Este año termina con un extraño sabor en la boca, un almizcle de toda las cosas que no pudieron ser y otras que fueron; por la inevitable ya ..., bueno, esa, aquella de la cual ya me resulta difícil hablar.
Muchos proyectos inconclusos, otros que quedaron pausados sin necesidad; la angustia por lo querido y no obtenido... Lo duro que resulta encontrarse a si mismo y descubrir, nada.
Es un vacío, un contrasentido que se desenvuelve de la misma manera excentrica en que lo hace la misma existencia; y lo peor es que hay que manejarlo, hay que tomarlo de la mejor manera, contemplarlo como viene y darle la espalda mas allá de un lastimero saludo o de la consideración mínima que se dice a si misma humana.
El resto es el sentido bueno, la satisfacción de la realización personal al menos en uno de sus aspectos o en lo que debería corresponder a uno; no se puede errar en todo ni se puede vivir solo con la extravagancia de sentimientos derivados de la existencia consciente, del ejercicio de la razón simple, de aquella que se acompaña por lo sentido, al lado de lo vivido.
No fueron suficientes cosas para poder hallar un reposo, aquella que busque se hizo una con el ambiente y se confundió en la soledad que la precedía, se hizo una con el recuerdo antes de que aconteciera, antes de conocerla, antes de vivirla, antes de extrañarla; mucho antes de verla.
No fueron suficientes palabras, y eso que no era una competencia, pero la cantidad no se usa siempre para determinar un ganador, a veces también para establecer un punto, para diagnosticar; mis palabras entonces estuvieron enfermas y sin saber yo cual es la medicina adecuada.
No fueron suficientes pasos, apenas los suficientes para llegar de un lugar a otro, para llegar a tiempo. Para ir de aquí a allá sin una perspectiva clara del camino, sin curvas, una escalera eterna y no precisamente al cielo.
No fue suficiente, es probable que nunca lo sea, pero esta vez, fue muy notorio.