Dar con el chiste de la vida es complicado. Uno puede ir por ahí dando todas las vueltas posibles. Concentrado en lo que es, en lo que será, en lo que falta y en lo que se tiene. Las banalidades distraen y sin embargo uno se queda al margen de muchas cosas por cuenta de la condición de ser.
En medio de la rutina existe una entrega insalvable y la del deber. Por desgracia el mundo no permite parar, no de verdad, lo máximo que se puede es hacer pausas, cada una de ellas bajo una estricta supervisión del establecimiento, porque en todo caso una consciencia de otra forma, no le permitiria al sistema su creciente poder. No, no se trata solamente de que toda la estructura esté pensada de forma que se asegure el cumplimiento de las disposicioes básicas de lo que la modernidad ha instaurado como justo y necesario.
Porque se ha querido dotar de naturalidad a lo que no lo es, a la predación, al rendimiento y la productividad sin sentido alguno. Se trata de la dominación a través de la idea, lo que es correcto, lo que es normal.
Pero con independencia del grado de consciencia que se tenga, siempre se tendrá un mayor o menor grado de cansancio ante los embates del sistema.
Conformarme parecería lo menos desgastante, pero aún así seguir la corriente agota. Algo dentro de cada uno de nosotros se subvierte ante la docilidad y las chispas se guardan hasta que el ser estalla y se convierte en una gran conflagración.
Así, de cualquier manera esto cansa. Y es el establecimiento el que está diseñado para zombificarnos, para que el tiempo se nos escurra, para que la vida se nos vaya entre un sinfin de sueños irrealizados y de metas que nada tenían que ver con nosotros en un primer lugar.
Hoy me siento cansado. Y no tengo ni idea si lo que escribí tiene o no, algún sentido.
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