jueves, 9 de junio de 2016

Parcial

Todo cambia, todo termina, o uno lo deja terminar...

La vida es una sucesión de instantes, momentos y circunstancias pasajeras. Basta con hacer memoria a través de las imágenes capturadas en épocas distantes o no tanto, y es sorprendente todo lo que vuelve, todo lo que se siente de nuevo, de la manera propia que dicta la memoria, de esa forma que no es del todo coherente con la realidad, de esa forma en que sólo existe el pensamiento humano, tan profundo y complejo como la tesitura de los sueños.

Recuerdo, melancolía. Cada fragmento hace parte de otra realidad y por tanto de otra vida, aquella que fue dejada atrás, a raíz de una decisión, como resultado de un ejercicio de voluntad e incluso como forma de atender a una fuerza, suceso o acontecimiento insalvable.

La inevitabilidad es tan relativa como la disposición del espacio, del tiempo, de las distancias y los momentos, puesto que todo está tan intrínsecamente conectado como alejado y revestido del caos universal. Todo cambia, todo se termina, todo pasa por algo a la vez que por nada. Los espejos de la razón forman cascadas de reacciones, nuestras acciones se miden por el impacto que causan en otros, pero a la vez son poco tenidas en cuenta para el crecimiento personal, para la introspección.




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