miércoles, 28 de enero de 2015

Exaltaciones y Calmas

Fuente: http://www.imagenessincopyright.com/2014/08/rostro-de-un-buda-en-piedras-de-silleria.html
Hoy, he sido victima de un sobresalto a cuenta de una de las bombas (plásticas y rellenas de aire) que adornan esta magnifica oficina; absorto como estaba en mis pensamientos, el ruido de la explosión del aire saturado con saliva, me hizo saltar de mi puesto y encogerme, tanto como si el ruido implicara peligro. Me exalté.

Constantemente, alguien cercano a mí, hace una crítica a mi falta de emoción, a mi calma, un reclamo sobre la ausencia de sobresaltos anímicos, indicando que a su juicio a mi todo me da igual, como si nada me importara.

Bueno, tal cosa no es cierta.

En principio, no soy del todo una persona calmada, aunque con el tiempo he aprendido a cultivar la paciencia al igual que la tolerancia, ambas cosas las he necesitado para sobrevivir en un mundo que detesto la mitad del tiempo. También he logrado sobrevivir a un temperamento que me trajo muchos problemas en el pasado, explosiones de ira acompañadas de violencia. Un ánimo colmado de malos o peores genios, una actitud gruñona y una tendencia a lo irascible. Todo un maniático salido de control.

Para mi fortuna, antes de enloquecer encontré formas de liberarme de los demonios, formas para hallar alegría en pequeñas cosas cotidianas. Maneras de estar tranquilo y de dejar pasar, aquella negación consciente que alguna vez ocupó lineas dentro de este mar de reflexiones inacabadas, imperfectas y especulativas. Las exaltaciones de la vida las he tenido que vivir en ambientes en los cuales no podía mantener el control y lo que he logrado actualmente tras uno que otro evento desastroso y muchos correctos, adecuados y felices, es estar tranquilo, aceptar, comprender, entender y cuando aquello no es posible, tolerar.

Mis emociones están allí, y salen cada día cuando encuentro un guiño en el cielo matutino, cuando tarareo la canción a la que he dado vueltas hasta marearla, cuando canto a volumen variable otras tantas tonadas que han hecho transito a mi biblioteca de emociones para dar, recibir o simplemente para tener.

Doy a cada cosa su importancia, a cada suceso su momento y a cada instante su valor. He aprendido a adecuarme, a adaptarme perdiendo cada vez algo de las mascaras anteriores, desdibujando mi propia esencia sin perder aquello que importa, esa alma que se pretende o se entiende inmortal, y matando o dejando atrás a los rostros gastados de cada etapa vivida y que ya no tienen sentido. Aun no logro morir del todo para renacer como una nueva persona por necesidad, pero ante todo por gusto, y ciertamente estoy en camino de hacer cada vez más lo que me gusta y menos lo que otros requieren de mí. 

Lo magno, lo espectacular, también pasa, y está siempre guardado en mi cabeza y atornillado como un sentir especial, de una u otra manera, lo que me hace tan particular y único como cualquiera, pero tan cierto, tan único (como todos) que lo que preciso es relajarme, cruzar las manos por encima la cabeza y pensar en la amada, sonreír y por qué no, esperar para dedicarle algún otro instante rodeado de felicidad antes que de tranquilidad.

No hay comentarios.: