Qué volátil es la emoción humana.
Probablemente haya muy poco que sea tan cambiante como lo que llamamos "amor". Es efímero, relativo y definitivamente no hay nada como sentirlo. Ya varias veces intenté de manera precaria acercarme a ese sentimiento (por supuesto de forma totalmente curiosa y científica), pero fracasé.
Y es que en cierta medida el éxito del amor está en fracasar, probar, caer, buscar, fallar; los más enrevesados verbos y sus conjugaciones más nefastas se encuentran en las venturas, dichas y desdichas de los enamorados. Probablemente no haya nada mejor que vivir ese espacio de insolente éxtasis en que se cree abrazar al mundo. Lo he sostenido varias veces: el amor es eterno, mientras dura.
Hoy quiero deleitarme en el sabor de la miseria humana, de esa que causa deseo, pero que resiente la costumbre, de la que refuerza la necesidad y luego se colma de aburrimiento, se llena de motivos, se carga con excusas. Tal vez estemos destinados a estar acompañados, por la fuerza de costumbre, por la necesidad de calor. Pero algunos somos tercos, erigidos sobre bases distantes, perdidos entre pensamientos inacabados, entre formas dispersas y tan solo buscamos lo encontrado, o quizá encontramos lo que no estaba perdido, lo que no se dispuso para ser visto.
Este pensamiento va para ti, en donde quiera que estés, no te busco así te sueñe, no te quiero asi te anhele, y por supuesto que jamás aceptare que alguna vez mi mundo si estuvo al tanto del tuyo, un instante pasajero que en mi mente a veces, solo a veces se reviste de eternidad...
¡Qué pendejo! en el camino de recordarte, te volví a olvidar...
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