jueves, 4 de agosto de 2016

Jueves de agonía

Pensarse este mundo es muy complicado, no dejarse anestesiar por la corriente generalizada, no caer en todos los lugares comunes asociados con las mecánicas de deseo y consumo, es absolutamente complejo, inviable. Mi querido internet se ha convertido en un monstruo que preda sobre las intenciones, voluntades y sobre la atención de las personas, parecería que el único objetivo de las continuas herramientas y aplicaciones es lograr que las personas se pierdan en ellas, que se distraigan con ellas, lo que se corresponde con ese modelo de adormecimiento, de superación de la agonía de vivir que parece plantear el mundo actual.

No soy la excepción a estos malestares, me cuesta no dejarme absorber por los malestares de la cotidianidad, al igual que me cuesta no añadirle los propios, puesto que sumar males conlleva una aritmética más sencilla que lo que puede suceder con los triunfos, la dicha, la alegría, incluso frente a la tranquilidad.

Hoy resiento mi condición, maldigo la forma de hacer las cosas, estoy en desacuerdo con las contravenciones, con el paso del tiempo, con los espacios sobre cedidos por cuenta de los malestares, de las diferencias de opinión, de los achaques del tiempo, de los efectos de la misma influencia que yo preciso entender a veces pero que no niega la oscuridad de mi ser. Mis demonios han vuelto a ver la luz, y no han sido aplacados de la manera necesaria, o suficiente. Tan solo ahora, preso de la desolación, desubicado por cuenta de un castigo que se siente inmerecido, es que las oscuras criaturas han podido ser aplacadas de alguna manera, a costa de mi dicha -eso sí-, y eso, no es más que una agonía.

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