miércoles, 31 de enero de 2018

Otro mucho, que no es tanto, sobre el amor

El amor es la cosa más extraña del mundo. En algún momento quise entenderlo, quise abordarlo, reflexionar sobre este sentimiento que, se dice, mueve al mundo. Mis conclusiones no fueron buenas, se quedaron en pequeños aspectos de la realidad y de las relaciones que poco decían, que poco daban cuenta de lo que en realidad sucedió.

Empecé con una serie de entradas para construir una especulación, de esas que ya poco se ven por este espacio. Allí, tan solo hice una descripción superficial del concepto.


Decía algo así: El amor es un sentimiento que surge por las personas (aunque algunos pudieran profesar que lo sienten por mascotas, cosas y demás; en fin, todo tipo de ideas, tangibles e intangibles). Eso parece simple y fácil de entender por las personas; en materia de sentimientos creemos que por el hecho de cumplir el requisito fundamental, es decir, sentir, ya estamos en capacidad de entender todo lo que esta alrededor del sentimiento; Claro esta, que podemos fácilmente dejar escapar muchas cosas a la hora de tratar de entender algo que en definitiva no ha sido diseñado para ser entendido. Probablemente ese sea el problema, como lo he mencionado en ocasiones anteriores, somos seres complicados; Nos concentramos tan solo en intentar hacer, en intentar no errar, no caer y por supuesto en no sufrir. El problema entonces es que todo se nos queda en el intento, por la mala manía de fracasar antes de iniciar; un pesimismo que incluso he visto en muchos de los que podrían jurarse a si mismos como abanderados del optimismo, pero, como es para mi y lo seguiré pensando, no somos mas sino una suma extraña de recuerdos y melancolías, buscando que nuevas memorias tristes o felices pueden reemplazar a las anteriores; Como si estuviéramos constituidos de un lego que a fuerza sabemos carece de todas las piezas y que intentamos casi de manera infructuosa completar cada día con las piezas con las que tropezamos.

Y un poco después llegué a otras conclusiones relacionadas con este sentimiento en "otro poco sobre el amor" una entrada ya bastante vieja que me produce un poco de nostalgia sobre cómo podía usar las ideas antes.

Querer es muy difícil o mejor, tener una relación que implique un buen querer es complicado. Tanto es así que la mayoría de las veces el amor se confunde con muchas cosas que las personas asumen como amor por la inexperiencia o porque simplemente una vez hemos querido y sufrido por el amor, entonces nos creemos dotados de todo lo necesario para hacerlo (hablar y predicar sobre ello como algo natural y obvio) (...)

Así las cosas lo mejor que puedo hacer es tratar de encontrar lo que puede llegar a ser una escala del querer o unos niveles lógicos de amor. Si bien es claro que para muchos el amor se divide en amor filial (fraternal) como el que se le tiene a la familia; amor a lo etéreo, divino (devoción) y que esta por encima del hombre (el amor a dios si es el caso); y el amor al otro, al complemento, media naranja, etc. Este último se asimila a veces con lo erótico y lo sexual, también llamado sentimental o romántico (cosa que no comparto, cuando cada palabra significa una cosa diametralmente distante de lo complejo de la pareja o plantea algo muy vago como para ser seriamente considerado).

Aunque devienen lógicamente del amor, de aquella capacidad del ser humano para sentir, se suele despreciar de alguna manera el cariño que puede sentirse por las cosas, al no ser sujetos sino objetos y no entenderse que no puedan corresponder, y a los animales en la medida en que suelen entenderse estos como seres puramente instintivos incapaces al parecer de responder a otra cosa que no sea a lo primario y urgente. También existen amores a las actividades diarias (yo diría el gusto por lo que haces, aunque hay quienes dicen que hay que hacerlo todo con amor, ¿confuso, no?).

(...)
Amar no es una incesante búsqueda por el sufrimiento como todos creen; ni es la fabrica mas eficiente de cínicos(as), misóginos(as) y decadentes despojos de seres humanos que convirtieron en costras duras como el metal la antigua materia suave y dulce que los rodeaba y que en algún gaseoso contorno hacia casi que volaran. El dolor es una manera de mostrarnos los errores, y ante todo la fragilidad propia del estar y de la forma clave de ser.

Somos porque sentimos, porque el mundo nos afecta y nos da motivos expresados en senso-percepciones para tomar decisiones; entonces, el amor no es mas que una forma mas de estimulo; uno que causa un caudal múltiple de reacciones tanto en nuestro cuerpo como en nuestro espíritu y cuya respuesta solo depende de nuestras propias decisiones y de las cosas que hacemos para intentar sobrellevar la corriente. Y no es que sea nadar contra la corriente, es precisamente que mientras que nos lleva, no nos ahogue.

