No se trata de hacer cualquier diatriba frente a los gustos de otros, frente a sus pasiones y sentimientos, puesto que estos son necesarios para una correspondencia (sana) entre el
ser y el
estar; entre el vivir y el existir. Porque todos necesitan excusas, o bueno, todos necesitan diversión, esparcimiento, algo que avive su espíritu, algo por qué apasionarse.
Pero veamos, cada persona tiene una o varias cosas que le proporcionan placer, y no solamente aquellas relativas a las necesidades primales o básicas, aquellas que pueden predicarse de la mayoría de seres humanos. Algunos disfrutan entregados a actividades recreativas de diversa índole, pasatiempos, juegos, o cualquier clase de hobby; la música (por supuesto), al igual que la práctica del deporte o lo que me ocupa: el gusto por observar y seguir alguno de ellos.
Los deportes se han convertido desde el siglo XX en espectáculos, con recaudos masivos por publicidad y negocios multi millonarios asociados al gusto del colectivo por ellos. Probablemente en latinoamerica el más popular sea el fúbtol (balonpie,
soccer). Pero pueden contarse también los múltiples seguidores del baloncesto, del tenis, fútbol americano, béisbol, voleybol, tenis de mesa, e incluso de las artes marciales, entre muchos más que no mencionaré.
Es decir, la intención del presente no es resentir el hecho de que las personas en suma, y apelando a su más básico instinto de solidaridad orgánica, se reúnan unos con otros a disfrutar de una actividad que les causa un bienestar común, que les genera placer; No, el problema es cuando el gusto deviene en una situación en que empieza a hacerse identificación, en que nos enfrentamos a una clasificación o etiquetado, que previo a la actividad, determina sus implicaciones, el sentido de esparcimiento de lo hecho, se pierde.
Sin embargo, no es lo que me ocupa ni me preocupa, pues una actividad tan normal y benéfica como un buen partido de fútbol (en buena compañía), se pervierte a efectos del sentimiento nacional que parece provocar taquicardias con lo henchido del pecho de quienes se precian de ser patriotas, de llevar o vestir "la camiseta"; lo que no es más que una pieza de ropa que homogeneiza a quienes son verdaderos (inserte gentilicio), porque el acto de cohesión como lo he mencionado antes, no sirve para otra cosa que para la exclusión colectiva, la reivindicación de lo diferente; Quizá quién no celebre de la misma manera sea una mala persona, un mal ser humano, un mal individuo y por supuesto un desnaturalizado que desprecia sus raíces.
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El nacionalismo solo fue efectivo en los siglos XIX y XX, precisamente en virtud a que las ideas de un territorio, cultura y factores étnicos comunes servían como el perfecto caldo de cultivo para las reinvidicaciones liberales que lograran que los burgueses se hicieran al poder, y derrocaran al antiguo régimen monárquico, lo que no es otra cosa que cambiar una regencia por otra. Claro, los factores de exclusión pueden escalarse o mejor, aplicarse a cualquier grado; Las personas se precian de ser mejores que otras, un hermano es más listo o mejor deportista que el otro, en un barrio se rivaliza por el auto más grande o más lujoso, se compite con los compañeros de estudio, con los de trabajo, dentro de una ciudad son más o son menos quienes viven en un determinado barrio (o localidad) o pertenecen a un estrato u otro, porque las categorías de impuestos se transmiten a las personas, al igual que lo que se tiene influye en lo que se es.
El patriotismo no es otra cosa que una de las formas en que a través de símbolos como un himno, una bandera, un escudo, un país reivindica los sentimientos nacionales de sus habitantes en aras de darle legitimidad al gobierno. La "patria" es una elaborada ficción que soporta a un país, en un embeleco político de casi las mismas proporciones que el Estado, una forma de engaño que busca no otra cosa que cohesión, unidad nacional.
Normalmente con los deportes (como el fútbol), la identidad excluidora viene a título de equipo local, relativo por lo general a la ciudad de nacimiento o el de la ciudad capital más cercana al mismo; Es claro que el arraigo territorial es una característica muy fuerte de la personalidad, en razón a que los factores exógenos de una determinada persona están marcadas en su región, en su ciudad.
Sin embargo, cuando se trata de un equipo nacional, la identidad se encuentra predefinida, puesto que las latitudes regionales suelen ser relativas, las personas migran y se desplazan o muchas veces su gusto está por encima de su propio origen. Incluso a nivel local y frente al interés regular en un determinado deporte, no importa si una persona se sale del molde, o de lo comúnmente aceptado (la generalidad) pues es aceptado socialmente el disenso, la otredad, la no pertenencia.
Pero, entre mayor el grado de cohesión por la acumulación de factores de identidad, se hace menor la tolerancia frente a la contrariedad, frente a la singularidad de oposición y se pueden retomar los puntos de rechazo social que mencioné anteriormente.
He intentado siempre defender la posibilidad de hacer oposición crítica, lo que no es otra cosa que salirse de lo comúnmente aceptado, de la corriente generalizada, pero tener consciencia de por qué se hace, de que tomar las escaleras es mejor si se tiene en cuenta cada escalón, diferente a que solamente se deje llevar por el elevador, de un piso a otro desapareciendo los que estuvieran entre ellos, sin correspondencia y dejando de lado la realidad por un instante.
No todo el mundo debe, ni mucho menos tiene que sentirse identificado por un determinado deporte, aún cuando en medio del espectáculo deportivo se usen unos símbolos que hacen referencia a un territorio, e identidad cultural a los que se supone se debe pertenecer; la ciudadanía es una etiqueta de tipo jurídico y político, el azar o cualquier otra cosa en lo que se quiera creer, determina el origen de un individuo, pero no debe condicionar sus gustos o sus necesidades.
Puede que se esté obligado a vivir en un determinado territorio, con fronteras y normas delimitadas en esa misma porción de planeta a la que han denominado país; sin embargo el individuo, el ser humano, la persona; puede eventualmente escoger, su cultura, su inclinación sexual, su lengua, su profesión u oficio, incluso el maldito equipo de fútbol por el cual gritar y viéndolo. ¿no?
(*) La segunda imagen fue tomada de aquí