lunes, 13 de junio de 2016

Pausa para lamentarse

Son múltiples las cosas que pasan por la mente de una persona medianamente consciente. Resulta complejo hablar de uno mismo, y hacer cualquier clase de reflexión que quepa dentro de una categoría loable en términos de crecimiento personal, si es del caso, o de algo que sirva, pero todo, todo puede ser controvertido, o mejor, desestimado. Sí, porque el auto conocimiento es egoísmo, y es malo. La observación de los demás, se constituye en una crítica, que usualmente también es mala si no está acompañada de alguna señal de acción, una disposición de cambio a través de un consejo, sin embargo, esto también es malo ya que no se puede decirle a otros como hacer las cosas.

Los consejos, las opiniones y las críticas solo sirven (o tan solo se aceptan) si acaso suelen ser constructivas, positivas o si en realidad disfrazan alguna clase de elogio o disposición de alabanza frente a quien se dirigen, claro, salvo que se esté dentro de una posición de autoridad con respecto a la persona, caso en el cual el mensaje será tolerado en una mejor manera, o incluso adoptado si la posición está mediada por alguna suerte de dominación por efecto del carisma o la admiración.

En fin. Es poco lo que se puede decir en realidad, salvo que goce uno de alguna forma de ser, de una personalidad cínica, ociosa si quiere, la cual permita ir un poco al rompe con este tipo de imposiciones.

Este mal aumenta en la medida en la que desciende la curva de edad del individuo al que nos refiramos, poco queda de una atención real hacia el otro, ya que las personas son fácilmente descalificadas, salvo que -insisto- sean alguien, y que tengan por tanto una mayor importancia para el colectivo, lo que puede ser rastreado a través de su impacto en el mundo alternativo y cada vez con mayor relevancia que dictan las redes sociales, el internet.

Quizá en algún punto podré explicarme de mejor manera, sin caer en tantos lugares comunes y sin acercarme tanto a lo que critico.

Lo cierto es que estas realidades, sumadas a otras tantas de la expectativa y el devenir cotidianos, simplemente están mermando mi capacidad de resistencia a las vicisitudes del rigor de cada ciclo de rotación terrestre. Esta desidia, propia de la cotidianidad, probablemente terminará acabando conmigo...

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