jueves, 30 de junio de 2016

Razón y sentimiento: demonios

En este mundo, la existencia propia contempla tantos demonios que al fin de cuentas uno termina pareciéndose a alguno de ellos. Los demonios se crean, nacen de la mera existencia, como manifestación de la otredad de sí mismo, como una forma de exaltación de la capacidad humana, más allá de una sola dimensión, completa, compleja y diversa. De esta manera no resulta solo un ejercicio de claridad, sanidad o limpieza mental el deshacerse progresivamente de todos ellos... no, va más allá y se deriva de alguno que otro problema en términos de lo que se siente, de lo que está más adentro, o profundamente atravesado entre las dimensiones del ser, del estar de la consciencia como forma autorreflexiva de conocimiento, esa determinación racional que en principio explica como se es de una manera algo más, o diferente en todo caso a las manifestaciones más sencillas dentro del espectro animal.

Quizá esto resulte incompleto en la medida en que no es tan cierto el grado de conocimiento que se tiene de ese otro, pero la arrogancia lleva a quien analiza, a partir de un discurso según el cual su posición es privilegiada y deviene de la configuración de diferentes factores en su favor. En todo caso la razón resulta siendo la culpable de toda esta suerte de conjeturas, certezas e interrogantes, tantas cosas que frente a una u otra dimensión, sirven para determinar un estado real, hasta cierto sentido, según el cual cada uno es un ser dotado, al menos de una posibilidad de realizar juicios, valoraciones y de sacar conclusiones con base en la experiencia, el conocimiento y la observación de cualquier naturaleza y coherente con cualquier grado de entrenamiento.

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El privilegio de la razón resulta en algo menos que una licencia para hacer de todo cuanto se ha querido, la libertad que se predica del sujeto, individuo, de la persona, para desarrollarse, expresarse o cualquier otro aspecto que se derive de sus diferentes juicios y razonamientos. Se actúa frente a sí e incluso frente al otro, guardando las proporciones de la respuesta posible y con ello acatando los ordenes superiores que establece la sociedad en conjunto de acuerdo con las posibilidades de coacción, coerción o de reproche.

Los seres complejos, y tan racionales como se puede, producen a su vez razones, formas de sustentar sus dinámicas relacionales, sus maneras básicas y no tanto como respuesta hacia el otro, sino como desarrollo de la condición humana, pues por cuenta aun de la más compleja de las personalidades, y el más enrevesado sistema de valores o principios, e incluso cuando se trata de comportamientos o individuos desviados de lo que dicta la normalidad social, lo aceptado, lo tolerado, lo que es síntoma de sanidad, normalidad, civismo, respeto, es tomado casi que como un axioma.

Estos principios o normas básicos de la humanidad, son tomados también como condición diciente de la vida en sociedad y por tanto de civilización, aun cuando se distinga entre las complejas brechas culturales de oriente y occidente.

Los demonios, se corresponden con todas las culturas, con todos los espectros de pensamiento, cosmogonías, y toda forma de asentamiento social. Tienen que ver con la forma que toma la maldad personal, aun cuando se culpe o no de la misma a una fuerza extraña, ajena, sobrenatural incluso. Lo cierto es que la oscuridad, el aspecto que toma el deseo o el querer sobre acciones o consecuencias dañinas o naturalmente incompatibles con lo que se ha considerado como normal o valioso, es una constante en toda la actividad humana.

Pero mi referencia es a los demonios del pensamiento, a los conflictos del alma, a la forma que toman nuestras frustraciones, temores y pesares. Cuando el sentir permea todas las otras manifestaciones de nuestra razón, arrastrándonos por callejones oscuros, por pasajes fríos, húmedos e incómodos en que nuestra sanidad es puesta a prueba.

Estos demonios están allí por alguna necesidad de nuestro ser, para salir o materializarse de alguna manera, y para algunos se convierten en la materia prima de sus creaciones, o en el sustento de su mal comportamiento y en la esencia de su maltrato a otros, en una excusa, o en una justificación.

El mal está ahí, adentro, sumergido en el corazón de cada cual, y perdura, es eterno y constante, tanto o más que la propia bondad humana.

miércoles, 15 de junio de 2016

... Reflexión 11: Voluntad.

En febrero del año 2013, empecé a querer, considerar, a determinar una pequeña reflexión especulativa de corte más o menos profundo en relación con la voluntad. Quizá debería empezar por dar cuenta de su significado, hacer algun acercamiento a través de la semiotica o desde las percepciones propias del lenguaje, sin embargo tengo claro que este rasgo humano tiene varias aristas que parten desde el individuo y sus diferentes manifestaciones.

El sabio internet nos presenta varias aproximaciones al termino, desde una perspectiva puramente individual y psicológica, encadenada sin embargo con aquella dimensión social individual en tanto lo que se piensa, concibe y luego se quiere o desea se vincula con el orden social, con la libertad.

