cada cosa es como debe ser a pesar de que a diario se encuentren contradicciones, retrocesos

Nunca esperé llegar a un momento en mi vida en que un viernes me diera algo de tranquilidad diferente, aparente, o incluso cierta, en relación con la llegada de un merecido descanso. Y no se trata ni siquiera de que me haga falta en demasia el tiempo para mí. Es solo que todo me toma más energía de la debida. La cotidianidad se me está convirtiendo en una espesa agonía de la cual me cuesta despegarme, como si estuviera atrapado en la tela de una araña y además sumergido en alguna clase de líquido viscoso. La propia baba de la existencia.

El día a día, la ciudad con sus interminables matices grises, con sus muros altos y sus tiempos cambiantes. Las calles colmadas de personas a todas horas, cada una más ensimismada que la anterior, con un afán increíble de llegar a su siguiente destino, aún cuando cada momento de su existencia está plagado de la contínua adicción moderna por el entretenimiento básico, por la inexorable condición de ocupación que tan solo genera vacío, soledad, miseria. La gente no tiene idea de por qué se dirige a su destino, tan solo quiere arribar ahí rápido. Y lo mejor: llegará tarde.

Pero para mí lo peor es el ruido. Y es que siempre me he quejado de los espacios oficinezcos, y no es para menos: unos contra otros, un aire enrarecido, viciado y reusado, que no parece llevar más que desdichas, desesperanza, tedio y, por supuesto, enfermedades. El constante murmullo que a veces se convierte en pesadas conversaciones sobre el corrillo incesante de vidas llenas de falsas ilusiones, de alegrías efímeras y de hipocresía.

Es necesario someterse a un posible daño futuro en los tímpanos, sumergirse dentro de notas de aquellas melodías que lo acompañan a uno y que, seguramente, distan de aquellas que han enseñado a esos otros a repetir antes que a decir, a retraer en lugar de pensar, a dar por sentado y no establecer algún punto crítico porque hasta la música de hoy en día está hecha para someter, para apaciguar, de ahí que recurra a los instintos más básicos; el perreo, la tensión sexual, que estas primen para que no haya tiempo de pensar. No, lo importante es coger, tirar, tener todo el sexo posible con tantas personas como sea posible. Porque hasta eso debemos acumular, tener, tener y tener.

Y yo, yo tengo sueño.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Cansancio

Dar con el chiste de la vida es complicado. Uno puede ir por ahí dando todas las vueltas posibles. Concentrado en lo que es, en lo que será, en lo que falta y en lo que se tiene. Las banalidades distraen y sin embargo uno se queda al margen de muchas cosas por cuenta de la condición de ser.

En medio de la rutina existe una entrega insalvable y la del deber. Por desgracia el mundo no permite parar, no de verdad, lo máximo que se puede es hacer pausas, cada una de ellas bajo una estricta supervisión del establecimiento, porque en todo caso una consciencia de otra forma, no le permitiria al sistema su creciente poder. No, no se trata solamente de que toda la estructura esté pensada de forma que se asegure el cumplimiento de las disposicioes básicas de lo que la modernidad ha instaurado como justo y necesario.

Porque se ha querido dotar de naturalidad a lo que no lo es, a la predación, al rendimiento y la productividad sin sentido alguno. Se trata de la dominación a través de la idea, lo que es correcto, lo  que es normal.

Pero con independencia del grado de consciencia que se tenga, siempre se tendrá un mayor o menor grado de cansancio ante los embates del sistema.

Conformarme parecería lo menos desgastante, pero aún así seguir la corriente agota. Algo dentro de cada uno de nosotros se subvierte ante la docilidad y las chispas se guardan hasta que el ser estalla y se convierte en una gran conflagración.

Así, de cualquier manera esto cansa. Y es el establecimiento el que está diseñado para zombificarnos, para que el tiempo se nos escurra, para que la vida se nos vaya entre un sinfin de sueños irrealizados y de metas que nada tenían que ver con nosotros en un primer lugar.

