miércoles, 20 de abril de 2011

Agudo

Existen días en los que uno puede llegar a preguntarse: ¿para qué me levanto de la cama? Pues bien, no sé. Era mucho más fácil cuando tenía un propósito claro, un horizonte (al menos cercano) que me permitía lanzarme sobre la vida para hacerla mi objeto de dominación, para someterla a mi voluntad, para hacerla tan mía como la palabra lo permite, como el concepto de propiedad da pie para; Ciertamente aún considero tal cosa posible, es solo que en un estado de duelo, los sentidos (los míos, claro está) se agudizan, aunque muchas cosas pasan a ser vistas a través de un filtro, la realidad se hace irreal (aunque naturalmente eso puede deberse solamente a un delirio esquizofrénico propio de la naturaleza humana, y que busca obviamente mi destrucción, pero en el caso que sea, no se lo voy a permitir).

Me remito a lo de la agudeza, porque he tenido de nuevo episodios de extrema revelación consciente, dándome cuenta de lo acertados que llegaron a ser mis pensamientos en algunos momentos que ya pertenecen al pasado; No es que me arrepienta de alguna manera de lo acontecido, ni de la manera de actuar correspondiente al momento; Solo es que me doy cuenta de lo complicado que es ver las cosas cuando uno esta tan ocupado sufriéndolas; Tampoco deviene todo de un estado de sufrimiento constante, no, es solo que frente a la felicidad de algunos acontecimientos, casi siempre viene un sentimiento asociado de miseria, eso último tal vez sea polémico, o sea ridículo incluso, lo que pasa es que cada momento miserable se sumerge totalmente en lo inocuo, imperceptible, o superfluo, cuando se está en un estado de felicidad, lo que hace fácil esa respuesta, lo que hace posible que todo tenga un devenir loable...

Todo estado de la razón y la emoción humanas, causa a su vez un contra-estado, es decir, toda acción tiene una reacción. Aquello de la física de la que me he ocupado en un par de ocasiones.

viernes, 15 de abril de 2011

Tristeza (otra de tantas veces)

Una lagrima de amor se desliza suavemente por mi mejilla y se pierde entre la espesura de mi barba... Así empezaba esta entrada en un día cualquiera de marzo en que mis ilusiones estaban agonizando, pero aún no habian muerto. Muere cada cosa dentro de uno debido a que las emociones son tan frágiles que estallan y sus esquirlas hieren de forma profunda, y se quedan clavadas en nuestra alma sin que sea posible retirarlas a tiempo, cuando el interior aún pueda sanar, cuando todo aún es posible.

La esperanza es lo único -y lo primero- que se pierde, en especial en cuanto a ciertos aspectos (ciertos, determinados, estos, aquellos, no importa). La vida no es un carnaval, pese a lo que cualquier persona pueda pensar, tan solo existen conceptos, ideas y pensamientos con tanta o tan poca fuerza para mover el sustrato de nuestras personalidades. Una idea puede cambiar el mundo, al igual que puede destruirlo. Veo con profunda indignación como aquel mundo al que me refiero se esta destruyendo por la falta de ideas y como es consumido por la banalidad. Todo es más de lo mismo y cada ciclo parece tener sentido solo al morder su propia cola, al entregarse a la posibilidad del bucle infinito, porque lo finito es otra idea, una que no sirve, porque aquello que no sirve debe ser hecho a un lado, así como lo que sirve debe estar destinado a un propósito superior de nunca exceder ninguna expectativa aunque en esencia parezca excederlas todas. Y es que el problema es ante todo que aparente, que parezca, porque las cosas no deben ser, su núcleo es indiferente para el grueso de aquello que está afuera, lo importante es que luzca como, que engañe.

El engaño es el motor de trabajo de todas las relaciones humanas. Se miente, y de tal forma que la verdad es una piedra en el zapato; De igual manera es inconveniente, nunca se puede salir con lo que uno quiere; No hables con la verdad, mucho menos actúes o vivas conforme a ella; No manifiestes aquello que está dentro de tu corazón, no es importante para los demás, incluso, puede llegar a molestarlos.

Sí, estoy arrepentido, ¿pero de qué me sirve? ¿Acaso puede hacerse algo al respecto, con la firme seguridad de aquello que se hizo mal? Es que el problema no es saber que se hace mal, si no hacer algo al respecto; Siempre he sido una persona un poco complicada a la hora de tomar acción, pero en este caso no hay nada que hacer.

