Este post está casi totalmente inspirado en uno que leí hace unos días y que definitivamente me llegó, porque era algo que yo tenía atorado en la garganta y que ya era hora de que saliera. Debo decir primero que todo, que para poder llegar a este momento de mi vida, he tenido que superar muchas cosas, en particular odios, manías e ideas, que en mi cabeza tan solo han servido para aislarme del mundo, sin embargo no creo que sea a veces tan malo tener una perspectiva y vivir acorde con ella, lo malo es cuando a uno se le queda la vista torcida y ya no hay nada más allá. En fin, aterrizo diciendo que siempre he tenido problemas con cierto tipo de personas, en especial, aquellas que en su afán de apersonamiento, de identidad, de fortaleza espiritual y anímica, se hacen a una imagen patética –a mi juicio-, deplorable y detestable (y seguiré sosteniendo que es mejor detestar que odiar, se consume menos energía y de alguna forma tiene más clase). ¿Por qué podría yo referirme a alguien de esta manera tan especial? –Já-; Simple, es porque hay personas que se construyen tan cuidadosamente una imagen ajena a sí mismos, que se olvidan de sus propios seres, de cultivarse como individuos, como simples seres humanos, el eterno cuento de obsesionarse por el ser y olvidar por completo el estar.
Ya he escrito antes sobre la identidad y de una u otra manera sobre las formas en que algunas personas se construyen a sí mismas; Hoy, me gustaría dejar un ejemplo de algo que me parece es una mala forma de hacer las cosas, una pésima manera de vivir; Por supuesto una más de las muestras de lo poco consecuentes que somos los seres humanos con las ideas que profesamos como base fundamental de nuestra moral, una de ellas la libertad, lo cual espero sea posible entender de mis palabras más adelante.
La entrada que me sirvió de inspiración habla de los INTELECTUALOIDES, sin embargo voy a tratar de dar una caracterización usando el “querer ser” de estas personas, con el fin de que cada cual se haga su idea de que tan buena es mi descripción y a lo sumo más de uno comparta mi pensar con respecto al tema. Como este tema es personal y me toca, he decidido entrar siempre en contraste con mi propia idea a través de la primera persona –sí, yo-, con lo cual debo dejar aclarado de una vez que esta es mi opinión y que no tengo ninguna base más sólida para ella que la experiencia tras años de vivencias –amargas- y de observación meticulosa –no me quedaba de otra ante estos personajes- (además, para detestar algo de veras hay que conocerlo, si no el sentimiento es tan inútil como las ansias de ganarse una lotería que nunca se compra).
Estas personas entonces deberían creerse intelectuales –querer ser-, y ante esta palabra hay que tener un cuidado especial, porque un intelectual puede ser lo que uno menos cree, en especial porque en un mundo sustancialmente sexo-dependiente y con valores que chocan contra la idea de pensar y usar el “intelecto”, pues puede tomarse como tal hasta a aquel que puede durar más de 5 minutos sin pensar en sexo (ahora no falta el que hizo cuentas mentales en su cabeza a ver, si es, o no…).
La santa Wikipedia, nos dice que un intelectual es: “aquella persona que dedica una parte importante de su actividad vital al estudio y a la reflexión crítica sobre la realidad.” Bueno, habría que ver que puede tomar uno como “actividad vital”, “estudio”, “reflexión crítica”, y por supuesto “realidad”; Como verán el problema de siempre con las cosas es conceptual y de referente, o contexto. Los diccionarios tratan la palabra como “lo relativo al intelecto” o como la actividad, trabajo y demás en donde se use especialmente la inteligencia; Esto último me hace pensar que salvo escasas labores, todos seriamos intelectuales, ¿no?, y las palabras anteriores me llevan a cavilar que al procastinar, no se podría ser intelectual; De igual manera estaría eso de “crítica”, ya que muchas personas entienden lo crítico como un pensamiento o actitud –solamente- malvada (y es que en la definición está el primer error), pues eso de criticar está directamente unido a la censura, y esto no es más que expresar juicios respecto a las ideas ajenas (como sea que estas estén concretadas); Sin embargo muchos creen que criticar y censurar es imponer las ideas propias sobre aquellas que se tiene a bien juzgar, lo cual es más bien una “actitud criticona”, y la verdad no queremos quedar mal ante nuestra señora bien amada Wikipedia.
Los intelectuales –digamos los de verdad- son personas interesadas en tener una actitud no solo crítica, si no consciente sobre la realidad; no son poseedores de verdades, ni de modelos complicados –y confusos-, o respuestas frente a cada problema cotidiano; solo son buscadores, gente que como usted y yo, se da a la tarea de encontrar la respuesta para aquello que los mueve y afecta sus vidas. Lo que pasa es que el intelectual a diferencia de lo que podría pasarle a usted o a mí, tiene la ventaja de asociar su forma de abordar las cosas con su vida diaria, siendo reflejado esto casi siempre en su profesión y/o carrera. Pero más allá de esto hay más de un intelectual por ahí camuflado entre los inermes, entre la masa corrupta e informe de aquellos que simplemente tienen muchas de sus neuronas en espera de ser aniquiladas con alcohol –u otras sustancias-. Voy a entrar un poco más en materia con una distinción de lo que para mí podría ser intelectual y tomando prestadas algunas ideas del post en que me inspiré.
1. Un intelectual tiene un debate constante en su cabeza, no es que esté distraído, o que sus células cerebrales estén en continuo recreo, ni es necesariamente alguien con un estado pre-autista; simplemente el intelectual piensa, precisamente porque usa su intelecto. Con lo cual no entra en una conversación, salvo que esta le parezca sumamente interesante o que sencillamente sea invitado a ella, y en tal caso será cauto y esperará su turno para interpelar, refutar, o tan solo escuchará encantado las ideas de otros, a la final es más información para procesar.
El que intenta ser intelectual –o le gusta pasar por uno-, tiene que estar metido en toda conversación en la que se crucen más de dos palabras, no se mide, no tiene a más si no interrumpir y empezar a contrariar, y a refutar sin necesidad –muchas veces de manera un poco grosera-, incluso interrumpe para hacer apuntes sicológicos, sociológicos, antropológicos, científicos; o de cualquier otra índole natural, social, o metafísica; porque nada les queda grande y en su haber deben tener libros de los clásicos, los pensadores infaltables de cualquier colección (es muy probable que esta persona tenga una nutrida selección de libros en su casa, todos leídos y subrayados). Estas personas te van a atiborrar de frases de los libros, de referencias, máximas y citas de la más diversa índole, como el que a todo le tiene que meter el arte de la guerra –Sun Tzu-, bien para una comida de amigos o para un partido de tenis. Son probablemente los únicos que entendieron a cabalidad a un autor, pero no desistirán en hacer partícipes a otros de su “visión” de aquel; No es solo que puedan llegar a ser engreídos, tercos e intransigentes, si no que siempre tendrán la razón y la verdad porque aquella esta consignada en un libro –maldito Gutenberg-.
2. Un intelectual vive la vida que puede, dentro de la propia reflexión de su existencia, es decir, la acepta pero no se resigna; Y la verdad casi siempre tiene la suerte de hacer llegar a otros su talento y ser reconocido, a menos que como muchos sufra de algún trastorno emocional severo, problemas de personalidad, o cualquier otra índole, asociado a su propia inteligencia. Jamás tendrá problemas para existir con su propio intelecto y sacarle provecho, y muchas veces en sus procesos personales no involucrará a otros, salvo para sus necesidades –sociales- normales básicas. No tiene que aparentar nada, no sufrir ante las mecánicas del capital y de la sociedad inmersa en modos de producción y distribución, solo trata de entenderlas y de vivir de la manera más inteligente.
Aquellos que supuestamente son intelectuales siempre se hacen los pobres (así tengan mucho dinero, que usualmente no es de ellos, porque suelen ser unos mantenidos de tiempo completo). Esto hace que se vistan con ropa comprada en los segundazos, en las tiendas chinas, los san andresitos y cualquier otro lugar de agache; Y es que nadie puede verlos con algo de marca, porque ellos están en contra del sistema, del “hombre”, de la maquinaria, del imperio, del capital, etc. No pueden faltarle entonces las chaquetas de pana, los sacos que parecen tejidos con puntillas y tenedor -normalmente de una talla más grande-, los sacos estilo elegante como sastres encima de las camisetas con eslogans de apoyo a alguna de sus causas o con lemas de libertad, izquierda o a veces con ingeniosos lemas para disfrute de otros –o el simple goce propio, porque fijo nadie más entiende el escrito-. No pueden faltarle a estas personas los zapatos tipo “Converse” –obviamente nacionales o chinos-, y por supuesto, su marca de tribu, la mochila (la cual debería ser en lo posible tejida de verdad por un indio o comprada en la sierra). Esta última es una marca de casta, y es también una muestra de que este intelectual es descomplicado, de que sus ideas y todo su bagaje cultural, su vasto conocimiento y cultura, no entra en choque con sus raíces, porque todo “intelectual” tiene claras sus raíces, su perfil transcultural, su perspectiva de género y su ideología política.
