viernes, 15 de abril de 2011

Tristeza (otra de tantas veces)

Una lagrima de amor se desliza suavemente por mi mejilla y se pierde entre la espesura de mi barba... Así empezaba esta entrada en un día cualquiera de marzo en que mis ilusiones estaban agonizando, pero aún no habian muerto. Muere cada cosa dentro de uno debido a que las emociones son tan frágiles que estallan y sus esquirlas hieren de forma profunda, y se quedan clavadas en nuestra alma sin que sea posible retirarlas a tiempo, cuando el interior aún pueda sanar, cuando todo aún es posible.

La esperanza es lo único -y lo primero- que se pierde, en especial en cuanto a ciertos aspectos (ciertos, determinados, estos, aquellos, no importa). La vida no es un carnaval, pese a lo que cualquier persona pueda pensar, tan solo existen conceptos, ideas y pensamientos con tanta o tan poca fuerza para mover el sustrato de nuestras personalidades. Una idea puede cambiar el mundo, al igual que puede destruirlo. Veo con profunda indignación como aquel mundo al que me refiero se esta destruyendo por la falta de ideas y como es consumido por la banalidad. Todo es más de lo mismo y cada ciclo parece tener sentido solo al morder su propia cola, al entregarse a la posibilidad del bucle infinito, porque lo finito es otra idea, una que no sirve, porque aquello que no sirve debe ser hecho a un lado, así como lo que sirve debe estar destinado a un propósito superior de nunca exceder ninguna expectativa aunque en esencia parezca excederlas todas. Y es que el problema es ante todo que aparente, que parezca, porque las cosas no deben ser, su núcleo es indiferente para el grueso de aquello que está afuera, lo importante es que luzca como, que engañe.

El engaño es el motor de trabajo de todas las relaciones humanas. Se miente, y de tal forma que la verdad es una piedra en el zapato; De igual manera es inconveniente, nunca se puede salir con lo que uno quiere; No hables con la verdad, mucho menos actúes o vivas conforme a ella; No manifiestes aquello que está dentro de tu corazón, no es importante para los demás, incluso, puede llegar a molestarlos.

Sí, estoy arrepentido, ¿pero de qué me sirve? ¿Acaso puede hacerse algo al respecto, con la firme seguridad de aquello que se hizo mal? Es que el problema no es saber que se hace mal, si no hacer algo al respecto; Siempre he sido una persona un poco complicada a la hora de tomar acción, pero en este caso no hay nada que hacer.

Muchas veces he manifestado mi tristeza, aunque es obligatorio para mí resaltar que no tengo una visión nefasta de todo -esto-, ni tampoco se redujo mi espectro cromático al blanco, negro y su combinación natural. Es solo que en algún momento cesó mi capacidad para hacer la vista a un lado, el error fue que empezara a importarme, porque después de eso no he podido recuperar el sentido de mi propia existencia, que podía cerrarse sobre sí misma para evitar la entrada de factores externos. No me queda de otra si no esperar, ¿a qué? No sé, probablemente a que el tiempo haga estragos en mi manera de sentir y que mi pensamiento me proteja volviendo a apagar la función de sentir.

Tengo claro que mucho de lo que escribo no tiene el menor sentido para usted, mi querido lector/lectora, pero puede que usted se haya sentido así en más de una ocasión y no haya sabido que hacer al respecto, bueno, yo tampoco sé que hacer, y lo único que se me ocurre es dejar constancia de lo que me pasó, a ver si alguna vez dejo de hacer estas cosas que me lastiman (y de paso a otros) y empiezo a usar de manera más inteligente -o al menos más conveniente- mi propia sabiduría.

No hay comentarios.: