jueves, 20 de junio de 2013

Ausencia

"(...)
Soy la serenidad que lleva a la meditación
Y tu eres ese tan sagrado mantra
Soy ese juguito e' parcha que te baja la presión
y siempre que te sube tu me llamas Ya
tira la sábana sal de la cama
vamos a conquistar toda la casa
De todo lo que tu acostumbras soy contradicción
Creo que eso es lo que a ti te llama"
(Fragmento de La Complicidad, por Cultura Profética)


Como raro, los ojos se abrieron para dar paso a más sombras, para dibujar sueños a medio camino, para eterealizar lo real y para realizar el ocaso. Realmente lo he intentado, perderme en el olvido mientras pausada y contradictoriamente te recuerdo; aunque debo decirlo, ¡sos un mal de tiempo completo!, un espejismo de lo que debería ser, pero que jamás estaría bien, como un pecado repetido, como una muestra de irrespeto, por el orden de las cosas.

¡Oh delicioso caos!, me gustabas más cuando no vestías curvas femeninas, cuando al respirar no sentía aún el ácido y lechoso vapor de tu ausencia, cuando al mirar a un lado veía un espectro de mi ser y no un pesado lastre de tu presencia, aquí tan cerca que me tropiezo contigo a cada paso, en cada recodo y en cada peldaño, y eso que mis escaleras son todas en bajada y mis caminos están plagados de zarzas.

Una simple promesa, dos palabras o quizá un centenar de las mismas, alimento y tal vez un adiós; sin embargo este llegó antes. Se anticipó como lo hacen todas las otras desgracias conmigo, aprendieron a saltarse la fila y a llegar, venir, volver e incluso jamás irse.

lunes, 10 de junio de 2013

Reflexión sobre el patriotismo y otras pendejadas

Imagen tomada de aquí.
Qué viva mi "seletsion" (?).

Esto decoró la existencia (el outfit o la "pinta") de muchas personas el pasado viernes, un amplio sentido de pertenencia marcado en el sentimiento de amor (?) declarado hacía la nación, la patria que fuera noble cuna de muchas de las personas que se han agolpado para gozar los triunfos de un equipo de fútbol, que lleva las esperanzas e ilusiones de todos los que pertenecen a este país cuya representación se da en un hermoso tricolor. Me quedó muy claro.

No se trata de hacer cualquier diatriba frente a los gustos de otros, frente a sus pasiones y sentimientos, puesto que estos son necesarios para una correspondencia (sana) entre el ser y el estar; entre el vivir y el existir. Porque todos necesitan excusas, o bueno, todos necesitan diversión, esparcimiento, algo que avive su espíritu, algo por qué apasionarse.

Pero veamos, cada persona tiene una o varias cosas que le proporcionan placer, y no solamente aquellas relativas a las necesidades primales o básicas, aquellas que pueden predicarse de la mayoría de seres humanos. Algunos disfrutan entregados a actividades recreativas de diversa índole, pasatiempos, juegos, o cualquier clase de hobby; la música (por supuesto), al igual que la práctica del deporte o lo que me ocupa: el gusto por observar y seguir alguno de ellos.

Los deportes se han convertido desde el siglo XX en espectáculos, con recaudos masivos por publicidad y negocios multi millonarios asociados al gusto del colectivo por ellos. Probablemente en latinoamerica el más popular sea el fúbtol (balonpie, soccer). Pero pueden contarse también los múltiples seguidores del baloncesto, del tenis, fútbol americano, béisbol, voleybol, tenis de mesa, e incluso de las artes marciales, entre muchos más que no mencionaré.

Es decir, la intención del presente no es resentir el hecho de que las personas en suma, y apelando a su más básico instinto de solidaridad orgánica, se reúnan unos con otros a disfrutar de una actividad que les causa un bienestar común, que les genera placer; No, el problema es cuando el gusto deviene en una situación en que empieza a hacerse identificación, en que nos enfrentamos a una clasificación o etiquetado, que previo a la actividad, determina sus implicaciones, el sentido de esparcimiento de lo hecho, se pierde.

