lunes, 3 de agosto de 2015

El que espera, pues espera

Esto se corresponde bien con la idea de que quien se levanta temprano es ayudado por la divina providencia, porque no basta con que debamos hacer las cosas por nosotros mismos, sino que está bien metida dentro del imaginario colectivo la idea de que existe un poder superior que en principio está ahí para suplir la falta de voluntad de cada cual. Dicho esto, la idea misma no se correspondería a otra cosa que a la justificación, y a la pereza (por supuesto). Después de un largo rato, me he visto abocado nuevamente a hacer uso de este espacio, con el tiempo respirándome en el cuello y mostrándome lo agobiante de la finitud.

El uso de la paciencia podría ser uno de los más complejos tópicos para una disertación del tipo especulativo, porque no podría definirse de una manera que no resulte escueta, o como mínimo conveniente. En principio he usado esta reflexión como pico esgrimido dentro de la cortés forma en que se ha revertido mi tolerancia, o incluso desde un punto de vista un poco más regular y por tanto pusilánime, la ausencia de la misma, como si esta implicara la aceptación completa sin ninguna arista, de este tipo de situaciones. Aceptar, respetar, tolerar, no son exactamente sinónimos, ni implican en momento alguno la anulación del ser, o el simple repudio de la concepción y consciencia individual. Pero no es esta manera en que se pone a prueba mi voluntad, mi tranquilidad y mi capacidad para acallar cualquier pensamiento homicida el que me ocupa actualmente, no, no se trata de eso.

Se trata de la otra forma en que se ve este asunto, en tanto la paciencia es esta virtud de oponerse al malestar mismo que supone el hecho de dejar ser, de permitir que las cosas vayan, aun ante el sobresalto que supone poner algunas cosas al cuidado de otros, funcionar entonces a expensas de ese otro. La otredad es ajena, extraña por definición y eso implica necesariamente perder el control, muchas veces por completo.

Este tipo de circunstancias en las que se consolida la forma de ser, la forma de estar a través del manejo del tiempo, son las que consolidan esa otra forma de paciencia, la que se forja por espera. Existe entonces una manera de ver, de hacer, de contar, de vivir, que implica una agobiante y a la vez nutrida realidad: El ritmo de vida es uno solo, y nuestra percepción acelera o ralentiza las situaciones en atención a múltiples situaciones, que a su vez son también circunstanciales. Y es que entender la realidad es un gesto complejo, un guiño a la materialización de la razón, que seguramente no puede ser del todo realizada, pero que resulta todo una experiencia en hacer al menos alguna que otra aproximación, como seres pensantes y conscientes de la realidad que nos rodea, que nos ahoga a veces, porque el aire es solo una sustancia en la que podemos subsistir, en donde nos es natural existir, pero lo que no implica que no nos rodee, puesto que el espacio a nuestro alrededor tiene algo, muchas cosas, y la resonancia de estas, su reflexión, refracción, frecuencia, es lo que nos permite sentir, incluso el paso del tiempo.

El que espera entonces, generalmente no tiene de otra. Somos dueños únicamente de lo poco o mucho que las restricciones que nos rodean permiten, y la nuestra es la ilusión de la libertad, sometida a leyes tan determinantes y difíciles de romper como la gravedad, e incluso a aquellas de corte social que limitan total o parcialmente el desarrollo de nuestras mentes.

El grado de limitación es proporcional a la consciencia, a la aceptación de la lógica que subyace al límite, incluso porque se nos ha mostrado históricamente que somos débiles, y que hacemos lo que hacemos, para sobrevivir, casi como si toda circunstancia endógena y exógena correspondieran a la naturalización, porque claramente toda evidencia y lógica muestra que el deber ser es constantemente un equivalente del ser, para hallar el primero, de tal suerte que la imaginación usualmente es tan valiosa y constructiva como la corriente generalizada lo permita, y esto aplica a todas las ciencias, a toda disciplina, a todo acto o valor humano.

Esta es una reflexión inacabada, escueta y agobiante. Como todas las importantes.

También aplica:

Paciencia (2008)
Consecuencias
Sólo
Tiempo y espacio
Paciencia (2011)
Martes: Desafío de paciencia
Exaltaciones y Calmas 



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