La presente entrada resultó, o tuvo lugar después de lo sucedido en Colombia el día 2 de octubre de 2016, luego de que las personas fueran consultadas sobre su parecer respecto del proceso de paz, el que serviría para terminar con un conflicto de más de 50 años.
Aquel ejercicio democrático, que presentó (al menos formalmente) una única dicotomía como opción para enfrentar este embrollo que resultó siendo la oportunidad de lograr un cese (formal al menos) del conflicto armado interno, reduciéndolo a lo sumo a una persecución de bandas de criminales; este ejercicio mostró en efecto lo que está mal con todos nosotros.
Lo que sorprende, es que los más liberales y considerados en campaña por el "sí" luego sacaron los dientes y las garras ante su indignación, y se les salió, del fondo del alma, aquella personalidad guerrerista que sí, podía establecer un perdón, si se quiere, al bando combatiente, al criminal que negocia, y no a su compatriota que tiene una opinión y convicción diferente (los del "no").
Claro está, esto no fue así en todos los casos, ni pasó en todos los estamentos, aun cuando el fanatismo electoral no distingue credo, nivel de educación o económico.
Estas líneas, esta reflexión tan enredada, va a que la tolerancia, el anhelo de paz, tampoco debe ser excusa para la censura, ni para evitar la confrontación de ideas. He visto que airadamente algunos del "sí" se han indignado (razón de ser de las redes sociales al parecer), pero en términos generales la actitud ha sido de confrontación de ideas, de disensos y búsquedas, con el fin de esclarecer los diálogos que desde la esfera política llevaron al colectivo a tomar esa decisión.
Lo democrático no se trata solo de vencer o ser vencido. De hecho la paz institucional, es aquella que tiene en cuenta el ser y el deber ser, puesto que las personas han de tener cierto grado de auto regulación, no se trata solo de acatar, si no de respetar, de tolerar incluso. Hacer lo que se debe, y desarrollarse sin atropellar tanto al otro, de tal forma que no se le perturbe sin ninguna razón, que no se le cause daño. Así, cuestionar a otros, exigir del gobierno o de los políticos no es dañino, por el contrario es beneficioso y debería ser tomado como una obligación, tanto como salir a usar las herramientas democráticas.
Pero nuestro principal motor de la existencia es la pereza, nos creímos muy bien el cuento de que "la pereza es madre de todos lo vicios, pero es madre es madre y se respeta".
Aquí nos han enseñado a que alguien más se ha de ocupar, y que es de alguien más la culpa. El otro existe solo para correr con culpas y responsabilidades que no se quieren, y aquello como la institución, el Gobierno, es una cosa ajena.
Así, nos han enseñado a obedecer, a callar, a trabajar, pero solo en apariencia, y cuando el que controla está mirando.
En el fondo lo único que habita es rabia, desidia.
La rabia puede canalizarse expresándose, en lo posible con todo el respeto del caso.
Pero la desidia si parece estar metida en lo más profundo de nuestros seres.
Disentir, también es resistir.
Pero a veces siento que los que disentimos somos cada vez más pocos.