Perder la confianza es difícil.
Entender que lo que sucede, la forma que toma la cotidianidad, es solo eso: el ser.
Continuar, a pesar de las perdidas, a pesar de las contradicciones, de los sucesos. Y sí, cada momento se extiende tanto como lo dejamos, existe quizá en una concepción, una perspectiva pensada a la que denominamos tiempo, el que consideramos inefable, infinito, inmutable. De ahí que nos cause tanta fascinación lo eterno, lo incierto, aun cuando la incertidumbre nos agote, nos colme de ansiedad y temor.
Lo cierto, es poco, o incluso nada.
Una reflexión puede llevarnos a la muerte y cada instante de agonía va de la mano de una serie compleja de razones para negar, para incidir en nuestra propia percepción y negar los procesos consecuentes a través de la razón.
Sí.
Negación, consciente.
Pero esta, en todo caso, no es necesaria para continuar.