Sin embargo, no es lo que me ocupa ni me preocupa, pues una actividad tan normal y benéfica como un buen partido de fútbol (en buena compañía), se pervierte a efectos del sentimiento nacional que parece provocar taquicardias con lo henchido del pecho de quienes se precian de ser patriotas, de llevar o vestir "la camiseta"; lo que no es más que una pieza de ropa que homogeneiza a quienes son verdaderos (inserte gentilicio), porque el acto de cohesión como lo he mencionado antes, no sirve para otra cosa que para la exclusión colectiva, la reivindicación de lo diferente; Quizá quién no celebre de la misma manera sea una mala persona, un mal ser humano, un mal individuo y por supuesto un desnaturalizado que desprecia sus raíces.
(*)
El nacionalismo solo fue efectivo en los siglos XIX y XX, precisamente en virtud a que las ideas de un territorio, cultura y factores étnicos comunes servían como el perfecto caldo de cultivo para las reinvidicaciones liberales que lograran que los burgueses se hicieran al poder, y derrocaran al antiguo régimen monárquico, lo que no es otra cosa que cambiar una regencia por otra. Claro, los factores de exclusión pueden escalarse o mejor, aplicarse a cualquier grado; Las personas se precian de ser mejores que otras, un hermano es más listo o mejor deportista que el otro, en un barrio se rivaliza por el auto más grande o más lujoso, se compite con los compañeros de estudio, con los de trabajo, dentro de una ciudad son más o son menos quienes viven en un determinado barrio (o localidad) o pertenecen a un estrato u otro, porque las categorías de impuestos se transmiten a las personas, al igual que lo que se tiene influye en lo que se es.

El patriotismo no es otra cosa que una de las formas en que a través de símbolos como un himno, una bandera, un escudo, un país reivindica los sentimientos nacionales de sus habitantes en aras de darle legitimidad al gobierno. La "patria" es una elaborada ficción que soporta a un país, en un embeleco político de casi las mismas proporciones que el Estado, una forma de engaño que busca no otra cosa que cohesión, unidad nacional.

Normalmente con los deportes (como el fútbol),  la identidad excluidora viene a título de equipo local, relativo por lo general a la ciudad de nacimiento o el de la ciudad capital más cercana al mismo; Es claro que el arraigo territorial es una característica muy fuerte de la personalidad, en razón a que los factores exógenos de una determinada persona están marcadas en su región, en su ciudad.

Sin embargo, cuando se trata de un equipo nacional, la identidad se encuentra predefinida, puesto que las latitudes regionales suelen ser relativas, las personas migran y se desplazan o muchas veces su gusto está por encima de su propio origen. Incluso a nivel local y frente al interés regular en un determinado deporte, no importa si una persona se sale del molde, o de lo comúnmente aceptado (la generalidad) pues es aceptado socialmente el disenso, la otredad, la no pertenencia.

Pero, entre mayor el grado de cohesión por la acumulación de factores de identidad, se hace menor la tolerancia frente a la contrariedad, frente a la singularidad de oposición y se pueden retomar los puntos de rechazo social que mencioné anteriormente.

He intentado siempre defender la posibilidad de hacer oposición crítica, lo que no es otra cosa que salirse de lo comúnmente aceptado, de la corriente generalizada, pero tener consciencia de por qué se hace, de que tomar las escaleras es mejor si se tiene en cuenta cada escalón, diferente a que solamente se deje llevar por el elevador, de un piso a otro desapareciendo los que estuvieran entre ellos, sin correspondencia y dejando de lado la realidad por un instante.

No todo el mundo debe, ni mucho menos tiene que sentirse identificado por un determinado deporte, aún cuando en medio del espectáculo deportivo se usen unos símbolos que hacen referencia a un territorio, e identidad cultural a los que se supone se debe pertenecer; la ciudadanía es una etiqueta de tipo jurídico y político, el azar o cualquier otra cosa en lo que se quiera creer, determina el origen de un individuo, pero no debe condicionar sus gustos o sus necesidades.

Puede que se esté obligado a vivir en un determinado territorio, con fronteras y normas delimitadas en esa misma porción de planeta a la que han denominado país; sin embargo el individuo, el ser humano, la persona; puede eventualmente escoger, su cultura, su inclinación sexual, su lengua, su profesión u oficio, incluso el maldito equipo de fútbol por el cual gritar y  viéndolo. ¿no?