3. Un intelectual no le ve problema alguno a la música, simplemente la escucha como medio de concentración y/o despeje de su mente; Como también puede entregarse a su lado espiritual y artístico, gustar de ciertos géneros los cuales tiene para sí, compartir con otros, y siempre que se pueda aprender sobre nuevos ritmos, tonadas y artistas.
A los que lo pretenden, les encanta la música de corte intelectual –y dicen cosas como que lo independiente es la casta superior de las producciones musicales-, es decir aquella que marque a los otros que son como ellos, y en que la composición sea exquisita y trabajada, por supuesto deben saber todo al respecto de aquello que escuchan porque este es otro tema a ser inculcado a los desafortunados que son menos cultos; Ellos entienden la profundidad de las metáforas las canciones, y cada una tiene un “claro mensaje” que los demás jamás podrán entender, no sin la complementación y lectura adecuadas.
4. Los intelectuales usualmente no se sienten en una clase, porque casi todo el tiempo están analizando y absorbiendo información, y solo interceden cuando es necesario o cuando se les pide; Si tienen diferencias con lo expuesto y estas enriquecen el debate, las exponen de la mejor manera para que se construya algo y no dejan de lado la correspondiente retroalimentación de su aporte.
Al “intelectual” promedio le molesta mucho que le impartan conocimientos a menos que lo haga una persona del suficiente renombre, y que por supuesto no insulte su inteligencia; Se les verá a menudo haciendo mala cara ante la cátedra “mal preparada” o que no corresponde a lo que debería enseñarse ante la disponibilidad de excelentes pensadores que por supuesto el sí conoce. Casi por necesidad tiene algún comentario o aporte de tipo estructural que es absolutamente necesario para el buen desarrollo de cualquier materia, y al hacerlo miraran con desprecio a aquellos que no los comparten y por supuesto ante las opiniones ajenas tendrán una actitud totalmente displicente, porque aquello si es descontextualizado, alejado de la verdad o simplemente innecesario.
5. Pensar no evita arreglarse un poquito y tener auto-estima, de hecho no hay condición excluyente alguna entre el cuerpo y la mente, es por eso que casi siempre estas personas suelen mantener un buen estilo de vida, comer saludable y hacer ejercicio. El trabajo normalmente les da la ventaja de no requerir de mayor arreglo o disposición y para que hacerlo, pero no es un permiso para la creación de imágenes monstruosas.
Quien quiera parecer inteligente tiene que estar en una condición consecuente con su lucidez y su posición como erudito; En lo posible ser mechudo (ojo que no tengo nada contra el pelo largo, siempre que se lleve bien y limpio), mejor si tiene el pelo bien rizado –si no el mugre se encarga de hacer crespos-, por supuesto los intelectuales se desprenden la retina por la lectura excesiva, en especial en buses y todo otro transporte público y privado, por lo que deben usar gafas, en especial aquellas de pasta con marco grueso. A esto debe sumársele muchas veces la ausencia de desodorante, de productos básicos para la higiene personal, porque estos no son necesarios y son más bien excusas del mundo de consumo, capitalista e imperialista en contra del que ellos están.
6. Los medios son solo una forma de comunicación para ser usada, una herramienta que el intelectual sabe aprovechar de la mejor manera según su estilo de vida, por lo tanto usan las cosas como sean necesarias y usualmente tienden a aburrirse de los patrones repetitivos de las redes sociales y de cualquier cosa que les represente perder el tiempo sin haberse dispuesto a ello. Si ven televisión lo hacen para distraerse mientras escriben o leen, o simplemente para dejarse consumir por un momento de algo banal y distraer sus pensamientos, independientemente muchas veces de la calidad de la programación; Adoran el cine porque cuenta historias y en la mayoría de los casos es una muestra palpable de inteligencia, si algo no les gusta, pues no lo vuelven a ver, pero no hacen guerras personales contra obras o industrias del cine, por intentar seguir su naturaleza y ganar dinero o por hacer cosas de calidad dudosa.
