miércoles, 11 de mayo de 2016

Contraprincipios

En algún momento escribí algo sobre los principios, de la siguiente forma:

Un principio puede tomarse como una ley (sentido institucional) o una regla (sentido natural) que conlleva una obligación de carácter natural en tanto sirve al cumplimiento de un propósito, es decir, tiene una carga motiva, por lo que es una norma que lleva implícita una consecuencia, de un orden relevante para el sujeto que la sigue, contrario a una regla estándar que de acuerdo al sistema en que está concebida, requiere de un esquema punitivo que asegure su cumplimiento, es decir, conlleva un castigo frente a su incumplimiento, y por tanto la vigilancia concebida estructuralmente, dentro del mismo sistema al que pertenece.
 Se considera entonces, que varias leyes están soportadas en principios indiscutibles, para lo cual el ejemplo de rigor son las leyes naturales, mientras que todo esquema discursivo, paradigma o concepción requiere de los mismos, por la segunda consideración relativa al principio.
Esta segunda forma de entender al principio refiere a una estructura definida que permita confeccionar inferencias lógicas, o deducciones de carácter científico o técnico, a donde se escalan valores generales y abstractos hasta establecer reglas de razón o fundamentales, de tal forma que a manera de supuesto necesario, se asume que esto es cierto e indiscutible: un axioma. Pero va más allá, el principio implica la base de todo el sistema o disciplina, con independencia de que en si mismo, epistemológicamente o por contraste, pueda ser rebatido y destronado de la base (o cima).

Sin embargo en ese momento consideré que desde la semántica, existían anti principios o contraprincipios como forma de expresión en negativo de normas de prohibición: No hacer. Sin embargo, asi como existen reglas que sirven para la vida, que se entienden como ciertas siempre, y que tienen un sentido positivo lógico en cuanto a su confección, lo más natural es que existan otras leyes que se confeccionen para servirles de contraste ya que todo tiene su contraparte, su otra cara, la reacción para la acción, la consecuencia. En mi caso, de un modo soberbio, he nacido en la cara mala, en el otro lado, en la oscuridad, y eso se nota, de una u otra manera, aun en cada una de las palabras que conforman este blog.

En el mismo momento inicial señalé una serie de catálogos de principios que me sirven para ser quien soy en la actualidad, aquel código de conducta que aplicaba en mi caso particular, ¿sirvió de algo el escribirlo? Quizá. En mi caso cada cosa que he hecho me ha servido, y hacer una pequeña enunciación de aquellos valores positivos que he creído irradian mi vida, resulta la menos en un ejercicio de introspección.

Pero además de los contraprincipios, he de referirme a los valores negativos por cuenta de su fondo, de su esencia, más que de su sola expresión, los que podrían ser considerados como defectos, fallas por oposición, frente al establecimiento virtuoso o positivo de las buenas formas que toma la moral.

Lo cierto es que los 'defectos' pueden ser objeto de provecho, son construcciones de las cuales puede tomarse ventaja. Los seres humanos no somos planos, o unidimensionales, y podemos tomar de todos los aspectos de nuestro ser, elementos para establecer mejores relaciones con lo que nos rodea, e incluso aprovechar aquello que un principio puede considerarse como malo, porque la moral ortodoxa está compuesta de muchísimos determinismos que solo sirven en mi criterio para dañar o mal constituir la personalidad, para establecer bases fundacionales que justifiquen la exclusión y masifiquen las formas de violencia, en lo cual nos hemos vuelto más expertos con los años, aunque sea una violencia taimada, cínica, mentirosa, una que no concibe el enfrentamiento pero si la destrucción del otro, un desarrollo más de la tecnificación de las confrontaciones en la que el ser humano se esconde detrás del gatillo, que le permite destruir tras un monitor, una pantalla, un botón, o una palabra. 

Esa trastocación de las estructuras de pensamiento y las concepciones morales, los principios y las virtudes, hace necesario que se entiendan algunas características que resultan negativas en su concepción, pero que en últimas no lo son tanto. Mi mejor ejemplo siempre será el egoísmo, el cual ha sido históricamente vilipendiado por cuenta de su toxicidad, porque se entiende desde la construcciones de los valores más ancestrales de nuestras sociedades (por cuenta en su mayoría de las influencias judeo-cristianas de occidente) que el individuo no existe, y que la persona es un elemento fundante aunque indivisible, de los núcleos fundamentales de carácter social, siendo el más importante la familia.

