lunes, 31 de mayo de 2010

País de...

Yo no acostumbro a escribir sobre ciertos temas, uno de ellos es sobre política, siempre me ha parecido hartísimo expresarse al respecto, salvo que se trate de alguna conversación de cafetín o algo que sea intrascendente y que solo tenga como finalidad el disfrute de un buen rato. Hoy, después de la fecha anterior (ayer) en mi país, siento sin embargo que al menos debería expresar mi opinión, y es que hace rato que no sentía un malestar generalizado (dejándome a mí a un lado) con respecto al panorama político, en donde unos se sienten frustrados, algunos robados y otros tantos resignados, he estado un buen rato leyendo consignas de agravio contra el país acusándolo de no tener memoria, de merecer su suerte, de la estupidez, ignominia y testarudez de su pueblo, de una rabia manifiesta por la pertenencia al suceso y contundencia de las circunstancias; Cito: “País que desborda ignorancia, indiferencia, olvido, impunidad, corrupción, clientelismo...¿Se pretende un cambio sin buscarlo o se busca y es descaradamente pisoteado?”; También “Muchos votaron más ´por que tocaba para que no quede aquel´ y no por convicción, no por el mejor programa de gobierno, en esa primera vuelta condenaron al país, ni AQUEL ni EL OTRO eran la mejor opción solo eran producto de la manipulación mediatica, NO ENTIENDO si en los debates se demostraba muy claramente que nin ...guno de los dos era el que necesitabamos...” (Lo edité para no poner nombres); o “¿Será que tiene que haber un(a) joven asesinado(a) en cada familia para que las cosas cambien en esta mierda de pais? ... estoy profundamente avergonzado de nacer aquí y debo aceptarlo... Creo que a fin de cuentas nos lo... merecemos.”

Las anteriores son expresiones de rabia profunda que se materializan en un sinfín de mensajes que buscan sencillamente dejar a un lado aquellos sentimientos de desasosiego y profunda frustración; He visto una atmosfera lúgubre, oscura, y tan cierto es, que algunos andamos hoy vestidos de negro, asistiendo a un funeral colectivo por este país en el cual ya pocos creen. Lo cierto es que estos ejercicios de “democracia” demuestran que este país sigue viviendo para todo, en una mecánica de enemigo, en un eterno partido de futbol -que es como muchos quisieran que las cosas se desarrollaran-; Cada cual está pendiente de la mirada del árbitro, concentrado en su atención y no en el desplazamiento del balón; Únicamente para buscar hacer trampa, para adelantarse de su zona, para buscar el fraude, para meter un gol a como dé lugar. No me gustan las analogías de futbol, pero a veces sirven. Aquí nos preocupamos mucho por los resultados, pero nunca queremos el procedimiento, somos personas del camino fácil (y ojo que yo siempre he pensando que buscar lo fácil es toda una forma de vida) y de los resultados inmediatos; Queremos que todo nos llegue por orar, por ser buenas personas o simplemente porque la suerte así debe permitirlo (por eso tantos rituales esotéricos, mágicos y herméticos, tienen tan buena acogida, y no estoy atacando estas prácticas); Esto sumado a la conciencia apesadumbrada de resignación, y del pensamiento canalla que nos hace pensar en cómo acabar con aquello que no nos gusta o no nos satisface, en vez de hacer algo al respecto.

Yo considero que por más de que mucha gente pueda estar equivocada, la idea de pueblo debe ser entendida de manera un poco mas vinculante, pero menos sofocadora, es decir, que en efecto somos una agrupación colectiva bajo unas ciertas características comunes y asociados dentro de las normas, preceptos, principios y lineamientos de un Estado, en particular para buscar la protección y la garantía de justicia, que bajo nuestra propia autonomía individual no podríamos darnos; esto supone el mito de la creación de ese monstruo al cual le entregamos nuestra voluntad para que de una u otra forma nos someta; Sí, eso lo sabe más de uno y más de una, pero resulta que el pueblo es el que articula (o debería) todos los cambios en esa sociedad en la que está inmerso, porque a la final ese contrato surgió del mismo; Esto para algunos es un relato de ficción, pero tiene mucho de cierto, y explica lo que suele pasar. Pero debería ser menos sofocadora, pues estar atado a la suerte de un pueblo no implica una alienación de nuestra individualidad ni mucho menos de nuestra personalidad.

