"Escoge un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida" Esta frase, que se le atribuye a Confucio, es una gran mentira que quizá tenga un interesante trasfondo espiritual pero que en realidad no es más que otro de los convenientes mantras de la modernidad. Porque claro, existen dos formas posibles de afrontar los diferentes dilemas de la vida, una de ellas es a través de la aceptación y la otra a través de la negación. La filosofía oriental en la mayoría de los casos (y no soy ningún experto) busca una realización ideal del ser a través del auto conocimiento y de la reflexión. Pero en realidad esto tendría que ser abordado desde una cosmovisión relativa a esa misma filosofía. Es claro que engendramos muchos de nuestros propios problemas, les damos sentido y los hacemos tan ciertos como el mismo contexto no lo permite. La gente no muere por cuenta de sus episodios de depresión únicamente por no ser capaces de abordar la vida desde uno u otro enfoque. No se trata solo de la ausencia de caminos productivos para distribuir la frustración, el desespero, la melancolía, el aburrimiento; No, es mucho más complejo que esto porque cada cual tiene una capacidad cierta o no de dimensionar todo aquello que le sucede. (esta otra entrada lo resume bastante bien, mientras que esta otra es un reflejo de todo lo que este tema me preocupa).
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En efecto, no puede reducirse la existencia a la sola búsqueda de un camino hacia la felicidad, el que seguramente se encontrará plagado de trampas y engaños. Muchos, impuestos por uno mismo. No. El ser busca su lugar en el mundo, pero a la vez también acepta, o se resigna. Aquí es donde siempre he podido establecer dos tipos de negaciones que tienen toda la apariencia de una aceptación, pero que en realidad son formas de negación. La primera es aquella hecha de forma consciente, y de esta no me ocuparé porque es tanto tema para su propia entrada como un punto sobre el que no me quiero detener. La otra es la negación inconsciente, que se trata simplemente de apagar el cerebro, sonreír y hacer de cuenta que no ha pasado nada.
Esta es una forma peligrosa de introducción en la total estupidez, muy propia de las sociedades sin sentido crítico, aquellas consumidas por la injusticia y la inequidad, esas que también son catalogadas de "felices", en las que se come mierda, pero se come con gusto. Como puede verse, es una forma de aceptación si ve como un "seguir adelante" a pesar de los inconvenientes, pero el abordaje puede o no incluir la consideración sobre una solución. ¿Importa? Quizá. Lo importante es que tenemos salud, lo importante es que estamos vivos, que tenemos una cama, un techo.
Este sentimiento es el que lleva a las personas a hacer trizas su dignidad dentro de algún tipo de trabajo que no les satisfaga que, por el contrario, les frustre o se lleve lo mejor de sus días, sus tardes y sus noches. Es que como lo he dicho antes, no se trata solamente de tener algo en qué ocuparse, de pasar los días esperando que llegue la noche y cada jornada con la esperanza de la llegada del anhelado viernes y con este el fin de semana en que se tendrá una corta pausa para luego seguir con la misma rutina ¿hasta que llegue una pausa más larga? ¿Un festivo? ¿Vacaciones?
Esta es una forma peligrosa de introducción en la total estupidez, muy propia de las sociedades sin sentido crítico, aquellas consumidas por la injusticia y la inequidad, esas que también son catalogadas de "felices", en las que se come mierda, pero se come con gusto. Como puede verse, es una forma de aceptación si ve como un "seguir adelante" a pesar de los inconvenientes, pero el abordaje puede o no incluir la consideración sobre una solución. ¿Importa? Quizá. Lo importante es que tenemos salud, lo importante es que estamos vivos, que tenemos una cama, un techo.
Este sentimiento es el que lleva a las personas a hacer trizas su dignidad dentro de algún tipo de trabajo que no les satisfaga que, por el contrario, les frustre o se lleve lo mejor de sus días, sus tardes y sus noches. Es que como lo he dicho antes, no se trata solamente de tener algo en qué ocuparse, de pasar los días esperando que llegue la noche y cada jornada con la esperanza de la llegada del anhelado viernes y con este el fin de semana en que se tendrá una corta pausa para luego seguir con la misma rutina ¿hasta que llegue una pausa más larga? ¿Un festivo? ¿Vacaciones?
