Algunos días empiezan diferentes a otros. Somos el resultado de una consciencia dividida o incluso difusa, un producto o un conjunto que tuvo lugar, pero que no corresponde con una circunstancia espontánea. Venimos al mundo como resultado del amor y el deseo, pero negados de presente a ellos en la medida en que nuestra concepción establece lazos que con esfuerzo intentamos replicar a lo largo de toda una vida, muchas veces sin éxito.
Los errores constantes deberían construir una existencia completa, coherente, con un grado de consecuencia y de mesura al menos relativo frente a la cotidianidad, no esa que en sí misma intenta destruirnos a partir de la excesiva repetición y del establecimiento de rutinas que pueden ser resultado de la corriente generalizadora, aquella misma que nos impone los hábitos y las necesidades, porque muchos de nuestros aspectos deben de alguna manera estar previamente ajustados y determinados a lo que el colectivo expone (impone) como bueno o adecuado. Lo anterior no quiere decir que las reglas sean malas en sí mismas, en tanto su ideal se corresponde con la idea de una sociedad civilizada y pacífica, o cual implica la cesión de libertades, caprichos, derechos y posibilidades, e incluso la supresión en cierta medida de la propia independencia, autonomía y libertad.
El error es una prueba constituyente de la inexorable voluntad del caos cósmico, de la tozudez del propio ser humano, y consecuencia de la racionalidad del accionar al igual que de la levedad del pensamiento La acción contempla siempre un sinnúmero de valores, escenarios y sentimientos cruzados, de tal manera que no podemos ser enteramente lógicos, racionales o emotivos. El balance vendría a ser algo enteramente relativo, y no del tipo que permite actuar desaforadamente o incluso banalizar los aspectos relativos a la existencia, porque no, la relatividad no es igual a nimiedad o desarticulación de la evidencia objetiva, y la aproximación desde un sujeto tampoco desconoce o desestima una percepción, la idea derivada de la misma o un argumento resultado de todo el proceso cognitivo que torpemente se hiló anteriormente.
Hoy soy un ser sometido y atropellado por el error, mojado por la lluvia y atacado por la falta de defensas efectivas contra un ambiente que está plagado de circunstancias que enferman, y en donde la ausencia se me convierte en dolor y el dolor a la vez en ira. Tal vez me falta inteligencia emocional para lidiar con que no sea como yo quiero, con que las cosas no resulten de la manera en que las pienso, y es que puedo enfrentarme a casi cualquier cosa, menos a contrariar la propia idea que tengo sobre lo que me es más cercano: yo mismo.
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