Hoy me siento cansado. Y no tengo ni idea si lo que escribí tiene o no, algún sentido.

martes, 20 de febrero de 2018

Un tiempo para todo y para todo quizá haya un tiempo

Esta es quizá otra de tantas entradas que se ocuparán de lo mismo y que tiene que ver con lo que ya dije en mi diatriba contra el internet y las redes sociales. Hablé del tiempo que consumimos en redes sociales y de lo mal que eso nos deja eso plantados en la medida en que si ya es suficiente con todo lo que nos oprime y esclaviza internet, pues peor es si se tiene en cuenta que nuestro escaso tiempo libre se está yendo en consultar una y otra vez el feed de nuestras redes. No obstante, este es un problema que trae otro más grande de lado y por el cual últimamente sufro bastante (y el hecho de que pueda llegar a ser muy dramático no tiene nada que ver). Siento que las redes esclavizan, que el móvil es un lastre terrible que llevamos a cuestas con más tristeza que cualquier otra pena en vida.

Y es peor porque nosotros mismos escogemos el peso y calibre de nuestra cadena. Nos encanta escoger aquel nuevo modelo que estamos seguros de que quedará obsoleto en unos meses. El aparato que, aún con un uso medio (normal), no tendrá más que unas horas de vida dentro del día y que nos hará perseguir cualquier asomo de corriente eléctrica como si del aire se tratara. Y es que la angustia de dejar el teléfono en la casa, la ansiedad de que aquel se encuentre a punto de descargarse; esos, son males con lo que quizá ninguno de nuestros ancestros soñó (o tuvo pesadillas para este caso). Esta tecnología nos facilita la vida, nos permite hacer muchas cosas que antes eran mucho más difíciles. 

Todo lo podemos documentar, pero entonces dejamos de disfrutar con nuestros ojos y lo único que hacemos es tomar videos para las redes sociales, porque esos nunca los volvemos a ver. Le sacamos miles de fotos a los sitios que visitamos y en la mayoría de oportunidades nos metemos en estas para que quede prueba de lo que hicimos, para que quede constancia y le pueda doler a otro, el que nosotros sí visitamos este y otro lugar. Dejamos que la comida se enfríe, aguantamos un poco más de hambre solo para documentar lo que estamos a punto de comer. Y qué decir de todas aquellas reuniones sociales en las cuales se dispone un tiempo largo para las imágenes que tampoco nadie verá, más que cuando se les "etiquete". Tal vez a alguna persona le sirva para dañarse el rato, para hacer show, para acrecentar sus celos.

Pero lo peor es la idea de estar disponible todo el tiempo para todos. No se trata solo de que ya de por sí cargar el móvil permite que nos llamaran a toda hora, si no que además se tiene la facilidad de ser encontrado en cualquier momento, en casi cualquier lugar. Sin embargo, para mí lo peor es que siempre nos puedan escribir, siempre nos puedan dejar un mensaje que tiene forma de ser controlado. Se le avisa a su emisor si llego al aparato de la persona en cuestión e incluso puede mostrarle si fue leído. 
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No hay entonces, nada más esclavizador que el maldito WhatsApp con sus chulos azules y su inexorable capacidad para que se hagan grupos con cualquier propósito. Ya no nos pueden dejar tranquilos. Damos el número de móvil para que nos contacten, sí. Pero aquel otro se cree con la autoridad de escribirnos en cualquier momento, de interrumpir nuestras deposiciones, de dañarnos el rato con la pareja, de molestar cuando estamos concentrados trabajando y muchas veces de alterar el ritmo normal de nuestras vidas. Claro, usted me dirá que cómo rayos no le contesta a su progenitora esos buenos días que le envía a las 7:30 a.m. Y yo tendré que decirle que antes uno tenía que esperar a ver cuando podía ver a su madre para poder hablar con ella. Eso quizá no sea del todo una bendición, pero tanta conexión de mentira, tanta facilidad para comunicar de manera "instantánea" el amor, le quita un poco de chiste al mismo. Este se da por sentado, se entiende inmediato, ahí al alcance del ridículo patrón de desbloqueo que le hayamos puesto a nuestro teléfono, de poner la huella. Es lo mismo que pasa con la información: ahora todo se nos olvida porque ¿qué tan fácil es consultarlo en Google?