Muchas veces he manifestado mi tristeza, aunque es obligatorio para mí resaltar que no tengo una visión nefasta de todo -esto-, ni tampoco se redujo mi espectro cromático al blanco, negro y su combinación natural. Es solo que en algún momento cesó mi capacidad para hacer la vista a un lado, el error fue que empezara a importarme, porque después de eso no he podido recuperar el sentido de mi propia existencia, que podía cerrarse sobre sí misma para evitar la entrada de factores externos. No me queda de otra si no esperar, ¿a qué? No sé, probablemente a que el tiempo haga estragos en mi manera de sentir y que mi pensamiento me proteja volviendo a apagar la función de sentir.

Tengo claro que mucho de lo que escribo no tiene el menor sentido para usted, mi querido lector/lectora, pero puede que usted se haya sentido así en más de una ocasión y no haya sabido que hacer al respecto, bueno, yo tampoco sé que hacer, y lo único que se me ocurre es dejar constancia de lo que me pasó, a ver si alguna vez dejo de hacer estas cosas que me lastiman (y de paso a otros) y empiezo a usar de manera más inteligente -o al menos más conveniente- mi propia sabiduría.

jueves, 7 de abril de 2011

Espacio

Muchas veces he tenido que encontrar la inspiración en muchos espacios, tan diversos, que precisamente el encontrar se hace difícil de auto justificarse, es tanto así que el sentido de la vida se pierde porque lo repetido hace que uno se agote al enfrentarse de nuevo a las mismas frustraciones.


Hace poco se me dio por escribir a la vez sobre el tiempo y el espacio, de una manera un poco superflua como suelo hacerlo cuando el tema me llega, pero me toca de una manera en la cual no siento la suficiente atracción como para que se suspenda la inercia que me mantiene estático, pero que a la vez evita que me vaya. Tiempo y Espacio, se me ocurrió que la física es una señora compleja a la cual le gusta mostrarse, usa escotes largos y pronunciados para que nos perdamos en el abismo de sus tan deseables pechos, y como es una señora fuerte y bella, su frente es firme y provocativo, de igual manera sus vestidos siempre nos muestran piernas torneadas, firmes, tersas al igual que su piel de un solo tono: toda ella es provocación, pero tiene la firmeza de ser única, tan decidida que no hay nadie que pueda llevarle la contraria (paréntesis, no sé como hacen algunas personas para hacer siempre algunas cosas igual de mal, igual de raro, igual de disgustable, fin del paréntesis). Pues esta señora es como esa maestra de primaria a la cual uno le pone atención sin saber exactamente por que, aunque años más tarde se descubre que había una atracción que posteriormente se sentirá por todas las hembras de la especie (bueno, claro está que este ejemplo es injusto con aquellos que no gustan de las mujeres, pero me tiene sin cuidado, hagan la analogía con lo que mejor les funcione). Siempre se sentirá una atracción especial hacia ella, estará uno tentado a sumergir su mirada entre sus atributos, a deleitar su imaginación cuando no este, soñando con la posibilidad de dominarla, de poseerla...

Pero lo cierto es que la física es una perra sin sentimientos y jamás te permitirá otra cosa que desearla, querer entenderla (sin lograrlo del todo), y jamás, jamás, podrás estar encima de ella.