(*) La segunda imagen fue tomada de aquí

jueves, 6 de junio de 2013

Sin sentido

Esta es una entrada que no tiene sentido, no tiene por qué tenerlo. Es unicamente un intento de darle menos claridad a la mente, de matar de a poco ideas, o de evitar que las ideas germinen y causen un desastre en otros, que se multipliquen hasta el punto de tomar vida propia y hacer un país particular, es que cada cosa que pasa hace grande al punto, el que no puede hacer otra cosa que elongarse, sin crecer, si se crece se deja de lado mucha piel, se pervierte el sentido de la vida puesto que la misma se acaba y en ese orden de ideas todo se desordena; como si a nadie importara, que cada cosa tuviera un final en donde el protagonista fuera eterno, para que la historia se desentramara a sí misma, con un sentido estético profundo, con una estética especial en la que cada cosa tenga un redondo significado, donde los sentimientos sean circunferenciales, porque intentar llegar a otro punto no tiene sentido, como tampoco unirlos a menos que se trate de entrecruzar las suturas, de tener cuidado con la cicatriz, la de las heridas superficiales que sin embargo se fueron de hondas, porque el liquido espeso no siempre es sangre, porque todo el oro es negro y probablemente solo sea metal precioso cuando se precia, porque apreciado se deprecia, se exingue como arena en reloj roto, del cristal que no alcanzó a cuajar, porque su letanía solo tenía sentido desde una mama, la teta gloriosa exactitud vitrica de la luz, aquella que ahora cierra mis ojos, para dormir, para querer, para soñar, porque el sueño, porque soñando se vive bonito y se quiere de veras, sin sentido pero con toda la gracia y toda la suerte, esa, esa es la realidad.

lunes, 3 de junio de 2013

Procrastinación

Cualquier buena entrada pudo haber surgido de un momento de procrastinación. Lo cual, no es otra cosa que postergar lo que se tiene o debe hacer; se supone igualmente, que esto se hace en aras de realizar actividades más agradables o llevaderas, lo que querría decir que solo se procastinan obligaciones que nos comportan un desagrado, aquellas cosas que se nos endilgan, pero que deberían hacer otros, e incluso circunstancias relativas a deberes que por alguna razón (válida o no) resultan necesarias por cualquiera de las consabidas metas o logros que supuestamente dan sustento a la vida. Sin embargo, queda preguntarse: ¿Por qué tiene uno que hacer algo?

Aquí cabe cualquier respuesta, justificación o excusa. Es decir, no se deberían hacer aquellas cosas que no nos reporten algún tipo de satisfacción, o en sentido contrario que nos representen desidia o malestar de cualquier naturaleza.

No obstante, seguimos viendo irreparablemente imágenes estúpidas en redes sociales, mal mirando alguna película o buscando entrecruzar el sueño con la realidad, retozar, hacer o estar en pereza.

El culpable tal vez sería el entendido común y socialmente impuesto de lo que se puede, debe o tiene que hacerse. La sociedad transmite de forma muy escueta el bienestar, pero la forma de contraer y trasferir obligaciones ha sido perfeccionada a un nivel ridículo. Y no se trata de un problema de imposición de carácter vertical, tampoco de que las instituciones se hayan construido para cargarnos de muchas y variadas obligaciones, en realidad la carga va en todas las direcciones y es claramente multi e inter disciplinaria, va desde el hombre, el individuo, la persona, hasta la familia, la comunidad, la sociedad, la nación, el Estado y cualquier otra forma de organización, inclusión y exclusión.

A lo que voy, es que no se trata solamente de aquello que esta consignado de manera imperativa y con castigo por parte de los medios de represión institucionalizados, también existe a modo de discurso y de consenso con formas de repudio por parte de los iguales, de los pares, de aquellos que tenemos cerca, como a los verdugos de chisme, y como represores que no empuñan armas en nuestra contra solo porque el aparataje opresor no los deja, porque quizá el sentido básico de solidaridad se ha vuelto tendencioso, porque todo está permeado por la moral, aquella que tiene igualmente discursos bien elaborados convertidos en virtudes condicionadas, puesto que nada puede ser absoluto, tampoco nada puede ser simple, pero la vida se va en los "depende".

Entonces, quedan un montón de interrogantes sobre la validez de aquello que se deja a un lado, que se posterga. De verdad ¿tenemos qué? Supondría alguien medianamente consciente, que en un mundo en donde la libertad es un principio fundante, la concreción de eso no sería otra que individuos que pudieran obrar a sus anchas, sin buscar alternativas, sin dejar de, sin procrastinar. ¿Será?