Lo he recordado, he revivido este sentimiento y he pensado nuevamente de una forma coherente o que me resulta al menos agradable. Aquí estoy nuevamente con la capacidad para buscar con el disfrute del encontrar y con las esperanzas renovadas. Quizá esta vez sí resulte.

martes, 30 de enero de 2018

Libertad o cuasi preludio de una reflexión

Sí, tal cual. Esta entrada como tantas otras corresponde a alguna vez en que vislumbré algo parecido a una reflexión, pero que no o la luz por cualquier motivo que se les ocurra. Así es, ha sido  siempre así también. Cuestionar algún pedazo de la realidad es algo difícil cuando las manos son atadas con el lazo de la obligación, porque a lo mejor a uno mismo se le ocurrió, por un pedazo más grande de pan, aun cuando todas las miserias tienen el mismo tamaño a pesar del confort con que se afronten y aun cuando los problemas derivados del pensamiento, de la razón o del simple equilibrio de la consciencia nada tengan que ver con todo aquello que se posee, aquello que se tiene, o de lo que se disfruta (aunque esto último sí que ayuda).
Tomado de: https://pixabay.com/get/2dac5e48e0d333454cd7/1448566621/forest-657902_1920.jpg?direct
Desearía entonces detenerme a pensar en lo que es la libertad, en lo que esta representa y por qué rayos vivimos en un mundo abocado hacia su realización, hacia su consecución. Un mundo en que este concepto se predica de todo lo humano, porque al parecer todo es un constante de la expresión de la decisión, porque la voluntad debe manifestarse, es una realización de todo aquello que nos permite la consceincia. ¿Pero es cierto?

¿Este no será uno de los mayores engaños de la historia de la humanidad? Es como si el advenimiento de la modernidad trajera consigo cada vez una mayor restricción a lo que podemos hacer. Y claro, es que el contrato social es neceario para que mantengamos a raya a lo peor de nosotros mismos, a cada cosa que disrupta el paradigma contemporaneo, la vida en sociedad, la civilización. Aun cuando todo sea tan solo un condicionamiento a gran escala al que pocos quieren escapar. 


Tomado de: https://pixabay.com/get/a673693d7a1ef684dc7f/1448560719/road-815297_1920.jpg?direct
Tendré que pensarlo mejor, escribirlo de forma adecuada. Claro está, si es que en algún momento estoy libre para hacerlo.





lunes, 29 de enero de 2018

Justificaciones osadas, cínicas, descaradas, inocentes, e ignorantes

Alguna vez escribí tan solo el título de la presente entrada. Hoy que quise simplemente volver a ver, establecer que era eso que dejé inacabado, pues sorpresa. Nada. Únicamente el título. Es como si en algún momento hubiera tenido una idea para hacer una entrada y luego pufff, de esa forma en que desaparece la inspiración y en que todo se va a la mierda.

Me gustaría ocuparme de todas esas cosas que se dicen para establecer puentes entre el deber ser y el ser, o entre el ser y el estar o que, en todo caso, sirven para que las personas puedan vivir consigo mismas. Es la naturaleza del ser humano, el engaño.

Pero, ¿por qué tendrían que haber justificaciones? en especial aquellas que son osadas, cínicas, descaradas e ignorantes (lo de las "inocentes" me lo reservo, por ahora). Vivimos en un mundo que, como quizá ya lo haya dicho antes, tiene poco de progresivo, en donde las convenciones morales nos dieron las bases para vivir unos con otros sin matarnos, pero en donde también se han pervertido varias dinámicas de relación, pero sobre todo de comunicación. Y me refiero a la relación porque esta se establece con casi toda otra persona con la que uno se cruza durante su vida, salvo los casos de extrema eventualidad, aquellos incidentales que pasan, y que tan solo quedan como pequeñas motas en el polvo de la memoria. Algunas veces se quitan, pero otras veces no.

Entonces, para establecer relaciones se tiene que pasar por toda una serie de convencionalismos y formalidades, algunos muy propios de lo que sucede cuando una persona se enfrenta a otra, y en tal caso necesarios. Como aquellos pasos que el algoritmo relacional exige de todos y cada uno de nosotros. Y claro, son cosas que pueden o no seguirse bajo una lógica consciente, porque, como ya lo he dicho en varias ocasiones, las personas pueden vivir casi que en piloto automático, el desarrollo del mundo, la evolución de la cultura y el devenir de la ciencia y la técnica han hecho que cada vez se pueda pensar menos, y como pensar es problemático (a veces doloroso) pues la gente prefiere no hacerlo. De esta forma es más fácil responder al libreto del que nos ha dotado la cultura y hacer medio millón de veces aquello que es cómodo, conforme, conveniente. Eso es y no es pereza, pero en otro momento me referiré a ello.

