lunes, 5 de marzo de 2018

Lunes sin color

El lunes azul (Blue Monday) es tan ridículo como el viernes negro (Black Friday). Los días no tienen un color como tampoco una categoría. Sin embargo, para este mundo (moderno) que solo puede ser explicado a través de infografías y de conceptos rápidos y contundentes, quizá lo mejor sea dar a cada cosa, a todo, algún carácter simbólico que lo haga inconfundible. Pues sí, aquel lunes de enero puede llegar a ser el más tiste del año y en sí cada uno de los lunes del año pero creo que para el común de las personas (los convencionales) todos los lunes son amargos, tristes, difíciles.

A veces entiendo el malestar de las personas por cuenta del inicio de la semana laboral. Quizá tengo algo que ver con mi propia condición, con lo que tengo para hacer, con aquello a lo que me enfrento dentro de una rutina que no es la ideal o a la que quizá ya no encuentro el chiste.
Tomado de: https://pixabay.com/es/dolor-de-cabeza-el-dolor-la-cabeza-1910649/
Solo al intentar escribir este texto tuve al menos un par de interrupciones, sin contar con el continuo resonar de los teclados, los eventuales clics de los "mouse" y todo lo demás que solo contribuye a la cacofonía de ruidos que no lo dejan a uno concentrarse del todo. Que son la pesadilla de la oficina moderna. Sin contar con quien no ha aprendido lo mínimo del respeto y tiene, además, su celular con todas las notificaciones a todo volumen (la semana pasada alguien acá tenía esto tan duro que hacía eco en todo el piso).

Este ritmo de vida, este frenético resistir, aguantar, soportar; ha puesto incluso en peligro mi vida. Mi cuerpo no está hecho para lidiar con este tipo de cosas. No soy un ser convencional, tampoco parece que perteneciera a este tiempo y a veces simplemente me pregunto si mi forma de ser no es anacrónica, si no se ha perdido en la corriente del tiempo y pertenece al mismo recuerdo al cual lo hará esta entrada una vez sea publicada.

Así las cosas, este lunes no tiene ningún color. Es un día más de la semana y aun cuando pueda coincidir de manera detestable con lo que siento, con los achaques de la salud y la convencionalidad, no tiene nada que ver en sí y por sí. Es hora de dejar las estupideces de un lado y dejar de absorber los mensajes de las etiquetas que nos han impuesto. Claro, catalogar, etiquetar, nombrar, son cosas importantes dentro de la economía de la reflexión, para no detenernos ante cada instante de consideración objetiva, para no pensar de más. Pero tampoco debe ser una excusa para dejar de pensar.

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