No he sido ajeno nunca a la política. Considero que es una dimensión importante del individuo y que el Gobierno, la democracia y las diferentes formas para abordar el complejo devenir de los pueblos, de las naciones, de los Estados; son temas que deben ocupar a todas las personas, puesto que la política pública es clave para la determinación de las condiciones básicas para subsistir o progresar dentro de un determinado país.
No debería estar explicando la importancia de la dimensión política de los seres humanos, pero en un país con una tasa de abstencionismo tan ridículo y en el que pareciera que las mayorías se manifiestan a través de prácticas clientelistas y corruptas, es necesario que el pequeño porcentaje de personas que votan bajo una premisa de opinión o con una consciencia del ejercicio electoral, conozcan la importancia de esto que están haciendo.
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Para mí todo empezó por allá en el año 2010 con una reflexión titulada
País de..., por supuesto ustedes pueden completar el título con aquella frase que se acuñó luego del asesinato de
Jaime Garzón o con la frase despectiva más adecuada que encuentren. En esa reflexión me ocupé principalmente sobre democracia y, de alguna u otra forma, referí al deber ser de la democracia. Claro, era ese el momento histórico adecuado para elegir a alguien diferente, pero desde esa fecha el electorado, aquel colectivo de masa que no responde, al parecer, a ninguna lógica crítica; eligió a quien se les dijo; una decisión (cuando lo fue) motivada por un sentimiento de falsa seguridad sobre la base de la explotación de los diferentes miedos a los que históricamente se habían enfrentado las personas. Violencia, mucha. Este país durante el siglo pasado estuvo expuesto a un sin fin de manifestaciones de una guerra luchada entre nosotros mismos y cuyo objetivo no era otra que el control de los medios de producción tradicionales y alternativos (ilegales). Mafias y diferentes organizaciones criminales se encargaron de hacerle la vida imposible al campesino y se vieron, de un lado y de otro, cruentos crímenes que hicieron pensar que una política de Estado fuerte era la mejor solución.
Pero la violencia no cesó durante aquellos años anteriores al año en que escribí esa primera entrada. Por el contrario, existió un recrudecimiento del conflicto y otros pasaron a ser los principales victimarios (incluido el Estado) en tanto que se conocieron actos de extrema crueldad, con una canallez sin precedente en el que las victorias del Estado, contadas como estadísticas en contra de "los bandidos" como pudo haberles llamado el señor del sonsonete sobre firmeza y grandeza; esas victorias parecieron inflarse con víctimas aleatorias de aquel cúmulo de miserables y marginados que siempre son los destinatarios de las peores decisiones de Gobierno.
Pero tal vez esto sea una exageración, quizá lo que haya estado de por medio haya sido algo menos que una lucha ideológica por establecer la corriente de pensamiento imperante en el país. En ese tiempo no se notó tanto, según lo que me permite evocar la memoria, pero lo cierto es que había que darle continuidad a la política estatal de seguridad y al parecer esto solo podía ser asegurado a través de este señor que estaba siendo indicado por aquel otro que había "mejorado" por "completo" la seguridad en el país, arrinconando a los actores del conflicto y garantizando, entre otras cosas, la movilidad básica dentro de este terruño.
En todo caso en ese momento se perdió la posibilidad de elegir a alguien diferente, y de ese alguien quizá me ocupe en otras líneas más adelante.
Luego, en 2014, tras las elecciones también para presidente del país escribí de nuevo. Esta vez una entrada titulada:
País de... (4 años después). En esta sí fui un poco más profundo en el análisis, porque de nuevo el país, aquel escenario de cruenta desigualdad y en el que no mucho cambió en los últimos 4 años; esta vez eligió de nuevo entre dos males casi iguales. Uno que representaba la continuidad de un gobierno amparado en las prácticas más politiqueras posibles vistas desde el mismo
Frente Nacional en donde poco había de seguridad y en la que las circunstancias de desigualdad se fueron acrecentando para dotar a aquellos "marginados", como son abordados en el texto, de menos voz y cada vez menos formas de salir de su propia miseria y marginalidad.
Pero los fantasmas del comunismo y del castrochavismo que se empezaron a agitar como banderas para la unidad ante el miedo, fueron tan poderosos que la decisión estuvo dada para que se evitara la llegada al poder de alguien aún más nefasto que quien en ese momento lo detentaba. Todo el ejercicio electoral se erigió sobre bases mentirosas, sobre promesas vacías y dicotomías peligrosas como aquella entre la paz y la guerra. De esto da fe mi entrada y quiero por eso dejar algunas líneas acá como recordatorio:
Lo cierto es que en esta fecha, las personas parecen estar conducidas hacia un arrebato por el manteniento y garantía de la libertad, de aquella para moverse supuestamente en el país, aun cuando no tengan los recursos para ello, es la sola idea, puesto que es lo único que basta; una libertad idílica sostenida en la premisa de un gobernante con 'mano firme', que pueda -supuestamente- poner freno a un movimiento peligroso que aún hoy suele causar más pavor que cualquier monstruo de closet, nada menos que el comunismo. Lo curioso es que un pueblo que adolece de una marcada ignorancia, producto no menos que de la falta de oportunidad que ha supuesto la mala administración desde hace más de 12 años, de la política pública, donde en una lógica guerrerista precisamente, se destinan montones del dinero de los impuestos para sostener una guerra que solo existe cuando se requiere un motivo de naturaleza electoral, un conflicto que parece tan lejano, tan distante, pero a la vez tan natural, y que muchos saben que existe, pero no viven realmente en tanto no estan expuestos a los efectos de la violencia y el crimen que se encuentra tras los campos de batalla, que nos son otros que los campos en que viven aquellos a los que groseramente he llamado marginados.