Lo siguiente lo ilustraré con un ejemplo. Podemos llegar tarde a todos lados en la medida en que sabemos que la sobresaturación de personas, la mala planeación y administración de las ciudades así como en general toda la infraestructura de transporte es, cuando menos, deficiente. Así las cosas, la excusa perfecta para quedar mal con los compromisos, para eludir las más básicas responsabilidades en relación con el tiempo de los demás, se queda en un encogerse de hombros que representa la incapacidad para luchar contra aquellas circunstancias insalvables. ¿Y qué pasaría si acaso sales más temprano? ¿Qué pasaría si tienes en cuenta, precisamente, aquello que ya conoces por demás y que no es otra cosa que la realidad del entorno en que te mueves?

Tenemos entonces toda clase de justificaciones de todo orden. Los cinicos nos escudamos en el cinismo para ser como somos, cada cual se aboca a la defensa de la misma naturaleza humana tan solo para establecer una condición inamovible de cosas que están mal. Es como si se aceptara que lo que está mal con este conjunto humano así lo es y no hay formula de cambio, a pesar de que la historia de esta especie es la del cambio, la adaptación y la evolución.

Pero algunos se han querido quedar estancados, sumidos en ese oceano de circunstancias que nada importan pero que constituyen toda una vida. El estrés por las pequeñas situaciones para las que, igual, se va a tomar un camino predefinido; la ansiedad por aquello que se ha querido pero por lo que cuesta trabajar en la medida en que todo esfuerzo parece costar el doble, ya que hay que trabajar; la inmediatez que nos hace torpes para hablar, perezoso y brutos a la hora de pensar, conocer y saber; Aquella angustia y necesidad de que el tiempo pase, de que llegue aquel mañana que seguro traerá un amanecer en que no haya que lidiar con el otro, en que no haya que acceder al limitado abanico de respuestas y acciones que nos han enseñado, en que tan solo se pueda ser aquel ente que consume, y que se desconecta de los demás, haciendose uno más con aquel apendice iluminado de cuya bateria depende nuestro estado de ánimo. Pero a la final nada de esto importa, porque también es una justificación, quizá la más inocente, aquella que está dictada por las circunstancias.

viernes, 26 de enero de 2018

Otro día, otro raye

El tiempo correcto nunca es el tiempo presente. Vivimos a la sombra de una sensación cronológica discontinua, pero que tiene, por cuestiones culturales, ampliamente embebida la idea de continuidad. Nos enseñan desde siempre a pensar en líneas, a desconocer los puntos y a rechazar las curvas, y ni qué decir de las complicadas formulas senoidales, de aquellas basadas en más de dos ejes, de aquel mundo más allá de la simple dicotomía cartersiana, maniquea o binaria que reconoce tan solo lo que nos da alguna opción sencilla para la elección o el descarte.

Y es que la vida por cuenta del descarte es la más sencilla, se escoge el menor de los males por la pereza de buscar aquella opción no obvia que puede ser, en efecto, buena. Se acepta sin más cada cosa que alguien más dice, por quien es, porque la falacia hace tiempo contaminó las más básicas capacidades del raciocinio. Se da vuelta sobre una idea, se ataca al que no piensa como uno -o como le han dicho a uno que piense-, se hacen generalizaciones a toda carrera, se parte de la cuestión para hallar la respuesta y viceverza, y siempre se usa aquel ridículo de cajón, que parte de aquello que nos han mostrado como humor, para no prestar atención a lo poco valioso que dice el otro. Sí, es poco porque ese otro también está afectado por los mismos males, porque es otro, uno más, aquel, el que se distancia de mí tanto como lo permite el territorio. Tanto como lo deja ser la circunstancia.

Los ciclos sirven para dar algo de sentido, una sensación de cierre a estas vidas que no resisten los bucles, que parecen no querer quedarse sometidas a una rutina, pero que en el fondo lo buscan. Aquella es una dimensión absurda de una existencia que siempre se encuentra en  eterna contradicción: buscar la estabilidad para luego querer morirse por someterse a ella. Pero todo lo que se repite tiende a a mejorar en algo lo repetido. Es con la práctica constante que nos hacemos mejores en cualquier acción u oficio, pero cuando se trata de algunos aspectos de nuestra vida, la repetición se hace rutina, y la rutina se establece dentro de lo cotidiano como algo que encierra a cada cual dentro de un escenario en que sus libertades quedan coartadas. ¿Libertad de qué?

¿Libertad para qué?

