martes, 29 de julio de 2014

Del malestar existencial y otros demonios


Hoy, me ha fastidiado el mundo más que de costumbre, he resentido el tener que usar el mismo oxigeno que otros, el caminar aunque sea un poco cerca de ellos, la proximidad hacia ese otro. Ahora mismo me produce fastidio el ruido que otros hacen al existir, como si la sola existencia de esas personas fuera en efecto, ruidosa, pesada a mis oídos, molesta para mi forma de ser, de ver las cosas.

Esta entrada la empecé desde octubre del año pasado, motivado por la constante en que se ha embarcado mi vida, dentro de una rutina en que cada ciclo trae consigo un poco más de desgane y desasosiego.

A menudo he sentido un complejo -y completo- malestar, al cual malamente he tildado de existencial; lo es en tanto el principal síntoma de esta molestia es la misma existencia, pero no por la conjugación en primera personal del verbo estar, sino por toda otra gama de circunstancias que  hacen complicado el diario vivir y que principalmente tienen que ver con el roce necesario con ese otro. A algunos nos enseñaron que cada persona tiene un espacio personal, algo como una barrera circundante que en principio solo debe ser atravesada por quienes tienen una relación que por su naturaleza brinda un confort que recae en beneficio. He tomado muy en serio esta enseñanza, y he primado por el respeto de mi espacio y el de otros, en donde preciso evitar el exceso de confianza y contacto con aquel otro en contra de quien van estas líneas. No se trata de evitar a toda costa ese mal necesario que implica toda relación, pero prefiero no engañar a otros circunscribiendo mis relaciones a un hipócrita toqueteo innecesario, y no, no soy un maniático del aseo ni estoy consumido por una paranoia social o séptica de algún tipo; No, simplemente evito que otros se acerquen más de lo que deben, porque hay una medida para todo, aquella que tal vez uno mismo se ha encargado de establecer, aquello que así no sea lo correcto, está bien.

Preciso no ser malinterpretado, el contacto es necesario para expresar afecto, cariño, amor. Para esa persona especial que lo acompaña a uno a cualquier título, como para los hijos, las mascotas o como yo prefiero llamarlos: compañeros animales. El amor es una solución, a veces un problema, pero siempre tiende a ser algo necesario, y sus expresiones jamás están de más, mientras todo sea sincero.

Este es solo uno más de todos y cada uno de los demonios a que he dado forma, los que he concebido en orden de mantenerme cuerdo, sano, lúcido. Como tales merecen consideración, atención y sobre todo respeto, pero también están expuestos constamente al esfurzo por expulgarlos, poor su purga y destierro, lo cual, hago a diario...

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