Tenía muchas ideas para esta entrada, ninguna cuajó.
¿a quién le importa?
Claro, es una defensa excelente, el pensar que se es libre del ojo ajeno, del juicio que lo acompaña.
En realidad, creo que a los demás les importa mucho, en perspectiva, de forma superficial, o tal vez de la única forma a la que pueden llegar algunos, esto ya que tal vez los niveles de sensación sean una invención de las personas que quieren ser complicadas, o tal vez solo aplique a las personas realmente complejas.
Probablemente sea mucho decir como en otras ocasiones lo que puede o no llegar a ser, un absoluto y descarado rasero que establece falencias en otros. ¿quién me he creído?
El problema radica precisamente en que las opiniones son válidas tanto como especular, hacer un blog, escribir una que otra diatriba. Todo el mundo lo hace, ¿no? Precisamente. Por eso mismo debería dejar de hacerlo, contentarme con seguir las ideas de otros, ir de un extremo a otro, del día a la noche sin pestañear hasta cuando ya sea necesario y suficiente el cerrar los ojos. Y claro, lo necesario y lo suficiente son conceptos únicamente que solo se tienen más o menos claro según la óptica, relativo en extremo, aunque la explicación más loable es aquella que involucra una dinámica de masas, una idea generalmente aceptada, con independencia de la razón que haya llevado a la asimilación de la misma. ¿Y qué importa acaso de donde sale algo? lo importante es que esté. Porque nada peor que los vacíos en los valores, porque se puede ser falto de todo sentido y sentimiento, pero necesariamente hay que tener algo en que creer.
Todas son puras abstracciones, pero he notado que las personas son en esencia curiosas, o mejor, morbosas. Cualquier cosa que rompa el "orden" preestablecido, será causal de miradas ansiosas, de terribles sensaciones acompañadas de aprobaciones o desaprobaciones, y es que frente a los sucesos ajenos, siempre se tendrá algo que decir. Sí, "hablar" es un verbo que se conjuga con más facilidad y más a a menudo que "pensar".
Por supuesto es muy cómodo desde la posición de quien escribe el arremeter fácilmente contra el universo, puesto que el asedio de las palabras y las ideas es en extremo efectivo, sin embargo es un punto vital, el considerar que tenemos muchas más atención que aquella que creemos, sin contar más de la que merecemos. Los miserables no son tal vez tan dueños de su miseria como de la lastima de otros, suplantamos la voluntad por la necesidad disfrazada de deseo, porque nada es suficiente y todo puede llegar a ser molesto.
Puede que las paredes no tengan oídos pero definitivamente los seres humanos si los tienen, escuchan, tanto y tan mal, que la mente de una persona trabaja tiempo extra en necedades, perversiones y venganzas. Es claro que esto sigue un sentido cíclico y perverso como todo lo humano, porque la sensación acompañada de sentimiento es única, producto de la razón, pero por contrariedad y absurdo natural del humano, es ajena a la misma, ajena a la lógica natural, inconsecuente, aunque no tan caótica como debería.
Estamos condenados a ser el sonido agudo en medio del silencio, a ser el aleteo en medio del desierto, a ser el primer copo de la nevada, puesto que cada cosa hecha tiene un primer eco imperceptible para cada quien, pero que hace eco en toda la concurrencia. No estas ni estarás solo jamás, solo sentirás soledad derivada de la incomprensión de quienes están alrededor, puesto que nada más hacen presencia y observan de forma primaria, sin definir, sin aportar, sin construir, pero les importa en cuanto a ellos, porque su vacío propio no da para más, porque se desvanecen a cada instante y deben alimentarse de algo, que mejor para empezar que los ánimos de aquel otro. La otredad es espontánea, es relativa, pero está ahí. No importa lo que eres, solo lo que haces, y únicamente en términos de ese otro el cual tendrá continuamente la pretensión de convertirse en tu sombra, para luego hacerse suficientemente atrás, suficientemente abajo, suficientemente alto para asestar un golpe definitivo.
Se está solo, rodeado, observado, siempre vigilado. Acompañado, pero nunca en compañía.
Esto va para quien pudo mirar, quisó escuchar, pero no entendió. Nada es completo, por eso siempre me parece normal un sano "dos de tres".