El espacio es un problema de física, en todas las formas usables del término, tiene que ver con la correspondencia, ciertamente debe haber una manera de medirlo o de concebirlo, y esto es tan cierto que aunque se piensa en un espacio (cosmológicamente hablando) infinito, aún así es abarcable y la distancia puede ser medida. aún en pequeñas partes de él; En cierto sentido el espacio siempre es susceptible de ser puesto en algún término matemático, y es por tanto un problema que suele expresarse como necesidad, ya que esta última es siempre más discernible en cuanto pueda medirse, eso constituye una forma precisa no tanto de la comunicación, como sí de la recepción del problema. El espacio es tan importante porque en términos de él medimos mucho de nuestras vidas, y la longitud se extiende analógicamente  a aspectos personales, de esta manera pedimos cosas para nuestras vidas y determinamos el futuro de nuestra existencia de acuerdo con la relación espacial con otros. El espacio también es la latitud en la cual interactuamos y tomamos decisiones con respecto a nuestras vidas. Quisiera encontrar el punto maravilloso de inflexión en el cual poder alterar la continuidad de estos dos problemas físicos que me aquejan, que el tiempo no pasara, pero en especial que pudiera tener aquel campo medible y apersonable en el cual realizar mi deseo de libertad. En cada uno de mis días me levanto y siento como cada parte de mi universo se cierra y se comprime alrededor mío, de tal forma que me siento ahogado y me falta el aire, a veces tanto como las ganas de respirar y la única salida parece radicar en el mismo punto en que escribo estas palabras. No es un control obsesivo, ni la compulsión por el cambio, menos aún si este puede llegar a significar el reestablecimiento de una rutina, ya que esta última es un escape, y de cierta manera me asquea el escapar, aunque ya lo he intentado. ¿Como vivir una vida en la cual cada paso se siente ajeno? Si alguien lo sabe, por favor háganmelo saber, creo que entonces deja de ser un problema tan en efecto físico y se vuelve algo relativo a las ciencias sociales, un problema de propiedad, un problema de derecho, y de eso ya queda poco.


Esta es la primera imagen que sale al buscar la palabra espacio en google.

Pose

Es sorprendente (de cierta manera), y tal vez solo a mí me lo parezca; Estuve mirando algunas imágenes de una página "artística". Uso las comillas, porque al parecer el arte es tan efímero y relativo como la persona que los observa, y a mí particularmente algunas cosas no me lo parecen tanto. En esta página se relata con fotografías la vida de un par de personas, de una pareja de personas muy “bonitas”. Algunas de estas imágenes son muy sensibles y muestran el fondo de sus protagonistas, su interior, de una forma que solo refleja el arte, y es por lo cual –seguramente– que a la fotografía se le considera como tal. Sin embargo también noté muchas poses, muchísimas más de las necesarias; Aunque quien me dice que es "necesario" (o a quien le puedo decir yo), que es lo que puede considerarse como normal dentro de la medida de aquel deber ser, que atropella mis pensamientos y que a veces de manera absurda me hace sentir de alguna manera superior (o simplemente raro).


Lo cierto es que la vida, la percibo no solo estática, si no de alguna manera arreglada para encajar; Aquellas poses son las mismas que tan a menudo veo en todo tipo de situaciones, y en todo tipo de medios. La impronta personal que distingue a cada individuo, ha sido reemplazada por una imagen exterior que ha trascendido a la interior y la ha reemplazado por completo. Todos parecen modelos, ¿qué modelan? Muchas cosas. Desde la ropa que con tanto esfuerzo compraron motivados por una necesidad artificial, pasando por los accesorios, tecnología, cortes, estilos; Hasta su propia imagen, construida para acercarse lo más posible a los estándares de lo que se considera como deseable, porque la idea no es tanto encajar porque si, si no resaltar, llamar la atención de alguna manera.

La pose es muy importante, porque fingir lo es, tanto, que cada cual que intenta vivir de acuerdo a quien es y cómo se considera, siempre va a estrellarse contra los demás; la sinceridad es algo que se exige, pero no se valora, no se entiende. Cada persona demanda de otros lo que le falta para sí, pero en general busca, sin querer encontrar, y la vida se le va buscando, porque encontrando siempre conseguiría un traspiés, un tropiezo que lo llevará a caer. La estabilidad es buena, en cambio tropezar es malo porque se afecta la pose, eso que puede quedarse para la posteridad, para el momento en que miremos atrás con la ilusión de encontrarnos con una imagen de nosotros que realmente nos agrade, porque el espejo es tan sincero que nos lastima, y al mirarnos en él, encontramos raramente algo agradable.

En efecto siempre los valores en sociedad se han movido gracias a la necesidad por la inclusión en la misma, o al menos en el grueso de la población que determina cuáles son esas características. Posamos para fingir que hacemos parte de algo, en los retratos familiares nos volvemos familia, así nos detestemos los unos a los otros; En las reuniones sociales sonreímos, con todo y lo miserable de nuestra existencia y en muchas otras situaciones posamos, como compañeros de trabajo, colegas, amigos. Se nos olvida a veces que la principal razón de nuestras existencias es preocuparnos por una ingrata persona que jamás nos va a recompensar del todo el esfuerzo: Por nosotros mismos. Entonces no tiene mucho sentido creernos abiertos a los demás o entregados en alguna forma, o no al menos mientras no conciliemos cada uno de los aspectos de nuestro ser. Estamos fraccionados gracias al influjo de todos aquellos que intentan construirnos, de tal manera que a medida que crecemos, necesitamos que cada una de nuestras partes se una, y como sabrán todos, sumar fracciones siempre es de lo más difícil.

