Hoy es otro de esos días en los que en mi país se lleva a cabo un ejercicio electoral. En algún momento tuve un ejercicio de dicha al ser consciente de que existen varios contextos para la elección, para la escogencia y para la selección, y que cada una de estas palabras, entonces, implica un ejercicio de la vida diaria, de la misma política, de la cotidianidad. Que conlleva el desarrollo de principios de orden general, de aspectos necesarios para la constitución de verdaderos consensos como unidad de orden social necesaria.
Sin embargo todo es un poco una mentira. No digo que sea totalmente mentira, aunque casi. Se puede abordar la vida a través de un enfoque fatalista, o tal vez se puede abordar de manera crítica este tipo de sucesos. ¿Pero a qué me refiero?
Simple, es un nuevo ejercicio de elección, uno en el que se podrá examinar si los polos, si los extremos son los que más empatía causan en los electores, o si, simplemente todo seguirá como siempre porque la fuerza de la costumbre, el peso de la necesidad y la agobiante apatía puede más.
No lo sé, pero tampoco le auguro a esto algo enteramente bueno.
En todo caso: ¡mañana hay que votar!.
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