lunes, 12 de noviembre de 2012

Navidad, preludio de una reflexión

Sobrevivir estas fechas debería ser fácil. No dejarse consumir por las tendencias populares, alejarse lo más que se pueda del "foforro", de la "farra", de la fiesta, y de otras palabras reales o inventadas que denoten rumba y que empiecen o no por "f". Huir de la confusión propia de quienes celebran hasta el crecimiento del pasto, alejarse de los que brindan por la alineación planetaria, y que beben, beben, y vuelven a beber.

Tal vez con el tiempo me he vuelto más amargado de lo que pueda llegar a tolerarse, aunque lo simpático es que como tal, las cosas que me perturban no me amargan, pese a la contradicción probablemente incursa en lo mencionado. Siempre he tenido una facilidad increíble para perturbarme -eso sí-, para darme cuenta de un montón de cosas, y tal vez tiene que ver con lo problemático de la consciencia. No lo sé. No es del caso frente a estas fechas, solo me inquieta un poco más de lo acostumbrado, por diferentes razones, pero principalmente por la gente.

Desde hace mucho tiempo considero que no es necesaria una época del año para comer de forma decente, mi propio sobrepeso es una muestra de que disfruto bastante de la comida, haciéndola y comiéndola. Por esta razón no creo que sea prudente esperar todo un año con la excusa de comer ciertos manjares. Por otro lado la familia, bueno, en mi caso, hmmm, digamos que no aplica lo de la unión familiar y otros paradigmas del espacio publicitario de Coca-cola. Por último, tampoco soy muy amigo de las fiestas, no porque no me guste divertirme, sino porque no le veo objeto, salvo que de verdad haya algo que celebrar (espero aclararlo más adelante, en otro escrito).

Muchas de las anteriores razones podrían no ser suficientes, o al menos parecer una completa tontería y corresponder a una realidad subjetiva y ridícula  Lo anterior entonces me da motivos suficientes para considerar lo mismo de los fans absolutos de estas fechas. Quienes han asfixiado de tal manera las fiestas decembrinas que ya cubrieron parte de la ciudad con sus poco ecológicos y febriles adornos, tanto así que casi que hacen desaparecer a Noviembre. Claro, el afán mercantilista también se ha apoderado de los almacenes y por supuesto las personas que deben ser "precavidas" ya han empezado a hacer compras para madrugarle a Diciembre. La música típica de estas fechas pulula en las emisoras (afortunadamente yo no escucho radio, ni veo televisión), por lo que cada vez son más los signos inequívocos de la llegada del enorme zombie robusto y regordete, padre de la navidad el cual como es costumbre viene a premiar a los niños buenos y a castigar a los malos, aunque nunca entendí el sentido de justicia de este personaje, todas las personas malas, impías  cretinas, cínicas y criminales, reciben los mejores presentes en estas fechas.

Por mi parte, no celebraré nada, no hay por qué. Quisiera ser el monstruo creado por Dr. Seuss, e intentar robarme la navidad para aumentar de talle mi achicharrado corazón, pero desgraciadamente afuera no está lleno de "quienes", sino de cualquieras, de personas que viven en conflicto con ellos mismos y que probablemente fueron desprovistos de la capacidad verdadera para sentir, con lo que mejor les dejo disfrutar de sus pérfidas fiestas, y que la supuesta felicidad les cause el necesario vació que he observado siempre y por el cual he considerado esta época como la mas miserable del año. Anochecerá y veremos.
Jo jo jo (?)

Imagen tomada de aquí

1 comentario:

Anónimo dijo...

uy es demasiado!!! mucho te dire!
la melancolia presente,en cada lagrima!
beso
lidia