viernes, 20 de mayo de 2016

Viernes de falta de paciencia

Qué cosa con los viernes.

Sí, la vida es probablemente una experiencia cíclica, un espiral en el cual las cosas se reflejan unas en otras, en la cual unas cosas hacen homenaje en otras, en que se suceden eventos que con cierto cuidado podrían ser predecidos. Quizá es un mal propio de la consciencia, que no está totalmente establecido entre aquellos que no reaccionan más allá de lo que dicta la inmediatez de sus sentidos, supeditados a la ceguera de nuestros tiempos. Esta vez no se trata solo de un problema de contraste generacional, no soy quien para establecer este tipo de relaciones de desagrado por los actual, de nostalgia por lo pasado. De hecho no recuerdo algún momento en que las cosas hayan sido diametralmente diferente, tan solo una caída hacia el abismo, hacia un fondo previsible, pero no cercano, pero con una distancia creciente en dirección a la salida... Tan lejos.

La paciencia radica en las acciones de los otros. Esos extraños habituados con costumbres tan decibles, tan ciertas y esperables que la paciencia no debería faltar. Existe una explicación a todo lo que hacen, a todo lo que dicen, sus vidas son abarcables, aun cuando estén llenas de energía, alegría. Es un poco la dicha de la inconsciencia, el resultado de los estados inertes, de la poca reacción ante los estímulos del mundo. La seguridad falsa que da existir sin poder ser del todo, por vivir sedado por cuenta de las recompensas que ha enseñado el marco de acción limitado al cual se ha aprendido a entender, a interpretar como parte de sí, la costumbre ciega. La misma estructura de seudo reacción que dice como acontecer, como comportarse ante ese último día de la semana, quizá no se den cuenta, no logren observar lo que causan con otro. Se detesta este día por lo que otros hacen a través del mismo.

¿No?

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