Para alguien “intelectual” el mundo es muy duro porque está cargado de nimiedades y de cosas improductivas; es por eso que ellos no ven televisión y muchas veces la odian; Otra cosa es el internet y las redes sociales que les permiten optimizar su desarrollo personal e intelectual, o explotar su lado artístico con cosas como el “Flickr”; Siempre tienen nombres y seudónimos sacados de algún libro o de la última película que vieron que obviamente es de un director súper alternativo o independiente, porque el cine comercial es tonto y obviamente quienes lo ven no escapan a esta condición.
Un verdadero intelectual puede ser cualquiera, como usted o como yo, puede ser que simplemente no nos demos cuenta de la manera en que nos acercamos a veces a esa condición, tal vez sin el molesto “rotulo”, y sé que por ahí hay personas que no están tan obsesionadas con pertenecer, que intentan no vivir apegados a nada, ni ser esclavos de cosa alguna, abiertos a las ideas, sin polaridades innecesarias ni complejos de culpa, tampoco sometidos a ideales superiores o mucho menos ajenas. A veces al intentar ser algo, se pierde la esencia, incluso de aquello que más se anhela. ¿De que sirve leer tanto si nunca se aplica nada?, ¿si todo se queda en un conocimiento ajeno?, ¿si se desconoce el saber básico y se desliga de la experiencia?, ¿si se tiene una preconcepción a todo?, ¿en dónde queda el disfrute?. Quien vive tan preocupado por hacer de su vida algo digno de exaltación casi siempre termina hundiéndose dentro de lo común, rezagado precisamente por el peso de intentar la consecuencia, en vez de vivir bajo preceptos simples, con valores propios, con códigos sostenibles y bajo algún régimen que no se estandarice, porque mis queridos amigos “intelectuales”, de ustedes hay tantos ya, que cada otro que aparece es un mosco más que se le pega al excremento.
Ya he escrito antes sobre la identidad y de una u otra manera sobre las formas en que algunas personas se construyen a sí mismas; Hoy, me gustaría dejar un ejemplo de algo que me parece es una mala forma de hacer las cosas, una pésima manera de vivir; Por supuesto una más de las muestras de lo poco consecuentes que somos los seres humanos con las ideas que profesamos como base fundamental de nuestra moral, una de ellas la libertad, lo cual espero sea posible entender de mis palabras más adelante.
La entrada que me sirvió de inspiración habla de los INTELECTUALOIDES, sin embargo voy a tratar de dar una caracterización usando el “querer ser” de estas personas, con el fin de que cada cual se haga su idea de que tan buena es mi descripción y a lo sumo más de uno comparta mi pensar con respecto al tema. Como este tema es personal y me toca, he decidido entrar siempre en contraste con mi propia idea a través de la primera persona –sí, yo-, con lo cual debo dejar aclarado de una vez que esta es mi opinión y que no tengo ninguna base más sólida para ella que la experiencia tras años de vivencias –amargas- y de observación meticulosa –no me quedaba de otra ante estos personajes- (además, para detestar algo de veras hay que conocerlo, si no el sentimiento es tan inútil como las ansias de ganarse una lotería que nunca se compra).
Estas personas entonces deberían creerse intelectuales –querer ser-, y ante esta palabra hay que tener un cuidado especial, porque un intelectual puede ser lo que uno menos cree, en especial porque en un mundo sustancialmente sexo-dependiente y con valores que chocan contra la idea de pensar y usar el “intelecto”, pues puede tomarse como tal hasta a aquel que puede durar más de 5 minutos sin pensar en sexo (ahora no falta el que hizo cuentas mentales en su cabeza a ver, si es, o no…).
