A veces creo que no hay lugar en este mundo para alguien como yo, o tal vez si haya mucho espacio y quizá ese sea el problema, que no se puede ser alguien especial, porque siempre habrá alguien como uno (aparte todos son especiales porque tal cosa es solo un término "cariñoso"); que la virtud, la originalidad, lo que lo caracteriza a uno queda rezagado porque uno no importa por lo que es, por como está, si no por lo que tiene, y esto último termina resumiendo todos los anteriores verbos. Podría ser muy fácil, una cosa de tan solo acoplarse, pero ¿a qué?, no creo que todo "tenga" que ser, como si la vida estuviera dictada de manera previa y la única forma de hacer y vivir las cosas estuviera predefinida. ¿En que momento dejó de ser valido tener una perspectiva propia?.
Si claro, estoy muy equivocado, empezando porque el día no empieza cuando sale el sol, sino cuando el estado, los padres, el jefe y/o cualquier otro que tenga algún poder sobre uno, lo dice. Nuestros pensamientos nos pertenecen, pero ¡ay! de que no los compartamos cuando nos es indagado, si nos guardamos algo para nosotros mismos, somos terroristas, conspiradores, e incluso, simplemente, personas cínicas y sin la personalidad suficiente como para conjugar adecuadamente el verbo compartir. Nada es realmente nuestro, pese a que nos inculcan desde pequeños y de forma vehemente el significado de la propiedad, las ventajas de la posesión, lo majestuoso del tener; Aún con lo anterior en mente, se supone que debemos compartir y esta mal visto que no seamos solidarios y estemos atentos a las necesidades de otros. Entonces, el mundo nos enseña la contradicción, nos arrastra hacia ella y cuando queremos salir siempre hay algún tentáculo previsto para evitar que nos movamos lejos de lo que el sistema ha dispuesto para nosotros.
Seguiré equivocado al seguir pensando en que hay un instante válido para cada cosa, que la idea de los procesos humanos no es el rendimiento, ni el resultado, que basta solo el proceso, que la felicidad no es un fin, sino un estado, uno muy bello por el que vale la pena vivir; Que "ser" es complejo, pero nunca complicado, porque lo que se necesita con la vida es recorrerla, vivirla, así tenga recodos, curvas, subidas y bajadas; Que cansarse es solo una forma de saber que se necesita descansar, que llorar es una forma de limpiar nuestro organismo y nuestra alma, nunca una muestra de debilidad; Que las distancias no existen para aumentar las frustraciones, si no para hacer más largo la alegría del camino, más ameno el paseo, más dulce la llegada. Llegar no es el final, siempre podrá uno devolverse, sin caminar hacia atrás, aunque esto también pueda hacerse, con gracia, con estilo y evitando caerse, pero estando dispuesto de igual forma a embarrarse un poco. Es hora de mirar a los demás a los ojos y ver lo que en verdad valen, y si es que no sirven a nuestra vida, darles un adiós grácil, respetuoso, pero cierto. Debemos desechar lo que, en verdad, no sirve, reciclar aquello con lo que en realmente podamos construir de nuevo, no guardar tanta basura, no acumular tantos recuerdos, pesares, melancolía. No pensar en términos de lo que nos hace daño, ver solo los enemigos ciertos y presentes, y de igual manera detenernos un segundo a respirar, a darle una vuelta con nuestra mirada al mundo y darnos cuenta. Eso, solo darnos cuenta, reavivar la consciencia, levantar la mirada, es probable que notemos mucho de aquello que antes no estaba allí, pero que siempre estuvo.
Esto lo escribo para mí, para recordarme que puedo perder la fe, la esperanza, la razón, la emoción y la alegría, pero nunca la consciencia. Porque sufrir y estancarse no es excusa para dejar de estar, para dejar de corresponder a ese sitio único en el universo, esa silla que solo corresponde a uno mismo y que de alguna forma lo distingue, pese a las contradicciones, a las desviaciones, a la circularidad. Estoy muy equivocado, pero solo para ellos, los que mueven ese mundo en que yo a duras penas me escurro, en el cual repto buscando oxigeno, luz y tambien sombra. Quitando el mugre de mis ropajes, desviando los proyectiles que me disparan, tapando mis oídos ante el incesante, fuerte y doloroso ruido. Pero aquí estoy, tal vez no constante, tal vez profundamente equivocado, pero al menos consciente.
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