lunes, 14 de abril de 2014

Habladores...

La gente habla mucha mierda. Llevo varios minutos intentando que se me pase un dolor de cabeza producto de mi propia incapacidad por alcanzar un grado mínimo de calma. Aunque también puede ser producto de la espesa vociferación y constante parloteo de las personas que me rodean.

Mucho del tiempo perdido de trabajo de las personas se ocupa en la constante platica de cosas sin importancia, o de una importancia relativa, y claro, puedo contradecirme al restarle espacio a los dramas y esquemas personales en desarrollo de la máxima universal del egoismo, pero mi propio espacio, y la forma de pensar la manera en que se supone deben adelantarse las dinamicas laborales, me impide revestir esta circunstancia de más valor del que tiene. ¿Por qué? Simple, hay un límite razonable de cosas que nos importan de los demás, mediada por el grado de interrelación, interés y responsabilidad para con la relación con cada otro; Es decir que a los pobres desafortunados seudo transeuntes realmente no nos importan las vicisitudes de las vidas ajenas, y particularmente no suelo ser tan morboso y chismoso como el grueso de las personas, en especial cuando muchos no tienen nada de interesantes a simple vista. Me refiero también a la carreta típica de cada cual, una nimiedad tras otra y expresada a un volumen innecesario para un sitio en que las paredes parecen utilería de una película de bajo presupuesto.

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