Ha de servir al menos para protestar, para no ahogar los gritos de desespero, aun cuando estos tengan que tener el volumen de las letras escritas, aún cuando estos tengan que quedarse en un Blog que nadie lee.

jueves, 25 de enero de 2018

Mi primera novela

Hoy tuve la fortuna de lograr terminar una novela, la que espero sea la primera de varias. Siempre me ha gustado escribir y de una u otra forma ha sido un ejercicio constante desde hace más de una década. Quizá, precisamente, lo que necesitaba para seguir adelante con los proyectos literarios no era más que pasara el tiempo. He visto con horror como antes podía contar historias (lo he hecho desde antes de empezar a escribirlas como tal). Yo soy una personas que empezó tarde en su vida a ver las cosas terminadas, a tener la satisfacción de llevar un proyecto hasta sus últimas consecuencias. Hoy es otro de ellos, hoy se completa otro pequeño ciclo que para lo único que sirve es para mostrar que se pueden hacer muchas cosas, aún cuando uno está consumido por tantas y tan peligrosas emociones.

Igual, a veces no tengo cómo saber que lo pienso es cierto, que lo que siento es tan real como antes, porque mi vida se debate entre el pensamiento, la reflexión y la especulación al igual que bajo la premisa de la creación. No puedo dejar de expresarme, no puedo dejar de narrar, de contar, de inventar. Me gustan las historias, me gusta el drama -el literario- y creo que he de seguir adelante con todos estos caminos que pueden llevarme a un mejor desarrollo de mi ser.

Enhorabuena por mí. No me queda más que sentirme dichoso y pensar en que este es solo el primero de varios triunfos iguales o similares.


lunes, 22 de enero de 2018

Otro balance inútil para tratar de dar explicación a lo que en realidad no la tiene, o de la cual es simple y sencillo

El año 2017 fue un maldito año. Difícil, improductivo en muchos niveles, y desastroso para mi confianza en muchos otros, aunque interesante en varios tantos otros aspectos, lo que evitó que no me volviera loco. No me refiero solo a cosas intrisecamente personales o que estén relacionados con la vida el infinito y todo lo demás. Sí, algo me dice que la profundidad de mis pensamientos ha ido mermando y para recuperar esta agudeza, de alguna u otra forma tengo que volver sobre lo que he escrito. Tengo que leerme y darme cuenta, recordar o evitar olvidar. No es un balance sobre lo personal, eso empezó regular, fue avanzando y en cierta manera terminó muy bien. Quizá mi falla tenga que ver con este espacio, con otro tipo de consideraciones personales correspondientes con mi inteligencia, lo poco o mucho que resta de ella luego de establecer rutinas dañinas para mi cerebro. Y no, no se trata de un carrusel de circunstancias destructivas o de vicios que hayan podido mermar las cosas. No, es solo la falta de interés, de cuestionamiento. Aquellos lugares cómodos que se forman cuando uno está allí para hacer lo que se le indica. La pusilanimidad en su máxima expresión.

Pero lo que en realidad me molesta es que termine afectando cosas como este espacio.

Mi año más malo en términos de entradas, antes de 2017, fue el 2011 en el que tan solo escribí un total de 27. Mientras que en este fatidico año pasado solo fueron 17, esto es, diez menos. En 2016 había escrito 47, todo un avance para el año anterior en que fueron 37. Pero no se trata solo de números. Se trata de la diversidad y calidad de las diferentes entradas y de eso hay poco en este año. Poco, poquísimo. Casi todo lo que escribí fueron cosas ligeras, poco elaboradas. No hay mayores entradas reflexivas como las del año 2016.

No haré un propósito para este año 2018, no creo en tales cosas. Me parece un tanto ridículo, puesto que uno no debe esperar a algo tan circunstancial como el final del año. Pues si bien es un hecho correspondiente a un consenso científico que la tierra hace su moviento de traslación en 365 días, la fecha de cada vuelta alrededor del sol es algo que alguien se inventó.

En fin. Tendré que escribir más y quejarme menos. Ja.

lunes, 15 de enero de 2018

Maldito año nuevo

Maldito año nuevo.

He decidido desde hace un tiempo que me encanta maldecir, es algo que se me da bien tanto como pocas otras cosas. Y quizá es que el verdadero talento me sea esquivo, o tal vez esa cosa no exista y por tanto no pueda, por más que lo intente, alcanzarlo.

Como sea.

No soy bueno para esto de los propósitos de año nuevo, pues este tema del año es tan aleatorio como puede ser y parte de la decisión de alguien, al igual que el mismo número del año en que nos encontramos. Y es que damos por sentado tantas cosas y lo que sucede es que nuestra vida es dictada. Corresponde con lo que nos dicen, lo que nos enseñan, a agachar la cabeza y a hacer caso.

La vida es eso que pasa mientras aprendemos a decir: ¡NO!