Según múltiples acepciones del Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L., el término "voluntad" puede entenderse como la facultad del ser humano "(...) para gobernar sus actos, decidir con libertad y optar por un tipo de conducta determinado". De igual manera se relaciona el concepto con una capacidad, la cual lleva de la mano un grado de esfuerzo, en especial desde un punto de vista correlativo a la decisión, más que a la aptitud. También se toma desde esta idea la disposición o el mandato de una persona, como concreción o manifestación de su deseo.

Pero uno de los puntos de vista que más me interesa es el que está relacionado con la intención para hacer, con la gana o el deseo aplicado, con el fin de lograr o ejecutar alguna acción. Con la forma que toman los deseos, los quereres, la misma necesidad. La voluntad es la expresión razonada del movimiento, la oposición en desarrollo de nuestra caótica naturaleza a la inercia propia del fin de la existencia, hacemos, construimos, vivimos, en ejercicio de esta fuerza que nos lleva hacia adelante como un desarrollo del ser, antes que del estar. 

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Existimos desde tiempos que anteceden a nuestra propia historia, como una muestra constante de acción, de influjo sobre la realidad, lo que puede o no estar motivado en nuestro deseo de control sobre nuestro alrededor, sobre la necesidad de superar nuestra propia mortalidad a través de edificios que desafíen la gravedad, el tiempo, el espacio, que sean más eternas que nuestra frágil y finita existencia, dado que los pensamientos perduran, el conocimiento se perpetua a través de las formas que ha fraguado el ser humano para hacerse siempre presente. La voluntad es un sentido de exaltación, una forma de acercarse a lo divino, de alcanzar las pretensiones propias de lo eterno y lo sublime en razón a la búsqueda de propósitos, el establecimiento de metas trascendentales que permitan a cada persona desarrollarse de la mejor manera posible, no se trata únicamente de algo como la felicidad, ni de un principio de mera supervivencia, se trata de la disposición filosófica,  del sentido reflexivo de la presencia, de una contemplación de la existencia que derive en un principio, que de sentido a la historia, detalle un pasado, constituya un presente y aclare de alguna manera la incertidumbre del futuro.

La intencionalidad es una idea derivada  de la responsabilidad y que ha llegado a ser constituida desde los elementos relativos al sujeto, que tienen efecto en la forma que toman las acciones, en especial desde las reacciones o consecuencias de los mismos. Es decir que la el elemento volitivo no es otra cosa que la expresión razonada en procura de una determinada consecuencia, o que incluso permita establecer que se conoció con cierto grado de certeza que algo sucederá luego de haberse aplicado una acción, y que de alguna manera lo acaecido no fue originado por el azar, con independencia de que el resultado final si haya sido intervenido por fuerzas ajenas o extrañas al entender del ejecutor.

Pero más allá de la responsabilidad de los sujetos racionales, la voluntad es un concepto que procura dar una idea de motivo, antecedente consciente o incluso de planificación, consideración previa o presupuesto de hechos o escenarios.

Quizá la idea trascienda únicamente a una razón como quise, que fundamentara la acción, como oposición consciente a la inercia también derivada de la aplicación de lo racional. La gana o energía que se presenta como contraprestación a la misma desidia, a ese malestar de lo consciente que se deriva del cansancio trasmitido a la especie y que ha trascendido nuestro propio humor, quitando el mismo sentido existencial que es propio del ser humano, al que clásicamente se le ha tildado de consciente en virtud de su relación con la realidad, tanto aquella derivada de lo sensorial, como toda aquella que se ha generado en razón de su pensamiento y emoción.

El malestar de la existencia, los problemas derivados de la corriente moderna, homogeneizadora tanto del pensamiento, como de las razones conscientes propias de la cuestión existencial, se presentan como una negación al problema, de manera que si la razón es negada o reemplazada parcialmente, en el mismo sentido se establecerán cadenas de motivación que alteren la dinámica de la voluntad, sustituyéndola por un seguimiento a la idea generalizada que ha sido adoptada.

El individuo se hace entonces, uno solo con la realidad frente a la cual ya ha perdido el poder y la voluntad de alterar. Y este, es un problema para otro día, para otra especulación.


lunes, 13 de junio de 2016

Pausa para lamentarse

Son múltiples las cosas que pasan por la mente de una persona medianamente consciente. Resulta complejo hablar de uno mismo, y hacer cualquier clase de reflexión que quepa dentro de una categoría loable en términos de crecimiento personal, si es del caso, o de algo que sirva, pero todo, todo puede ser controvertido, o mejor, desestimado. Sí, porque el auto conocimiento es egoísmo, y es malo. La observación de los demás, se constituye en una crítica, que usualmente también es mala si no está acompañada de alguna señal de acción, una disposición de cambio a través de un consejo, sin embargo, esto también es malo ya que no se puede decirle a otros como hacer las cosas.