La santa Wikipedia, nos dice que un intelectual es: “aquella persona que dedica una parte importante de su actividad vital al estudio y a la reflexión crítica sobre la realidad.” Bueno, habría que ver que puede tomar uno como “actividad vital”, “estudio”, “reflexión crítica”, y por supuesto “realidad”; Como verán el problema de siempre con las cosas es conceptual y de referente, o contexto. Los diccionarios tratan la palabra como “lo relativo al intelecto” o como la actividad, trabajo y demás en donde se use especialmente la inteligencia; Esto último me hace pensar que salvo escasas labores, todos seriamos intelectuales, ¿no?, y las palabras anteriores me llevan a cavilar que al procastinar, no se podría ser intelectual; De igual manera estaría eso de “crítica”, ya que muchas personas entienden lo crítico como un pensamiento o actitud –solamente- malvada (y es que en la definición está el primer error), pues eso de criticar está directamente unido a la censura, y esto no es más que expresar juicios respecto a las ideas ajenas (como sea que estas estén concretadas); Sin embargo muchos creen que criticar y censurar es imponer las ideas propias sobre aquellas que se tiene a bien juzgar, lo cual es más bien una “actitud criticona”, y la verdad no queremos quedar mal ante nuestra señora bien amada Wikipedia.
Los intelectuales –digamos los de verdad- son personas interesadas en tener una actitud no solo crítica, si no consciente sobre la realidad; no son poseedores de verdades, ni de modelos complicados –y confusos-, o respuestas frente a cada problema cotidiano; solo son buscadores, gente que como usted y yo, se da a la tarea de encontrar la respuesta para aquello que los mueve y afecta sus vidas. Lo que pasa es que el intelectual a diferencia de lo que podría pasarle a usted o a mí, tiene la ventaja de asociar su forma de abordar las cosas con su vida diaria, siendo reflejado esto casi siempre en su profesión y/o carrera. Pero más allá de esto hay más de un intelectual por ahí camuflado entre los inermes, entre la masa corrupta e informe de aquellos que simplemente tienen muchas de sus neuronas en espera de ser aniquiladas con alcohol –u otras sustancias-. Voy a entrar un poco más en materia con una distinción de lo que para mí podría ser intelectual y tomando prestadas algunas ideas del post en que me inspiré.
1. Un intelectual tiene un debate constante en su cabeza, no es que esté distraído, o que sus células cerebrales estén en continuo recreo, ni es necesariamente alguien con un estado pre-autista; simplemente el intelectual piensa, precisamente porque usa su intelecto. Con lo cual no entra en una conversación, salvo que esta le parezca sumamente interesante o que sencillamente sea invitado a ella, y en tal caso será cauto y esperará su turno para interpelar, refutar, o tan solo escuchará encantado las ideas de otros, a la final es más información para procesar.
El que intenta ser intelectual –o le gusta pasar por uno-, tiene que estar metido en toda conversación en la que se crucen más de dos palabras, no se mide, no tiene a más si no interrumpir y empezar a contrariar, y a refutar sin necesidad –muchas veces de manera un poco grosera-, incluso interrumpe para hacer apuntes sicológicos, sociológicos, antropológicos, científicos; o de cualquier otra índole natural, social, o metafísica; porque nada les queda grande y en su haber deben tener libros de los clásicos, los pensadores infaltables de cualquier colección (es muy probable que esta persona tenga una nutrida selección de libros en su casa, todos leídos y subrayados). Estas personas te van a atiborrar de frases de los libros, de referencias, máximas y citas de la más diversa índole, como el que a todo le tiene que meter el arte de la guerra –Sun Tzu-, bien para una comida de amigos o para un partido de tenis. Son probablemente los únicos que entendieron a cabalidad a un autor, pero no desistirán en hacer partícipes a otros de su “visión” de aquel; No es solo que puedan llegar a ser engreídos, tercos e intransigentes, si no que siempre tendrán la razón y la verdad porque aquella esta consignada en un libro –maldito Gutenberg-.
2. Un intelectual vive la vida que puede, dentro de la propia reflexión de su existencia, es decir, la acepta pero no se resigna; Y la verdad casi siempre tiene la suerte de hacer llegar a otros su talento y ser reconocido, a menos que como muchos sufra de algún trastorno emocional severo, problemas de personalidad, o cualquier otra índole, asociado a su propia inteligencia. Jamás tendrá problemas para existir con su propio intelecto y sacarle provecho, y muchas veces en sus procesos personales no involucrará a otros, salvo para sus necesidades –sociales- normales básicas. No tiene que aparentar nada, no sufrir ante las mecánicas del capital y de la sociedad inmersa en modos de producción y distribución, solo trata de entenderlas y de vivir de la manera más inteligente.