Tanta facilidad nos ha hecho perezosos para amar, para pensar, para disfrutar. Nos resulta tan sencillo escribir a nuestras personas cercanas para contarles cualquier estupidez, para compartir nuestros más ridículos pensamientos. Pero lo ideal sería que tuviéramos en cuenta a quienes son más importantes para nosotros y les dedicáramos un espacio. Porque lo que enseña esta modernidad es que puedes tener muchos amigos que lo son porque están dispuestos a chatear contigo, porque pueden servir de apoyo en cualquier momento de soledad y aburrimiento. Aquellos espacios modernos en los cuales nos sentimos sin algo para hacer, desprovistos de cualquier otro esparcimiento que no involucre precisamente al móvil.

¿Será necesario? No lo creo. No pienso que necesitemos de ver las historias de otras personas a las que ni siquiera conocemos, es más, tampoco de las personas a las que en cambio si conocemos. Deberíamos de vivir historias con estas personas. Deberíamos de medir mejor nuestros amigos, porque estos no lo son por tener una excusa para escribirnos a cualquier hora, o en razón a que nos envían memes o porno. Nuestros amigos son aquellas personas con las que disfrutamos estar, con las que nos nace hablar, compartir algo de nuestras vidas. Pero quizá el problema sea ese, que cuando subimos aspectos de nuestras vidas a las redes sociales estamos convencidos de estar compartiendo, cuando lo que estamos haciendo es alimentando el morbo del colectivo, generando ansiedad y envidia en otros y en todo caso aislándonos más, al tiempo que nos perdemos en aquel océano de información en el que parecemos hundirnos sin darnos cuenta y en el que nuestra necesidad vital es a la vez la necesidad por algo que nos daña y nos condena.

viernes, 16 de febrero de 2018

Reflexión sobre inteligencia aplicada: Ser fiel (y leal)

El día de ayer vi una película en donde se planteaba el que llamaré "mito" de las relaciones sentimentales de carácter abierto, aquellas en las que dos personas se quieren, se acompañan pero en también pueden tener sexo con otras personas, siempre, por supuesto, que todo se hable, que todo se sepa. En la película los protagonistas terminan ocultándose cosas y al final también, en un giro un poco cliché, aunque bien contado, se dan cuenta de qué era aquello que en verdad querían en la vida.

Pues bien, en su momento hice una reflexión sobre la fidelidad en donde resalté lo que  a mí juicio era importante (en ese momento) tanto de este concepto como el de lealtad. Aunque he de confesar que me ocupé bastante de los que eran más de lo que en realidad pienso de lo mismo, más allá de mi reflexión inicial conforme con la que su ejercicio hace parte del comportamiento inteligente.

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Pero vamos a ver por qué lo digo. No se trata únicamente del refuerzo de una característica que pienso, es relativa a una persona con esta condición. Esto porque, en principio, siempre he considerado que la inteligencia es un espectro que, además, puede ser entrenado y desarrollado como si se tratara de cualquier otro talento. Pero si me parece que es conveniente, que es interesante, que a su vez es estimulante  y que además es lo correcto. De forma que considero que cumple con requisitos de índole moral, también de carácter, de lo que va de la mano con el desarrollo de la consciencia y el ejercicio de la razón, porque es racional a la vez que corresponde con todo el espectro sentimental de una persona.