Para nuestra propia desgracia, una democracia implica que unos ganen, o hagan valer sus intereses, y otros simplemente pierdan o se frustren (volviendo al punto del primer párrafo); La minoría entonces debería -en términos de una democracia sana-, aceptar su derrota y simplemente coadyuvar a que las decisiones de los muchos sean tomadas, respetadas –acatadas-, o el sentido del contrato que sustenta la sociedad, podría romperse. Sin embargo eso no quiere decir que no podamos expresar nuestra opinión u oponernos a la forma cómo la mayoría hace las cosas, es decir, si bien las decisiones son democráticas, las acciones deben ser consensuadas y las políticas de acción (de gobierno) deben ser aplicadas mediante formulas que excedan la simple democracia, porque en la aplicación de las decisiones se debe ser inclusivo para con aquellos excluidos de las decisiones, pero que necesariamente van a tomar parte en lo que se vaya a hacer. Para poder tomar en cuenta a todos y todas, hay que hacer ejercicios que nos hacen falta como familias, comunidades, grupos sociales y como pueblo; Y es que tenemos que aprender a escuchar al otro, respetarlo y tomarlo en cuenta; Muchas veces lo que se quiere por parte del marginado, no es ni siquiera que se le deje de marginar, si no que se le escuche. La salida tiene que ver con la tolerancia real, el respeto por la existencia del otro y de su diferencia, y el respeto de la diferencia –y disidencia- con la regularidad y las decisiones o planteamientos mayoritarios.

Supuestamente somos un pueblo de discursos, pero en general yo siento que ni siquiera eso se hace y en realidad lo que se tiene son dogmas, arraigados profundamente a nuestra memoria (si es que la hay), y que no permiten la entrada fácilmente de nuevos y radicales pensamientos que nos saquen del letargo en que nos encontramos. Pensar como lo he dicho antes es problemático, pero discutir es casi imposible y el actuar es una misión imposible. Mi llamado es a que no nos unamos a la melancolía general, ni nos incluyamos en los discursos que generamos, llamando al asco y sintiéndonos asqueados al tiempo, como si por estar conscientes tuviéramos que sentirnos culpables, es hora de dejar de sentir pesar y temor, debemos pensar en que hacer al respecto de esos otros que nos duelen, discutir y hacerlos entrar en razón, que la consciencia sea un virus transformador y que otras personas puedan entonces también “darse cuenta”, porque no se solucionan las cosas con unos que se lamentan porque ven, mientras que se no se inmutan ante aquellos que no lo hacen, en lugar de ayudarles a abrir los ojos. La idea, no es la confrontación de pasiones y sentimentalismos, sino la discusión de ideas, plantear argumentos y confrontar a otros de la manera en que se use la cabeza y no tanto el corazón; dejemos de ser “fans” o hinchas y empecemos a pensar y actuar.

Les dejo unas cuantas entradas de otras personas, probablemente más acertadas o más "políticas":
Turint: 10 Consideraciones apresuradas sobre desastres electorales
Campanula: Primera vuelta, yo no soy Santista
Revista Claroscuro:  Todos contra Santos
Señor Oscuro: Felicitaciones

La imagen fue tomada -abusivamente- de http://sonandolarevolucion.wordpress.com/2007/05/

1 comentario:

AV dijo...

Amigo mio. Bien lo sabes, tengo roto el corazón, y con coraje y quizas un toque de cobardía me he abstenido de hacer lo que tu valientemente has hecho, dejar fluir las letras. Con ganas de enlistarme en el ejercito de la verdad y demostrar la alta tasa de fraude de estas justas electorales, me encrespo los cabellos del insomnio y me dejo caer quizas en un futuro post que no tiene fecha. Por el momento tienes toda la razón: No se trata de sentirnos culpables, mejor actuemos.
Buen Post!