Tomado de: https://pixabay.com/es/reloj-de-bolsillo-momento-de-la-3156771/ |
Conozco
muy pocas personas que se encuentran a gusto con su trabajo (que no
felices) y por lo general son personas con alguna clase de compensación,
algunas incluso con una de carácter racional que se acerca más a la
negación consciente, al saber dejar y por qué se deja, al saber ser y
por qué se es y al saber estar y por qué se está. Pero a algunos nos
cuesta más trabajo, porque aquellos pendientes de la razón, porque las
deudas del espíritu, se las cobra a uno muy duro la misma consciencia.
Tener un trabajo que uno disfrute es posible, yo lo tuve, pero en su momento no lo consideré tan agradable, y por eso, precisamente, lo abandoné en búsqueda de algo mejor, por salir de lo que los mismos expertos en "life coaching" llaman salir de la zona de confort. Sí, estaba cómodo, era un lugar agradable, en donde yo era apreciado y en el que de alguna manera crecía profesionalmente. Pero no al ritmo que yo quería. Siempre he buscado algo más: aprender, investigar, conocer, saber. Y eso no lo estaba obteniendo en su momento.
Entonces, ¿se trata únicamente de tener un trabajo que a uno le guste? No. El gusto, la comodidad, el confort, la satisfacción, son aspectos subjetivos y completamente reducibles a un solo momento dentro del desarrollo personal.
Aún cuando se trabaje en algo con el mayor de los gustos, igual se trabaja. El trabajo representa un aprovechamiento de la fuerza personal que involucra a otros. Siempre existirá un desgaste y en caso de corresponder en la lógica del trabajo dentro de nuestro modo de producción actual, dentro de nuestro sistema económico y político, siempre se tratará de establecer un flujo de recompensas que se dirija a otro u otros.
Como yo lo veo son dos cosas: 1. Que lo que uno hace resulte del gusto de uno, en donde vendría primero el gusto y luego la buena fortuna, la providencia que logra que la labor sea compatible con lo que a uno le gusta. Digamos que se supere la frontera difusa y subjetiva del gusto. Este sería un escenario ideal y no me parece del todo irreal, pero sí un poco utópico, porque a uno suele gustarle todo aquello que le representa la mayor satisfacción por el menor esfuerzo (un principio racional de la economía nada más). 2. Hacer que lo que uno hace se vuelva del gusto de uno. Este es un ejemplo de aceptación pura y dura. Aquí lo que se hace es cambiar, adaptarse. Lo que tal vez sea más compatible con la filosofía oriental, creería yo. Se trata de ser como el agua, flexible, maleable y terminar por aceptar que la vida de uno es una mierda y que no queda de otra que agachar la cabeza, decir que sí cuando sea necesario y en los demás casos tan solo cerrar la boca.
Lo bueno es que ya casi pagan.
Entonces, ¿se trata únicamente de tener un trabajo que a uno le guste? No. El gusto, la comodidad, el confort, la satisfacción, son aspectos subjetivos y completamente reducibles a un solo momento dentro del desarrollo personal.
Aún cuando se trabaje en algo con el mayor de los gustos, igual se trabaja. El trabajo representa un aprovechamiento de la fuerza personal que involucra a otros. Siempre existirá un desgaste y en caso de corresponder en la lógica del trabajo dentro de nuestro modo de producción actual, dentro de nuestro sistema económico y político, siempre se tratará de establecer un flujo de recompensas que se dirija a otro u otros.
Como yo lo veo son dos cosas: 1. Que lo que uno hace resulte del gusto de uno, en donde vendría primero el gusto y luego la buena fortuna, la providencia que logra que la labor sea compatible con lo que a uno le gusta. Digamos que se supere la frontera difusa y subjetiva del gusto. Este sería un escenario ideal y no me parece del todo irreal, pero sí un poco utópico, porque a uno suele gustarle todo aquello que le representa la mayor satisfacción por el menor esfuerzo (un principio racional de la economía nada más). 2. Hacer que lo que uno hace se vuelva del gusto de uno. Este es un ejemplo de aceptación pura y dura. Aquí lo que se hace es cambiar, adaptarse. Lo que tal vez sea más compatible con la filosofía oriental, creería yo. Se trata de ser como el agua, flexible, maleable y terminar por aceptar que la vida de uno es una mierda y que no queda de otra que agachar la cabeza, decir que sí cuando sea necesario y en los demás casos tan solo cerrar la boca.
Lo bueno es que ya casi pagan.