A veces me creo el cuento de que estoy por encima de muchas cosas, que estoy preparado para afrontar los males conocidos y que poco queda que pueda sorprenderme. Seguramente los cementerios están llenos de personas que pensaron igual. Aunque morir no me asusta, no porque tenga alguna suerte de apoyo sobrenatural que medie mi vida, o porque crea en un destino para mi alma diferente a la extinción o reciclaje normal de la energía, no, es solamente porque el miedo a la muerte para mi equivale al miedo al existir, y eso es causado por la ignorancia y el desconocimiento, sin contar con la estupidez, y particularmente los interrogantes motivan así como la curiosidad establece objetivos tan pertinentes y constantes que ninguna existencia podría ser vacía.
No estoy seguro de por qué titule a esta entrada "mala experiencia".
No obstante, pienso que la experiencia en sí, en casi toda oportunidad es mala, porque de lo contrario es un recuerdo, que sirve a la melancolía propia del ser humano en su pérfido intento de alcanzar la felicidad -como un fin- lo que lleva a re-cordar a re-vivir, porque muchos se esfuerzan en evitar vivir de forma lineal, y de someter las vueltas de su lineal existencia: volver, o re-volver. Esto lo que quire decir es que se obligan a ver las cosas, como fureon en un momento de su vida en el cual sintieron la tan anhelada felicidad.
Se vive por contraste, y el que se hace de los eventos y decisiones personales es reiterado, quizá porque toda decisión requiere de una validación, porque poco de lo hecho por el ser humanó es espontáneo, en tanto se requiere principalmente un argumento de autoridad, que es más válido que el mero análisis racional. Especular está mal visto, divagar es peligroso y seguramente todo tiende a la mera elucubración.
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