lunes, 2 de abril de 2018

Sequía

Otra vez. Pasa cada cierto tiempo. El peso de los días, de la rutina, de la misma cotidianidad, hace que las palabras se extingan, que de cierta manera el pozo de donde salen las frases se enturbie y que toda esa maraña de pensamientos que pueblan a menudo mi ser, no puedan ver la luz por cuenta de las diferentes situaciones relacionadas, insisto, con el diario vivir. Diario, día a día. Es como si a mí se me fueran juntando las diferentes horas sin una u otra cosa, las frustraciones por los quereres, los resultados de las necesidades insatisfechas. Me explico.

A mí me parece que todo suma. Que la expresión del paso del tiempo no es tan solo la manifestación herida del ser. El devenir, un testimonio de que eso ha pasado, de que en efecto fue, porque lo que estuvo quizá aún permanezca, porque aquel otro verbo tiene que ver con la correspondencia y con el espacio antes que con la existencia y el tiempo.

El otro es una presencia constante y permanente a la cual es muy difícil de escapar. El otro también tiene que dejar alguna manifestación de su presencia, de su devenir, de su propio ser. Y esto, por lo general, se traduce en ruido. Todo está cargado de ruido, todo se expresa a través de ruido, porque las personas desde que son infantes son sobre estimulados con diferentes sonidos más fuertes de lo que deberían. Luego, para el momento de la expresión, de los albores del desarrollo de la personalidad, nos enseñan los diferentes escapes a la sociedad, a nosotros mismos, por eso nos sumergimos en la música (sin importar el género) a altos volúmenes, para no escuchar a los otros seres en formación, sus problemas, los regaños paternos, y todo el ruido que quizá en ese momento si percibimos.

El otro se desplaza a través de medios cargados de ruido. El otro empuña herramientas llenas de ruido que son usadas para crear caminos para sus máquinas que también hacen ruido. Aquel otro también vive en sitios en los cuales pocas veces se ve alejado del ruido y tal vez solo deje de hacer ruido al dormir, si es que no ronca.

Hay sitios en los que el ruido no lo es tanto, en que a ratos pueden escucharse melodías perfectas causadas por el caos cósmico que en cambio las urbes se niegan a abordar. Porque la modernidad siempre ha querido escapar al caos, aun cuando este es el mejor medio de establecimiento de algo sostenible. Lo natural, el azar, el desorden.

Las ideas siguen ahí, el problema es su expresión.

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