Los consejos, las opiniones y las críticas solo sirven (o tan solo se aceptan) si acaso suelen ser constructivas, positivas o si en realidad disfrazan alguna clase de elogio o disposición de alabanza frente a quien se dirigen, claro, salvo que se esté dentro de una posición de autoridad con respecto a la persona, caso en el cual el mensaje será tolerado en una mejor manera, o incluso adoptado si la posición está mediada por alguna suerte de dominación por efecto del carisma o la admiración.

En fin. Es poco lo que se puede decir en realidad, salvo que goce uno de alguna forma de ser, de una personalidad cínica, ociosa si quiere, la cual permita ir un poco al rompe con este tipo de imposiciones.

Este mal aumenta en la medida en la que desciende la curva de edad del individuo al que nos refiramos, poco queda de una atención real hacia el otro, ya que las personas son fácilmente descalificadas, salvo que -insisto- sean alguien, y que tengan por tanto una mayor importancia para el colectivo, lo que puede ser rastreado a través de su impacto en el mundo alternativo y cada vez con mayor relevancia que dictan las redes sociales, el internet.

Quizá en algún punto podré explicarme de mejor manera, sin caer en tantos lugares comunes y sin acercarme tanto a lo que critico.

Lo cierto es que estas realidades, sumadas a otras tantas de la expectativa y el devenir cotidianos, simplemente están mermando mi capacidad de resistencia a las vicisitudes del rigor de cada ciclo de rotación terrestre. Esta desidia, propia de la cotidianidad, probablemente terminará acabando conmigo...

jueves, 9 de junio de 2016

Parcial

Todo cambia, todo termina, o uno lo deja terminar...

La vida es una sucesión de instantes, momentos y circunstancias pasajeras. Basta con hacer memoria a través de las imágenes capturadas en épocas distantes o no tanto, y es sorprendente todo lo que vuelve, todo lo que se siente de nuevo, de la manera propia que dicta la memoria, de esa forma que no es del todo coherente con la realidad, de esa forma en que sólo existe el pensamiento humano, tan profundo y complejo como la tesitura de los sueños.

Recuerdo, melancolía. Cada fragmento hace parte de otra realidad y por tanto de otra vida, aquella que fue dejada atrás, a raíz de una decisión, como resultado de un ejercicio de voluntad e incluso como forma de atender a una fuerza, suceso o acontecimiento insalvable.

La inevitabilidad es tan relativa como la disposición del espacio, del tiempo, de las distancias y los momentos, puesto que todo está tan intrínsecamente conectado como alejado y revestido del caos universal. Todo cambia, todo se termina, todo pasa por algo a la vez que por nada. Los espejos de la razón forman cascadas de reacciones, nuestras acciones se miden por el impacto que causan en otros, pero a la vez son poco tenidas en cuenta para el crecimiento personal, para la introspección.




miércoles, 1 de junio de 2016

La maldición de los 19

No querido(a) lector(a), no le voy a salir ahora con ningún tipo de experiencia surreal en relación con la edad. De por sí, ya me encuentro un tanto lejos de aquella edad que sugeriría el título.
El guarismo, corresponde con otro efecto, refiere a otra situación, y tan egoísta como es este Blog, no tiene que ver ni siquiera con su autor, o al menos no directamente. A lo que haré referencia, de lo que me ocuparé no es de otra cosa que del mismo espacio, de éste en el que se plasman estas letras y el cual, tiene la maldición de las 19.

Hmmm. Claro. Con razón. La equivocación tiene sentido en que el título es "de los", mientras que aquí menciono a "las".

Pero se trata en todo caso de las entradas, de cada una de estas anotaciones que configuran esta bitácora o WeBlog.

He notado como desde el año 2007, en el que inicié este proceso de pensamiento, de sanación, de crecimiento espiritual a través de la palabra (Ja). No he podido volver a un estado de creatividad que me permita tener un número considerable de entradas por mes. Por la razón que sea, que incluso ya se encuentra gastada, tanto como más de una reflexión que pasó por acá, un pensamiento fugaz o una idea enrevesada que jamás pudo llegar a ser una especulación (de las que no hago desde 2012, a pesar de los preludios y los planes, los borradores y las ideas para...).

No he podido pasar de las 19 entradas en un mes muy activo, como ese de mayo de 2016 aún no tan lejano, o incluso del enero de 2015 en que también fueron 19. Y es curioso como los números se hacen uniformes aun en lo que responde a cada año, 36 (2012), 30(2013), 37(2014), 37(2015)...

Qué pasará con la vida que la vuelve tan monótona, tan repetitiva, cíclica, al menos en términos de rutina y de trabajo, de ansiedad, estrés e insatisfacción.

Menos mal existe ella, y cada día es grácil, bello, o al menos tiene algún asomo de dicha por la bondad de la existencia plagada de alguna que otra sensación no extinguida por cuenta de la consciencia.

¿no?