Aquellos que supuestamente son intelectuales siempre se hacen los pobres (así tengan mucho dinero, que usualmente no es de ellos, porque suelen ser unos mantenidos de tiempo completo). Esto hace que se vistan con ropa comprada en los segundazos, en las tiendas chinas, los san andresitos y cualquier otro lugar de agache; Y es que nadie puede verlos con algo de marca, porque ellos están en contra del sistema, del “hombre”, de la maquinaria, del imperio, del capital, etc. No pueden faltarle entonces las chaquetas de pana, los sacos que parecen tejidos con puntillas y tenedor -normalmente de una talla más grande-, los sacos estilo elegante como sastres encima de las camisetas con eslogans de apoyo a alguna de sus causas o con lemas de libertad, izquierda o a veces con ingeniosos lemas para disfrute de otros –o el simple goce propio, porque fijo nadie más entiende el escrito-. No pueden faltarle a estas personas los zapatos tipo “Converse” –obviamente nacionales o chinos-, y por supuesto, su marca de tribu, la mochila (la cual debería ser en lo posible tejida de verdad por un indio o comprada en la sierra). Esta última es una marca de casta, y es también una muestra de que este intelectual es descomplicado, de que sus ideas y todo su bagaje cultural, su vasto conocimiento y cultura, no entra en choque con sus raíces, porque todo “intelectual” tiene claras sus raíces, su perfil transcultural, su perspectiva de género y su ideología política.
3. Un intelectual no le ve problema alguno a la música, simplemente la escucha como medio de concentración y/o despeje de su mente; Como también puede entregarse a su lado espiritual y artístico, gustar de ciertos géneros los cuales tiene para sí, compartir con otros, y siempre que se pueda aprender sobre nuevos ritmos, tonadas y artistas.
A los que lo pretenden, les encanta la música de corte intelectual –y dicen cosas como que lo independiente es la casta superior de las producciones musicales-, es decir aquella que marque a los otros que son como ellos, y en que la composición sea exquisita y trabajada, por supuesto deben saber todo al respecto de aquello que escuchan porque este es otro tema a ser inculcado a los desafortunados que son menos cultos; Ellos entienden la profundidad de las metáforas las canciones, y cada una tiene un “claro mensaje” que los demás jamás podrán entender, no sin la complementación y lectura adecuadas.
4. Los intelectuales usualmente no se sienten en una clase, porque casi todo el tiempo están analizando y absorbiendo información, y solo interceden cuando es necesario o cuando se les pide; Si tienen diferencias con lo expuesto y estas enriquecen el debate, las exponen de la mejor manera para que se construya algo y no dejan de lado la correspondiente retroalimentación de su aporte.
Al “intelectual” promedio le molesta mucho que le impartan conocimientos a menos que lo haga una persona del suficiente renombre, y que por supuesto no insulte su inteligencia; Se les verá a menudo haciendo mala cara ante la cátedra “mal preparada” o que no corresponde a lo que debería enseñarse ante la disponibilidad de excelentes pensadores que por supuesto el sí conoce. Casi por necesidad tiene algún comentario o aporte de tipo estructural que es absolutamente necesario para el buen desarrollo de cualquier materia, y al hacerlo miraran con desprecio a aquellos que no los comparten y por supuesto ante las opiniones ajenas tendrán una actitud totalmente displicente, porque aquello si es descontextualizado, alejado de la verdad o simplemente innecesario.
5. Pensar no evita arreglarse un poquito y tener auto-estima, de hecho no hay condición excluyente alguna entre el cuerpo y la mente, es por eso que casi siempre estas personas suelen mantener un buen estilo de vida, comer saludable y hacer ejercicio. El trabajo normalmente les da la ventaja de no requerir de mayor arreglo o disposición y para que hacerlo, pero no es un permiso para la creación de imágenes monstruosas.
