Sí, tal cual. Esta entrada como tantas otras corresponde a alguna vez en que vislumbré algo parecido a una reflexión, pero que no o la luz por cualquier motivo que se les ocurra. Así es, ha sido siempre así también. Cuestionar algún pedazo de la realidad es algo difícil cuando las manos son atadas con el lazo de la obligación, porque a lo mejor a uno mismo se le ocurrió, por un pedazo más grande de pan, aun cuando todas las miserias tienen el mismo tamaño a pesar del confort con que se afronten y aun cuando los problemas derivados del pensamiento, de la razón o del simple equilibrio de la consciencia nada tengan que ver con todo aquello que se posee, aquello que se tiene, o de lo que se disfruta (aunque esto último sí que ayuda).
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Desearía
entonces detenerme a pensar en lo que es la libertad, en lo que esta
representa y por qué rayos vivimos en un mundo abocado hacia su
realización, hacia su consecución. Un mundo en que este concepto se
predica de todo lo humano, porque al parecer todo es un constante de la
expresión de la decisión, porque la voluntad debe manifestarse, es una
realización de todo aquello que nos permite la consceincia. ¿Pero es
cierto?
¿Este no será uno de los mayores engaños de la historia de la humanidad? Es como si el advenimiento de la modernidad trajera consigo cada vez una mayor restricción a lo que podemos hacer. Y claro, es que el contrato social es neceario para que mantengamos a raya a lo peor de nosotros mismos, a cada cosa que disrupta el paradigma contemporaneo, la vida en sociedad, la civilización. Aun cuando todo sea tan solo un condicionamiento a gran escala al que pocos quieren escapar.
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