Somos menos importantes que ese establecimiento del cual salimos, de forma tal que estamos marcados con un "apellido", una etiqueta que permite rastrear el carácter digno de nuestra propia casta, o la ausencia de la misma, y que es vehículo para concertar relaciones con las instituciones del Estado, que son perfectamente transmisibles por causa de muerte, lo que permite que todo se perpetúe en los mismos términos que haya impuesto la sociedad.

Pero sobre esto ya hablé antes, en una especulación especifica frente al egoísmo, en la cual escribí:  

(...) somos tan responsables de nuestros actos, que tenemos el bien y el mal totalmente presente en nuestros corazones (...) Lo importante es que somos una mezcla de muchas cosas tanto buenas como malas, es decir, somos personas con una tendencia clara hacia la integralidad, a ser completas y a trascender en la medida de la complementación con otros seres en efecto íntegros, de tal manera que todos hacemos cadenas de sensaciones, sentimientos y pensamientos que hilan el normal desarrollo y conducción de nuestro mundo. (...) Para mi es claro que en la manera de actuar, estamos reflejando nuestras necesidades, quereres, esperanzas, y todo aquello que nos compete; En la medida en que no podemos vivir solos y de alguna manera al buscar una justificación, un motivo para nuestras vidas, nos equivocamos, viviendo en los demás, de manera que los demás no se convierten en un espejo de lo que hacemos, sino en el reflejo creado e ilusionado de aquello que esperamos con la cruda nostalgia de la falta de compromiso con nuestra propia existencia.
Es ahí donde para mi juega un papel determinante el egoísmo, debemos de cierta manera tener en cuenta quienes somos, que queremos, que necesitamos, que sentimos, de manera que sea para nosotros lo primordial en nuestras vidas. Y es que es mas sencillo de lo que parece, ¿que esta ahí siempre, mas allá de todo?, pues, nosotros mismos, somos nuestros mas grandes compañeros confidentes, y por tanto no es muy bueno ignorarnos ni despreciarnos. Ese ridículo estratagema de humildad, sobre el cual se construyen muchos valores, no es mas que la forma consciente de aquellos que controlan todo, de evitar que cada cual tenga valor en si mismo. Vivir por los demás, no cuenta nada, no dice nada, es solo una manera de desviar la atención de si mismos de las personas y no debe ser tenido en cuenta de esa manera. Hay siempre un orden lógico, correcto y uno propio para hacer las cosas, la idea es conciliar el orden lógico con el propio y olvidar el correcto, o hacer el correcto de la manera mas sencilla, sin olvidar que los demás existen, pero poniendo la propia existencia como lo mas relevante frente a lo que el mundo pueda esperar. Mi mensaje es para que las personas, racionalmente, de manera consciente en toda la extensión de la palabra, no se olviden de si mismos, que vean por sus ojos, por sus almas, consientan sus cuerpos y corazones. El primer amor necesario es el amor por si mismo, hacer que las cosas funcionen para uno, sean para uno, ya que, una vez sea así, nos es mas fácil compartir eso que sentimos y hacerlo extensible a otros. (...)
Pero volviendo a los contraprincipios, es claro que las reglas de 'no hacer' deben construirse de manera individual, pero teniendo en cuenta en todo caso, un saludable sentido de reciprocidad, lo cual podría estar rescatando también, o conciliando con la idea del egoísmo. Claro, lo principal y que resulta más importante es que los actos propios no resulten tan viles que desequilibren la forma en que se constituyen y refuerzan los esquemas de solidaridad mecánica de la sociedad. Esto se logra como lo indiqué a través de la reciprocidad, la cual puede verse desde la misma prevención de los daños hacia otros, por la simple consigna de no estar dispuesto a recibir ese trato, o a ser victima de las acciones de otro como reflejo de las propias. Una extensión y reinterpretación del principio básico de conservación humana, pero puesto como un no hacer a otros, lo que no se esperaría que fuera hecho a sí mismo. Ese, es un buen ejemplo de un contraprincipio.



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