Es que son constantes en mi vida las alusiones de otras personas, en su mayoría hombres, aunque varias mujeres también me lo han dicho, en donde se afirma que la fidelidad es un mito, y que una persona no puede ir por la vida sin acostarse (tener sexo, coger, tirar, comerse) con todo aquel que le guste y en cada momento en que se le presente la oportunidad. No estoy seguro si el amigo que me dice eso en realidad gusta de todas las parejas sexuales que tiene (o ha tenido) o de si solamente lo hace por esa necesidad de afirmación de su "naturaleza" biológica y de su masculinidad. Cuando en los círculos de compañeros o amigos en que explico mi propio gusto por el mantenimiento de relaciones saludables, generalmente recibo este tipo de respuestas, aún muchas veces de forma descarada en donde todo lo anteriormente dicho sobre la relación se hace de manera soterrada, oculta, lo cual es incluso peor. Porque puede ser que algunos no puedan oponerse a sus "instintos" o se digan eso para justificar su comportamiento, su falta de carácter y voluntad, o simplemente lo que pasa es que cualquier excusa es buena.
 
En algún post por ahí por internet vi alguna cosa llamada "mitos del Amor Romántico" en donde el número 3 correspondía al "Mito de la Exclusividad" y dice "creer que es imposible que nos gusten varias personas a la vez". Claro, esto es uno de los grandes argumentos de todos aquellos que pretenden que la vida es eso que transcurre entre uno y otro coito. Podemos gustar de varias personas a la vez... ¡vaya! Qué gran descubrimiento (!) Pues sí, hombres y mujeres por igual, con independencia de su tipo especial de preferencia sexual, pueden desarrollar un gusto particular por una o varias personas, de manera simultánea como concomitante e incluso puede pasar aún cuando estas se encuentren en la mejor de sus relaciones. Gustamos de otros, de muchas maneras y por muchas razones. De hecho una de las manifestaciones del gusto es la amistad, que va desde la simple coincidencia en algunas cosas hasta el amor verdadero. Entonces ¿Qué significa eso de que nos puedan gustar "varias personas a la vez"? Pues bien, para no construir un hombre de paja y dado que el meme refería al amor romántico he de pensar que se trata de aquel gusto que recae en enamoramiento de alguna clase y que inexorablemente aterriza también en sexo.

Es que ¿saben? a eso refieren todos los dramas de las personas en las relaciones (o en gran parte) puesto que la madurez de una relación y de las personas que la protagonizan bien puede medirse a través de los conflictos que surgen entre ellas. Pero el sexo es un tema complejo y que establece un precepto sobre el cual se mide mucho de lo que pasa entre dos. Algunos 'progres' (progresistas)  me podrían decir que la idea de la exclusividad, del sexo tradicional, de la misma binariedad natural (hombre/mujer); son cosas mandadas a recoger en la medida en que las cosas entre las personas no pueden ser encuadradas solo en una cantidad de "manifestaciones de amor limitadas" y es que claro, cuando conviene si podemos meter al amor como motor de las relaciones humanas, como forma de interrelación y de acercamiento entre las personas. No voy a entrar en este tipo de consideraciones, pero digamos que la aceptación de los escenarios diversos y la tolerancia del otro, de lo que no es tan abundante o que no necesariamente es norma, no puede revertirse hacia la cultura de que las excepciones indeterminen la biología o que nieguen lo que al menos es más común. La excepción prueba la regla y no al contrario.

Pero en todo caso algunos pueden llegar a considerar que el amor romántico, que las relaciones, no necesitan ni de etiquetas ni de exclusividad. A esas personas he de decirles que asumir compromisos, que establecer obligaciones y formalizar aspectos de la vida tiene mucho que ver con la búsqueda de la tranquilidad de la cual viene acompañada la madurez. Crecer es buscar lo repetible, lo seguro, estamos programados biológicamente para dejar de hacer locuras después de cierto momento, para transitar de manera pausada, para tomarnos el tiempo de pensar antes de actuar y en cierta manera estamos, con el tiempo, dispuestos a considerar que alguna otra persona pueda hacer parte de nuestra vida con algún grado especial de presencia, con exclusividad.

No les voy a explicar cómo funciona una relación ni voy a convertir esto en una revista de variedades en donde puedan encontrar, con un test, si están en una relación buena o no. O si deben cambiar para avanzar, para mejorar, o si deben dejar atrás o no lo que está mal con sus vidas. No tengo interés en decirle a cada cual lo que le podría funcionar. Lo que sí se es lo que en definitiva resulta problemático a largo plazo, aquello que no llena porque termina afectando la vida de alguna forma.