Quien quiera parecer inteligente tiene que estar en una condición consecuente con su lucidez y su posición como erudito; En lo posible ser mechudo (ojo que no tengo nada contra el pelo largo, siempre que se lleve bien y limpio), mejor si tiene el pelo bien rizado –si no el mugre se encarga de hacer crespos-, por supuesto los intelectuales se desprenden la retina por la lectura excesiva, en especial en buses y todo otro transporte público y privado, por lo que deben usar gafas, en especial aquellas de pasta con marco grueso. A esto debe sumársele muchas veces la ausencia de desodorante, de productos básicos para la higiene personal, porque estos no son necesarios y son más bien excusas del mundo de consumo, capitalista e imperialista en contra del que ellos están.
6. Los medios son solo una forma de comunicación para ser usada, una herramienta que el intelectual sabe aprovechar de la mejor manera según su estilo de vida, por lo tanto usan las cosas como sean necesarias y usualmente tienden a aburrirse de los patrones repetitivos de las redes sociales y de cualquier cosa que les represente perder el tiempo sin haberse dispuesto a ello. Si ven televisión lo hacen para distraerse mientras escriben o leen, o simplemente para dejarse consumir por un momento de algo banal y distraer sus pensamientos, independientemente muchas veces de la calidad de la programación; Adoran el cine porque cuenta historias y en la mayoría de los casos es una muestra palpable de inteligencia, si algo no les gusta, pues no lo vuelven a ver, pero no hacen guerras personales contra obras o industrias del cine, por intentar seguir su naturaleza y ganar dinero o por hacer cosas de calidad dudosa.
Para alguien “intelectual” el mundo es muy duro porque está cargado de nimiedades y de cosas improductivas; es por eso que ellos no ven televisión y muchas veces la odian; Otra cosa es el internet y las redes sociales que les permiten optimizar su desarrollo personal e intelectual, o explotar su lado artístico con cosas como el “Flickr”; Siempre tienen nombres y seudónimos sacados de algún libro o de la última película que vieron que obviamente es de un director súper alternativo o independiente, porque el cine comercial es tonto y obviamente quienes lo ven no escapan a esta condición.
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Un verdadero intelectual puede ser cualquiera, como usted o como yo, puede ser que simplemente no nos demos cuenta de la manera en que nos acercamos a veces a esa condición, tal vez sin el molesto “rotulo”, y sé que por ahí hay personas que no están tan obsesionadas con pertenecer, que intentan no vivir apegados a nada, ni ser esclavos de cosa alguna, abiertos a las ideas, sin polaridades innecesarias ni complejos de culpa, tampoco sometidos a ideales superiores o mucho menos ajenas. A veces al intentar ser algo, se pierde la esencia, incluso de aquello que más se anhela. ¿De que sirve leer tanto si nunca se aplica nada?, ¿si todo se queda en un conocimiento ajeno?, ¿si se desconoce el saber básico y se desliga de la experiencia?, ¿si se tiene una preconcepción a todo?, ¿en dónde queda el disfrute?. Quien vive tan preocupado por hacer de su vida algo digno de exaltación casi siempre termina hundiéndose dentro de lo común, rezagado precisamente por el peso de intentar la consecuencia, en vez de vivir bajo preceptos simples, con valores propios, con códigos sostenibles y bajo algún régimen que no se estandarice, porque mis queridos amigos “intelectuales”, de ustedes hay tantos ya, que cada otro que aparece es un mosco más que se le pega al excremento.
1 comentario:
Me gusta muchisimo, estoy especialmente de acuerdo con que todos, absolutamente todos pensamos y por ende tenemos algún tipo de actividad intelectual. A mi personalmente me molesta de sobremanera cuando alguien siente que es más que otro porque posee costumbres y conocimientos restringidos a ciertas elites; me fastidia cuando alguien cree que su modo de vida y forma de acercarse y entender el mundo es mejor que la de otros, solo porque es menos común, cuando en realidad son más comunes de lo que se asumen.
Creo que todos de alguna forma buscamos satisfacer la necesidad de definirnos, de diferenciarnos y al mismo tiempo sentirnos identificados y apoyados socialmente; es altamente probable que en el camino tengamos que decidir qué debe ser y qué no debe ser para nosotros mismos, pero en el proceso también es necesario aprender a respetar los caminos de los demás. Esto último va para los intelectualoides que tanto me molestan, pero al mismo tiempo va para misma, y siendo consecuente con ello, busco respetar y aprender el tipo de búsqueda que han elegido, a pesar de no compartirlo.
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