martes, 24 de abril de 2018

Martes de escribir algo

Revisando los diferentes borradores de entradas a este Blog pude darme cuenta de que son muchas las cosas que se me han ocurrido, que han ido ocupando mi cerebro de una forma directa o difusa o de las que aun tengo esa curiosidad que genera, en efecto, no menos que una nueva entrada. Cansado, con los músculos adoloridos por el aparente exceso de oficinismo, con la mirada gastada por este par de pantallas que poco reflejan lo que en realidad sería deseable para mi vida; pues bien, aquí sigo. Tratando de darle algún sentido a mis escritos, pues con mi vida todo es más difícil, o quizá sea una discusión que no preciso abordar en este momento.

Estoy mareado, me falta alimento, o eso parecería anunciar mi cuerpo y sin embargo aquí estoy sentado con toda esa masa fatídica que me sobra, antes que cualquier otra cosa, que perturba mi vida de cierta manera en la medida en que no logro tener la disposición para empezar a buscar la forma de eliminarla y, con ello, distraerme un poco de esta cotidianidad que me está agotando mucho más de la cuenta.

Unas cosas se arreglan, otras siguen igual y muchas se dañan. Tal vez porque tanta dicha no puede ser cierta o quizá se trate tan solo de que esa es la huella del caos cósmico. No hay nada mal, solo desordenado y en estos casos es que es preciso ahondar en formas y métodos  para irrumpir en esta corriente de situaciones. De forma tal que pueda uno dejarse llevar, pero que tampoco el oleaje o la marea lo ahoguen.

No sé si este texto tenga todo el sentido posible. Quizá sí, tal vez no. Pero no importa.


Quería escribir algo.

miércoles, 18 de abril de 2018

Negación que antecede a la consciencia

Por qué negarse a la consciencia. Por qué vivir una vida cargada hacia la sola satisfacción de las más básicas de las necesidades. Una existencia que se ocupe de seguir cada una de las reglas que nos encontremos. Un vivir que se centre en el verbo estar antes que en el ser, porque aquella es una existencia cómoda, un ejercicio de lo que llaman la zona de confort. No aquel eslogan de las agencias de viajes que buscan que los millennials no posean nada y que vivan de trabajo en trabajo, así como de viaje en viaje; porque incluso aquella es la comodidad del sistema, al abrigo de las verdades que se entienden como absolutas en la medida en que son compartidas y repetidas por mucho más que una generación. 

Mejor un camino llano, que enfrentarse a cualquier clase de abultamiento, de bache. Es mejor aquello que nos resulta simple a pesar de que mine nuestras ganas de vivir, a pesar de que no sirva más que para darnos un nuevo día. Aunque igual no se darán cuenta porque estarán ocupados haciendo caso, y su inconsciente, por el contrario, los empujará a las más oscuras lagunas de la mente, a la zozobra del espíritu. Sobrevivir antes que vivir; robar un aire que podría ser respirado por quienes sí tienen en cuenta algo de entorno, quienes consideran a través de su razón. Quienes usan su consciencia, quienes se detienen, por un instante al menos, a pensar.

jueves, 12 de abril de 2018

Y vaya uno a ver

Y claro, es solo dejarse coger por el tiempo y este se lo llevará sin ninguna consideración. De eso se trata, de hacer, de romper, de sacar, de volver, de estar e incluso de ser. Pero es complejo. Escapar a todo lo que se viene encima, pasar por debajo de lo que está ahí buscando convertirse en un tropiezo. Dejar.

jueves, 5 de abril de 2018

Espectáculo

Le gustaba mirar por aquel agujero en la pared. Era simple, levantar un poco el viejo papel de colgadura y asomarse con cuidado. Si tenía suerte la vería. No tenía un momento específico para aparecer, podía suceder en cualquier instante, pero si pasaba sería una bendición. Ahí estaba de nuevo, salivó profusamente al verla. Ella hizo gala de toda su gracia y elevó por lo alto las dos magníficas herramientas para proceder con aquel espectáculo que a quien observaba tanto le gustaba. Un primer corte, luego otro. Jadeó un poco, paso saliva, jadeó un poco más.
La puertilla de debajo se abrió, se apresuró y comenzó a devorar la carne, al tiempo que toda la saliva que llevaba un rato bajando en un hilo continuo de sus fauces se derramaba sobre el filete.

FIN

lunes, 2 de abril de 2018

Sequía

Otra vez. Pasa cada cierto tiempo. El peso de los días, de la rutina, de la misma cotidianidad, hace que las palabras se extingan, que de cierta manera el pozo de donde salen las frases se enturbie y que toda esa maraña de pensamientos que pueblan a menudo mi ser, no puedan ver la luz por cuenta de las diferentes situaciones relacionadas, insisto, con el diario vivir. Diario, día a día. Es como si a mí se me fueran juntando las diferentes horas sin una u otra cosa, las frustraciones por los quereres, los resultados de las necesidades insatisfechas. Me explico.

A mí me parece que todo suma. Que la expresión del paso del tiempo no es tan solo la manifestación herida del ser. El devenir, un testimonio de que eso ha pasado, de que en efecto fue, porque lo que estuvo quizá aún permanezca, porque aquel otro verbo tiene que ver con la correspondencia y con el espacio antes que con la existencia y el tiempo.

El otro es una presencia constante y permanente a la cual es muy difícil de escapar. El otro también tiene que dejar alguna manifestación de su presencia, de su devenir, de su propio ser. Y esto, por lo general, se traduce en ruido. Todo está cargado de ruido, todo se expresa a través de ruido, porque las personas desde que son infantes son sobre estimulados con diferentes sonidos más fuertes de lo que deberían. Luego, para el momento de la expresión, de los albores del desarrollo de la personalidad, nos enseñan los diferentes escapes a la sociedad, a nosotros mismos, por eso nos sumergimos en la música (sin importar el género) a altos volúmenes, para no escuchar a los otros seres en formación, sus problemas, los regaños paternos, y todo el ruido que quizá en ese momento si percibimos.

El otro se desplaza a través de medios cargados de ruido. El otro empuña herramientas llenas de ruido que son usadas para crear caminos para sus máquinas que también hacen ruido. Aquel otro también vive en sitios en los cuales pocas veces se ve alejado del ruido y tal vez solo deje de hacer ruido al dormir, si es que no ronca.

Hay sitios en los que el ruido no lo es tanto, en que a ratos pueden escucharse melodías perfectas causadas por el caos cósmico que en cambio las urbes se niegan a abordar. Porque la modernidad siempre ha querido escapar al caos, aun cuando este es el mejor medio de establecimiento de algo sostenible. Lo natural, el azar, el desorden.

Las ideas siguen ahí, el problema es su expresión.