¿Por qué libertad? Esa es la idea que se encuentra intimamente ligada a la de seguridad, aún falsa, aún falaz. A este proyecto de nación se le viene embaucando desde siempre con la promesa de libertad, y aquellos que dominan, se han encargado de hacer cierto aquella máxima frente a la cual 'la esperanza es lo último que se pierde'. Y esto no es nada diferente de la realidad de quien no tiene nada o tiene muy poco, y que ni consciencia le han dejado desarrollar, quien solo vive esperanzado y con un conocimiento de sí mismo que se limita a la comida del día, para quien la ilusión se materializa en novelas, en realities y en futbol, lo que no hace nada difícil que alguien con la suficiente habilidad mesianica, con la capacidad manipuladora de un estafador a gran escala; consiga aunar a sus fieles, tal como aquellas iglesias de corte radical a la espera de ser llevados al más allá por una inteligencia superior, lo que equivale posible suicidio colectivo, y que en todo caso no lleva a nada bueno. El arte de esta dominación basada en la esperanza está en someter a través de engaños tan elaborados que aún cuando parecen absurdos, son los que más tienen efecto en las mentes de los marginados, quienes aún cuando pueden saber de antemano lo imposible de las promesas encarnadas en su mesias, prefieren un sufrimiento estoico en esta etapa, con miras a una recompensa ideal, utópica. Es un engaño perfecto.
En los últimos años se han dado a la tarea de convertir a la libertad en una moneda de cambio, con sus varias especies y motivos, de cara a la posibilidad de hacer fortuna con ella, y añadirla con otros intangibles explotados por unos pocos, por la escaza minoría, la misma que se beneficia de la guerra y de la explotacion indiscriminada del territorio y los recursos nacionales, para quienes el Estado es una mina, una torta o una masa frutal que debe ser convertido en sustancia gelatinosa para untar (guiño).
Moverse tranquilamente por el territorio nacional o darle duro a la guerrilla no deberían ser afirmaciones suficientes como postulados estructurales de campaña, puesto que la seguridad del Estado es una política institucional y no la bandera de uno u otro candidato.
En octubre de 2016 escribí
Sobre los perdedores, esta vez sin centrarme en las consecuencias de este ejercicio electoral y más sobre el marcado pensamiento canalla y cafre que encontré en las manifestaciones de supuesta democracia. En donde los consensos parecían estar enmarcados en este odio visceral que no ha servido más que para que se acrecienten las diferencias, para que se polarice más el país y, sin embargo, todo parece igual y servirse de lo mismo.
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Antes no me había ocupado de un examen de las consecuencias directas o indirectas de los ejercicios democráticos para elegir la composición del Congreso de la República, tal vez por lo que éste mismo implica. Este es un país con una supuesta división y equilibrio de poderes en el que, sin embargo, un presidente puede hacer muchas más cosas de lo que uno pensaría. Aun cuando le hagan oposición en el órgano legislativo, como ha pasado con el actual. Esto quiere decir que las mayorías en el congreso pueden llegar a servir únicamente para fines clientelistas al igual que para el mantenimiento aparente del poder por fuerzas como las del señor este que no quiere despegarse de aquel y quien ha logrado nada menos que una buena cantidad de representación a través de una campaña agresiva en todas aquellas zonas en donde la democracia es un chiste e incluso en aquel escenario donde se supone que reina el pensamiento crítico: internet.
De aquella fuerza política fue la mayor cantidad de publicidad con la que me encontré en Facebook y Youtube. Casi sin presencia de otras caras o candidatos, quienes decidieron que así fuera por austeridad o falta de dinero, o incluso con alguna suerte de compromiso con el ambiente.
Este ejercicio muestra que todo se queda en los mismos con las mismas. Que las tradicionales formas de conseguir, manipular y amarrar las intenciones de voto se siguen perpetuando a través de los tiempos y que, en todo caso, lo que queda para el voto de opinión es una marcada desinformación y un aprovechamiento de aquel temor básico que tiene la gente por perder lo poco que tiene, a pesar de que son estas mismas fuerzas las que les han impedido tener un poco más.
El sistema es perverso y sigue haciéndose cada vez peor. La gente (del común) ahora sí tiene acceso a redes sociales. Casi toda la población tiene acceso a internet y está pegada constantemente del chat y de toda otra suerte de medios para perder el tiempo. Todas estas personas son un cociente de masa que es altamente manipulable. A la cual el miedo por el comunismo y por convertirnos en otro país, a pesar de las complejidades para que eso llegara a ser cierto, les ha servido para salir a votar por aquel que les digan, por aquellos que no van a permitir que esos miedos se concreten.
Y habrá que esperar a ver qué pasa durante las presidenciales en mayo, pero desde ya auguro que no será nada bueno.