lunes, 22 de enero de 2018

Otro balance inútil para tratar de dar explicación a lo que en realidad no la tiene, o de la cual es simple y sencillo

El año 2017 fue un maldito año. Difícil, improductivo en muchos niveles, y desastroso para mi confianza en muchos otros, aunque interesante en varios tantos otros aspectos, lo que evitó que no me volviera loco. No me refiero solo a cosas intrisecamente personales o que estén relacionados con la vida el infinito y todo lo demás. Sí, algo me dice que la profundidad de mis pensamientos ha ido mermando y para recuperar esta agudeza, de alguna u otra forma tengo que volver sobre lo que he escrito. Tengo que leerme y darme cuenta, recordar o evitar olvidar. No es un balance sobre lo personal, eso empezó regular, fue avanzando y en cierta manera terminó muy bien. Quizá mi falla tenga que ver con este espacio, con otro tipo de consideraciones personales correspondientes con mi inteligencia, lo poco o mucho que resta de ella luego de establecer rutinas dañinas para mi cerebro. Y no, no se trata de un carrusel de circunstancias destructivas o de vicios que hayan podido mermar las cosas. No, es solo la falta de interés, de cuestionamiento. Aquellos lugares cómodos que se forman cuando uno está allí para hacer lo que se le indica. La pusilanimidad en su máxima expresión.

Pero lo que en realidad me molesta es que termine afectando cosas como este espacio.

Mi año más malo en términos de entradas, antes de 2017, fue el 2011 en el que tan solo escribí un total de 27. Mientras que en este fatidico año pasado solo fueron 17, esto es, diez menos. En 2016 había escrito 47, todo un avance para el año anterior en que fueron 37. Pero no se trata solo de números. Se trata de la diversidad y calidad de las diferentes entradas y de eso hay poco en este año. Poco, poquísimo. Casi todo lo que escribí fueron cosas ligeras, poco elaboradas. No hay mayores entradas reflexivas como las del año 2016.

No haré un propósito para este año 2018, no creo en tales cosas. Me parece un tanto ridículo, puesto que uno no debe esperar a algo tan circunstancial como el final del año. Pues si bien es un hecho correspondiente a un consenso científico que la tierra hace su moviento de traslación en 365 días, la fecha de cada vuelta alrededor del sol es algo que alguien se inventó.

En fin. Tendré que escribir más y quejarme menos. Ja.

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