martes, 6 de diciembre de 2011

Retrato de la opulencia y la vanidad

Fuente: Internet (El Espectador).
Como muchas de las cosas en este país, todo comenzó por una foto, y tan solo fue que la misma empezara a circular de la forma viral que lo hace todo en internet, para que se volviera un tema recurrente de discusión, que deja a mi juicio, varios mensajes importantes, que me ocupan el día de hoy, porque he escrito antes sobre la diferencia, la inclusión, la exclusión y el odio, temas puramente retóricos, puesto que tal cosa es inconcebible, en este, un mundo poblado por el amor, la aceptación y la tolerancia.

Este tema ha causado una gran polémica en las diferentes redes sociales y se ha convertido en una nueva bandera (excusa), para que desde rincones recónditos, algunas personas hagan uso del motor del odio, con el fin de darle sentido a sus vidas, y tal vez, hacer latir de nuevo esos rocosos corazones que tienen, como lo he manifestado en más de una ocasión, este sentimiento es un importante factor de cohesión. Pero me desvié del tema.

En la imagen que generó todo esto, podemos ver un cuadro a la más pura usanza de los retratos de las cortes del siglo XVII, con las realeza en primer plano, posando como primer punto de referencia sobre este basto castillo (la mansión del Beverly Hills de Cali), el cual tiene a lo lejos (en donde debe estar) la ciudad, con todo su mundano devenir, la separación lógica entre lo divino y lo profano, con los elegidos en la mitad que se fungen como representantes de todo aquello que merece ser adorado. Tras de ellas, y con un punto de fuga que denota su lugar como astros reinantes de ese cosmos, están un par de señoras con rigidez casi cadavérica, que esperan atentas (al parecer) a la voz comandante que les dé sentido (como objetos que parecen, un propósito), es decir, el llamado de sus altezas, para entrar a servir, siempre con la mirada baja, y con la humildad propia de su condición como vasallas.

Y es que la semiótica del cuadro presentado, por donde se analice, es grave. Es grave porque nos muestra un retrato de lo que significa el poder en nuestro país; preocupante, porque enseña que el estilo, la fama, el dinero, el estatus, y todo lo que se desprende de la imagen de estas señoras, se tiene que construir a través del uso de una simbología propia de un pensamiento colonial, sectario y ante todo, claramente excluyente.

No se trata solo de desempolvar nuestros discursos multiculturales, ni pluri étnicos, porque sería grave también que las estatuas serviles fueran indígenas, asiáticas, raizales, o incluso tan mestizas como cualquiera de los parroquianos que se ha manifestado de indignación por la imagen; No es un problema solo racial (por inconveniente que sea el término), si no de lo profundo del arraigo de la pobreza, en contraste con la opulencia y la vanidad, que son verdaderos modelos a seguir, elevados a escalas ridículas por el continuo bombardeo de ideales mafiosos y de la cultura de "las tetas y el traqueteo". En una ciudad como Cali, no se puede escapar a una realidad en la cual muy seguramente una mujer de escasos recursos (y oportunidades), se preste a dejarse retratar como pieza de museo, e incluso le haya parecido curioso y divertido, porque está conforme con su situación, y quizá tenga mejor seguridad social que los foristas del internet que se conduelen de su vida, y la sienten propia.

El problema para mí, parte de la base del uso inadecuado de las formas de inclusión, y la dificultad para articular correctamente conceptos tan complejos como la aceptación, el respeto, la tolerancia, y por ende la construcción pacifica de espacios comunes. Considero que lo primero es aceptar, la existencia del otro, y aquello derivado de ese hecho, es decir, que necesariamente nos va a afectar. Claro que primero esta la aceptación, porque ella permite adquirir consciencia de ese otro, que no soy yo, que probablemente no sea como yo lo quiero, y posterior a ello si puedo entrar a tolerar (soportar, sostener), ya que tengo un conocimiento de causa y efecto de aquello a lo que me enfrento.

Es precisamente el desconocimiento del otro, la afirmación y reafirmación de las diferencias, lo que hace difícil todo proceso de construcción, de ambientes de respeto y tolerancia; lo que es lo mismo, culpar a la ignorancia plena, cultural, académica, social, de la incapacidad latente para generar espacios de dialogo, para entrar a aprender sobre tolerancia, a generar respeto y a adquirir competencias básicas para dejar de lado el instinto que a veces parece llevarnos a acabar cada uno con el otro. Generar consensos.

Siempre he considerado que lograr estos consensos es muy difícil, en un contexto en el que lo peor que le puede pasar a cada cual, es tener un pensamiento propio, y eso pasa en cualquier tema que pueda plantearse, lo que sucede es que a la gente poco le importa algo diferente a la sociedad, la política, la religión y la economía, en especial aquellos que les son planteados por los regentes mediáticos que imperen, y se hace esto último evidente, en la similitud de los argumentos encontrados en espacios incluso diversos. ¿Por que hablo del consenso? porque es lo mínimo necesario para poder llegar a algo constructivo que materialice el sentir de cualquier instancia dentro de la sociedad (civil, colectiva, política). 

En nuestro país se presentan de manera muy cruda, fenómenos que no son ajenos al desenvolvimiento del ser humano en general. Somos terriblemente excluyentes, y no toleramos otra cosa que lo que nos conviene, para materializar los ideales del grupo mayormente aceptado y que en términos culturales tiene el dominio de la colectividad. Los discursos de opresión son un fenómeno diario y el grueso de las personas los tienen bien como frase de batalla o como forma de oposición (o incluso de resistencia), sin entender realmente de donde se desprenden, y en muchos de los casos los discursos los construyen aquellos más ajenos a la problemática sobre la que se trata, y que decir de los acuerdos, de los consensos, esos si que son escasos.

Mientras los poderosos muestren de esta forma sus bienes (incluyendo a la servidumbre) y sea válido acumular como reflejo del "verdadero" bienestar humano, vamos a estar condenados a la suerte que dicte la realeza sobre nosotros, esa que tiene castillos o mansiones por encima del nivel físico, moral y económico de sus súbditos, y que ha surgido, y se mantiene gracias a modos de producción, y fundamentos morales que datan de la época de la colonia, la cual, nos resistimos a abandonar. Y mientras tanto los vasallos se siguen separando por su color de piel, el equipo de fútbol al cual seguir, o el ganador del reality de turno.

@theraq

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo de "Fuente: internet" es imperdonable. Internet (con esa total imprecisión) no es ni puede ser fuente de nada.
Esto también es "internet", pero es un comentario específico en un artículo específico de un blog específico; no mera "internet" en abstracto.
Con el resto estoy bastante de acuerdo, por no decir mucho.

Iván R. Sánchez dijo...

Querido Anónimo, gracias por su comentario; Me refería a la fuente de la imagen, y salía tal cual en el Espectador, que fue en realidad en donde la encontré la primera vez, aunque también estaba presente en el servicio Yfrog y en algunos otros de almacenamiento, por lo que no pude rastrear su origen de la forma debida, por eso cometí el desatino de poner semejante imprecisión, por lo que no me disculpo, buen día.