Pero sí, he de decirlo. Lo mejor que le puede pasar a una persona es encontrar aquella otra por la que puede sentir, de tal forma, con tal intensidad, que no le resulte difícil dedicar su vida con devoción y con afecto para amarle. Amar no es solamente tener sexo, se trata de los planes aburridos, de los cursis, de los cansones. Ese tipo de cosas se vuelven indispensables con el tiempo, porque no hay nada mejor que de verdad sentirnos acompañados, entendidos o escuchados. Porque uno quizá siempre tendrá a su familia para varias cosas, los amigos para otras. Pero para otras cosas nada como tener un cómplice, alguien que de verdad lo quiera a uno, lo desee, lo adore, lo ame. Duro. Quizá sea un imposible de lograr, pero claro que se puede. Ese tipo de relaciones se encuentran, se logran cuando uno madura y entiende que no debe ser como fue antes, que debe dejar de repetirse, que debe aprender de lo que le enseñaron antes las demás personas.

Ese quizá sea mi punto. De las excusas no se aprende, tampoco de las justificaciones y los pajazos mentales. No tenemos ninguna necesidad de mantener la ilusión de una relación estable si negamos cualquier esfuerzo por su consolidación a través del juego constante de la búsqueda de otras personas. Y claro, lo malo es que se haga de manera oculta, sin la verdad, sin el debido respeto por el otro. O de manera conveniente y egoísta, como cuando se piensa que solo uno de los dos tiene derecho de comportarse de una u otra manera.

Somos seres humanos y eso nos da la ventaja de un intelecto, de una razón y una consciencia que nos permite destacar sobre otras especies. Somos perfectamente capaces de decir que NO, de igual forma en que podemos decir que sí a cuanto queramos. Construimos cada uno de nuestros complejos universos a través de una base cultural medianamente difusa, de unas características endógenas y exógenas que construyen nuestra personalidad. Y para ello no debemos ser necesariamente monjes, personas célibes u otras frígidas que no han explorado las ventajas y dimensiones del sexo. Somos seres sexuales, pero podemos vivir esta dimensión a través de una vida más o menos responsable que implique un conocimiento mediano de nosotros mismos a través de nuestros cuerpos hasta que podamos unir eso con la propia consolidación de nuestras mentes y espíritus (si es que tal cosa existe).

Exploramos y vivimos, pero para eso no necesitamos mentir. Si nuestro camino es la exploración del sexo, pues podemos conseguir estas parejas disimiles y esporádicas sin necesidad de mentir a nadie. En especial sin necesidad de mentirnos a nosotros mismos. Pensar que no somos capaces de controlar una situación social es negar nuestra razón, la misma que en principio justifica la existencia de nuestros complejos sentimientos que son más que simple instinto.

Así, somos los encargados de llenar nuestras vidas con algo más satisfactorio que el simple intercambio de fluidos. El amor es aquella cosa que nos rompe, el sexo es algo que nos une, pero sin una consciencia del otro no estamos más que en una sesión masturbatoria, un producto hedonista de la concepción egoísta a la que somos arrastrados por cuenta del aislamiento en el mundo moderno. De esta forma para que el amor no nos destruya del todo, hemos de tener un sexo que nos permita mantener algo más que una consciencia univoca de lo que es la compañía. Quizá esto no funcione todo el tiempo o se descomponga por la propia necesidad individual de auto sabotaje, pero lo cierto es que el intento vale la pena y que con el tiempo se puede aprender a hacer más y mejor el amor. Porque es mejor hacerlo, lograrlo, conseguirlo, que simplemente darlo por hecho.

Si pensamos en lo que necesitamos, en lo que queremos y trabajamos por ello en lugar de justificarnos para ir de un lado a otro sin una concepción adecuada de nosotros mismos o sin una consciencia suficiente del papel de nuestra moral, de nuestra inteligencia y virtudes, lo que haremos será navegar hacia un vacío que inexorablemente nos condenará a la soledad. Incluso a la soledad del otro.