miércoles, 16 de noviembre de 2011

Miércoles

He perdido el rumbo...

No, eso no es cierto, aunque a estas alturas del partido, me es difícil pensar en si quiero o no seguir, es decir, estoy trabajando a esta hora, pero en definitiva no me rinde, lo cual lo único que significa es que no quiero hacer esto. ¿por qué? tal vez porque estas ya no son horas de estar trabajando. Y es que creo que una de las constantes de mi existencia es precisamente, que todo lo hago a deshoras...

Como muchas veces una entrada empieza con una pendejada, en sí lo es, ya que por más que me guste protestar, en este caso no sirve de nada. Solo sé que estoy muy agotado, que quizá debería estar descansando de este aparato que me esclavizó durante todo el día; Sin embargo es algo que siento necesario, y la verdad con todo y el bostezo que me hace pausar obligadamente, voy a continuar.

Un día común empieza por un techo común y sobre conocido, o tal vez con la sensación áspera y a la vez cálida del tapete, salir del letargo de la noche anterior llevado de la mano por una voz seca que me indica que es hora de levantarse, sí, mi despertador es un chiste, un reloj parlante. Luego viene la inevitable rutina, y es que necesariamente debo comer, aunque a veces considero que en mí hay suficiente reserva para al menos sobrevivir la mañana sin alimento, pero no es cierto, casi siempre mi cabeza me lo cobra, y no todas las veces puedo quitármelo solo, ni respirando según mi chakra. De todas maneras no puedo desayunar del todo tranquilo, porque casi de inmediato entra la primera llamada de trabajo del día...

Y sin darme cuenta estoy de camino para la oficina, y casi sin pensarlo he empezado a ejecutar una a una de las labores, no como un autómata, porque tengo clara consciencia de lo que hago, es más bien como una inmersión que causa que todo se haga a un lado, incluso de nuevo la comida, tanto así que tuve que volarme a las 5 de la tarde, para comer algo, para pensar mejor, para trabajar con más calma, aunque esto hizo que horas después, no tenga la concentración suficiente para acabar con los pendientes que yo mismo me he dejado, con el pequeño listado de quehaceres que responden únicamente a mi deseo por hacer las cosas bien.

El intento de cada día de conservar la calma mientras se lucha con la voluntad ajena, o tal vez la falta de la misma, que convierte el ambiente en algo denso, en donde se camina con una gravedad aumentada por las exhalaciones de los otros, en donde todo pesa. Aún el sentido nefasto de no poder aceptar a otros, logrando tolerarlos de verdad, cuando cada cual se define por lo que expresa, por lo que le gusta y se siente menos cada vez que se da cuenta que no es aceptado, pese a estar inmerso en lo que se considera bueno; Y es que el deber ser es duro, y es que la compañía duele tanto como la soledad, pero causa al parecer heridas superficiales, o es que simplemente cuando las personas están muertas por dentro, ya todo el daño exterior se minimiza.

Solo resta esperar el apocalipsis, la diferencia, es que yo trataré de estar en el lado de la escopeta que tiene culata, porque del otro lado estará el cañón, y el BUM, que probablemente sea lo último que escuche aquel que desde este momento, ya empezó a pudrirse.

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