Hablaré de matemáticas de personas otro día, hoy tengo que tratar de no ser más un cero, para que lo que se multiplique conmigo no se reduzca a nada.

La primera imagen la saqué de aquí, la segunda de aquí.

martes, 5 de abril de 2011

Desde adentro

Después de leer un poco de todo en internet, y de darme cuenta para mi propia satisfacción que los blogs se resisten a morir (pese a que el tiempo promedio de uso en internet de las personas se debate entre googlear su nombre [buscarse a sí mismo en google] y mirar que han hecho sus "amigos" en facebook). Bueno, en fin, me he dado cuenta de que mis malestares no son -solo- un resultado de mi actual situación neurótica-existencial, es decir, un reflejo de mi falta de salud mental, si no que existen varias personas que ven el mismo tipo de demonios en la cotidianidad y en la sociedad actual que a mí ya me parece que dejo de estar enferma para empezar a apestar con su cadavérico existir. Mi esquizofrenia no es tan grave.

El mundo tiene un nigromántico sentido del ser, y es que todo lo que ha muerto, por el mismo menester de su asesino, tiende a ser reanimado, no revivido ni resucitado (el mito de la resurrección se lo llevo consigo aquel magnifico personaje de alegre sonrisa y barba café que sale en mas posters y estampas que cualquier estrella de rock, claro que a lo mejor él mismo encarna el espíritu del Rock [antes de que fuera pervertido, como todo]). Entonces, ante un mundo que mata y luego reanima, tiene uno que lograr acostumbrarse a los continuos olores a descomposición, y a la muerte cuando ya se seca, y empieza a oler así, porque hasta el olor se cansa de apestar.

Todo el cuento de la virtualidad ocupa en más de un sentido los escritos de mis compañeros de líneas, y veo como todo el cuento de este espacio que los unió, también los hace querer separarse, o colgarse de sus propios cordones o de los cables de los periféricos que usan (!ohh!, cierto, tecnología inalámbrica, ya no queda ni con que ahorcarse). Entre quienes se valen de esta herramienta para el abuso y otros quienes ponen mucho de sí en cada bit de información en la red, se ve una constante de desidia y congoja, que no va a tener final feliz para nadie, a menos que cambien nuestras costumbres, tanto con respecto a la manera en que nos relacionamos con otros, como con la forma en que acogemos (y recogemos) experiencias y enseñanzas derivadas de cada una de nuestras relaciones. Alguien me dijo que las personas hemos perdido en cierta manera la capacidad de intimar, sin embargo lo que creo es que precisamente ya no lo hacemos, porque mucho de lo que está abierto a los demás, nunca debió haber salido de nosotros y lo que pasó en el camino fue que terminamos revelando un mundo que nos pertenecía, en aras de compartir y de asegurar de una manera muy peligrosa, nuestra identidad.

Algunos que como yo, hemos estado en el ahora, pero también en el antes, y de igual manera  en la transición entre estas dos, podemos dar fe de como todo podía ser distinto, de como el individuo existía y precedía a la sociedad, e incluso su importancia era tal, que le daba forma a esta. La forma correcta (a mi modo de ver) de hacer las cosas, es ir de adentro hacia afuera, y poco a poco. Es decir, esperar a encontrar aquel en quien se pueda (o se quiera) confiar y a ese alguien dejarle entrar a quien uno es, a quien uno ha construido para sí, a ese yo que se encuentra encerrado en las paredes del pensamiento y el sentimiento, quien debería ser temido y amado, misterioso y profundo. Sin embargo, la gente ha matado la profundidad de su ser y por supuesto no hay misterio alguno en aquel que está siempre conectado, siempre dispuesto, siempre atento; Cuya vida es alegre y feliz en cuanto mayor es la aprobación que recibe a todas y cada una de las acciones que lleva a cabo. ¿Cuándo empezó a importar tanto la opinión y el gusto de otros sobre nuestras vidas?