lunes, 3 de junio de 2013

Procrastinación

Cualquier buena entrada pudo haber surgido de un momento de procrastinación. Lo cual, no es otra cosa que postergar lo que se tiene o debe hacer; se supone igualmente, que esto se hace en aras de realizar actividades más agradables o llevaderas, lo que querría decir que solo se procastinan obligaciones que nos comportan un desagrado, aquellas cosas que se nos endilgan, pero que deberían hacer otros, e incluso circunstancias relativas a deberes que por alguna razón (válida o no) resultan necesarias por cualquiera de las consabidas metas o logros que supuestamente dan sustento a la vida. Sin embargo, queda preguntarse: ¿Por qué tiene uno que hacer algo?

Aquí cabe cualquier respuesta, justificación o excusa. Es decir, no se deberían hacer aquellas cosas que no nos reporten algún tipo de satisfacción, o en sentido contrario que nos representen desidia o malestar de cualquier naturaleza.

No obstante, seguimos viendo irreparablemente imágenes estúpidas en redes sociales, mal mirando alguna película o buscando entrecruzar el sueño con la realidad, retozar, hacer o estar en pereza.

El culpable tal vez sería el entendido común y socialmente impuesto de lo que se puede, debe o tiene que hacerse. La sociedad transmite de forma muy escueta el bienestar, pero la forma de contraer y trasferir obligaciones ha sido perfeccionada a un nivel ridículo. Y no se trata de un problema de imposición de carácter vertical, tampoco de que las instituciones se hayan construido para cargarnos de muchas y variadas obligaciones, en realidad la carga va en todas las direcciones y es claramente multi e inter disciplinaria, va desde el hombre, el individuo, la persona, hasta la familia, la comunidad, la sociedad, la nación, el Estado y cualquier otra forma de organización, inclusión y exclusión.

A lo que voy, es que no se trata solamente de aquello que esta consignado de manera imperativa y con castigo por parte de los medios de represión institucionalizados, también existe a modo de discurso y de consenso con formas de repudio por parte de los iguales, de los pares, de aquellos que tenemos cerca, como a los verdugos de chisme, y como represores que no empuñan armas en nuestra contra solo porque el aparataje opresor no los deja, porque quizá el sentido básico de solidaridad se ha vuelto tendencioso, porque todo está permeado por la moral, aquella que tiene igualmente discursos bien elaborados convertidos en virtudes condicionadas, puesto que nada puede ser absoluto, tampoco nada puede ser simple, pero la vida se va en los "depende".

Entonces, quedan un montón de interrogantes sobre la validez de aquello que se deja a un lado, que se posterga. De verdad ¿tenemos qué? Supondría alguien medianamente consciente, que en un mundo en donde la libertad es un principio fundante, la concreción de eso no sería otra que individuos que pudieran obrar a sus anchas, sin buscar alternativas, sin dejar de, sin procrastinar. ¿Será?

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