Durante unos días me tomé un merecido descanso, de ahí que no ocupara tiempo en publicar alguna entrada, y cabe anotar que no es cuestión de no tener nada que decir; es solo que a veces las palabras se entrecortan aún mientras se piensan, puesto que son muchas cosas, sucesos, situaciones y personas; Todo, tal vez por culpa de la maldita rutina que nos acorrala, que enreda la conjugación de nuestros verbos más simples, por lo que no es tan extraño que todo se interrumpa, que las cosas queden a medio camino, a medio trazo, a media palabra.
Es curioso que mucha gente que descansa bastante (y que en principio hace más bien poco), hable también en estos términos (merecido), pero me hace detenerme a darme cuenta (pensar) que a veces parte de mi odio por extensión del ser, también es en parte envidia.
No es raro escuchar que algunas personas detestables estan mal dotadas de una "buena estrella", de suerte, algo que inclina la balanza y que dentro de una imagen de la misma como justicia, crean situaciones que pueden llegar a ser insoportables. Pero aceptemoslo, la mayoría de lo que produce bienestar se encuentra distribuido con absurda inequidad, y generalmente pese al valor que representa el trabajo y la honestidad propia de todas las relaciones humanas (o así debería ser), quien termina beneficiado no es necesariamente el mejor.
El complejo vado de la modernidad, ha intentando mostrarnos las ventajas de la competitividad, la eficacia, el rendimiento; por eso se evaluan gestiones, se hacen metas y se califican riesgos, sin embargo, en todo sistema hay un parasito que puede esconderse dentro de la maquinaria y como elemento del conjunto, hacerse participe de los beneficios atribuibles a todo este. El elemento discordante que goza de inercia absoluta, pero que aún así se vanagloria de los resultados de todos los demás componentes. La pieza repetida, innecesaria, de repuesto; aquello que no falta, pero que pese a sobrar no es eliminado.
Lo anterior quiere decir que en una carrera como esta, hay muchos caballos que mantienen un galope apenas suficiente para llegar a la meta, mientras otros tantos se deshacen por llegar en primer lugar. Así, otra contradicción de lo moderno, que se busque lo mejor, pero que lo mediocre pueda pasar desapercibido y el esfuerzo sea incluso premiado.
Claro, me desvié buscando la envidia, pero la verdad tampoco la encuentro muy bien y por ahora la dejaré en el tintero...