viernes, 24 de octubre de 2014

Pausa para ver llover

Escribir todos los días no es tan complicado, el ambiente siempre está lleno de inspiración. Melodías que surcan el aire llenándolo todo de poesía, de letras escondidas dentro del cálido aire, de tonadas camufladas dentro de la constante del espacio.

Naaah, !MENTIRA¡


Es todo lo contrario, el ambiente está viciado, lleno de olores malucos, contaminado con el humo del cigarrillo, el jugo pulverizado de los exostos, las excreciones del mundo moderno que nos escupe en la cara (por no decir otra cosa); Salir a la calle representa exponerse a una constante de contaminantes generados por el inclemente egoísmo de los habitantes de la ciudad. Los automóviles son cajas del ego que reflejan el malestar espiritual de sus ocupantes, y por tanto secretan todo ese veneno a través de sus escapes. Cada calle, cada esquina está provista de un sentir único, la concentración de frustraciones y traspiés de aquel que siempre tendrá su mente en otro sitio, porque la vida se desenvuelve en un sentimiento de nostalgia, o de abandono. La primera por todo lo bello, lo divertido, lo grácil, satisfactorio y bueno que le ha sucedido a cada ser; lo segundo ante la necesidad de solo concentrarse en lo anterior, de velar por la consecución únicamente de lo benigno, el fin en sí mismo de la exaltación del espíritu, sin ninguna otra consigna que caer en el punto inflexible de la felicidad impoluta... 

Y mientras tanto llueve, a ver si se limpia un poco todo lo anterior...

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